Retos de la agricultura actual

La agricultura se enfrenta a grandes desafíos que comprometen el desarrollo óptimo de los cultivos y la seguridad alimentaria

Reyes Alonso Martín Coleto.

Doctor en Ciencias Jurídicas y Empresariales.

¿Cuáles son los retos de la agricultura actual?
¿Cuáles son los retos de la agricultura actual?

En 2009 un foro organizado por la Organización de la Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) titulado “Cómo alimentar el mundo en 2050”, se señalaban algunos de los retos de la agricultura de cara al año 2050. Desde entonces, poco han variado, si acaso, se ha añadido complejidad a estos desafíos del futuro y ha surgido alguno que otro nuevo.

En ese foro, se pusieron de relieve cuestiones como el aumento de la demanda de alimentos, el desafío en la gestión del agua y la escasez de este y otros recursos naturales, o el potencial de la bioenergía para cambiar las bases del sistema agrícola. Ya entonces, se asumía que la respuesta a todos estos retos de la agricultura pasaba por aumentar la productividad, no tanto con el incremento de las tierras cultivables como con el aumento del rendimiento y la intensidad de los cultivos.

La agricultura se enfrenta a grandes desafíos que comprometen el desarrollo óptimo de los cultivos y la seguridad alimentaria.

Las condiciones climáticas cada vez más extremas, el agotamiento de los suelos agrícolas o el continuo crecimiento de la población mundial son solo algunos de los factores que llevan a una reducción de los recursos naturales disponibles y a mermas en la producción.

De ahí surge una realidad: debemos ser más eficientes. Para ello, los cultivos deben ser capaces de aprovechar mejor el agua y los nutrientes y tolerar mejor las situaciones de estreses abióticos como sequías, temperaturas extremas o condiciones de salinidad.

Para conseguir cultivos que superen todos estos desafíos y que además sean más productivos y rentables, es necesario apostar por la innovación.

Los periodos de sequía, cada vez más frecuentes y graves, ponen en apuros los sistemas agrarios. El acceso al agua es más difícil y tiene más costes, mientras que la falta de lluvias afecta al propio rendimiento por estrés hídrico, que supone pérdidas de productividad de hasta un 15% de media.

Es la agricultura la que asume el 72% del consumo de agua dulce para la producción de alimentos (FAO) y, por tanto, también la que debe aportar soluciones innovadoras que compatibilicen mejores cosechas con menos recursos y más rentabilidad para los agricultores.

Con dotaciones de agua cada vez más reducidas, resulta clave aprovechar al máximo cada gota de agua. Eso significa producir más por unidad de agua utilizada.

Junto a la falta de lluvias, el incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero ha supuesto un calentamiento del planeta que impacta de forma negativa en la actividad fisiológica de los cultivos.

El daño está medido: según la FAO, por cada grado que aumenta la temperatura anual, la productividad se reduce entre un 4 y un 10%.

La subida de las temperaturas arrastra a los cultivos a padecer un estrés térmico. Por ejemplo el melocotón entra en parada metabólica a partir de 40ºC, momento en el que detiene el transporte de nutrientes y provoca que los frutos no logren el calibre deseado, con la consiguiente depreciación de la cosecha.

La deshidratación de los cultivos en los suelos salinos es otro de los problemas más graves que reduce la fertilidad de los suelos, el avance de la salinidad por una gestión deficiente, el uso excesivo de fertilizantes químicos o la deforestación. El 8,7% de los suelos del planeta están afectados por salinidad, pero lo que entraña más riesgos es que entre un 20 y un 50% de los suelos irrigados son demasiado salinos.

La salinidad es la principal causa de la deshidratación del sistema radicular, cultivos como los cítricos no son capaces de captar agua y nutrientes de forma apropiada.
Todas estas situaciones generan incertidumbre entre los agricultores que ven, además, como los costes de insumos y materias primas se disparan tanto por factores geopolíticos, como por tratarse de fuentes no renovables en riesgo de carestía, como por ejemplo el fósforo, el zinc, o el boro, entre otros.

A la vez, la sociedad demanda un modelo más sostenible, quiere más información sobre lo que consume, saber cuál es el origen de los alimentos y cómo han sido producidos. Los actores regulatorios atienden estas peticiones con nuevas restricciones, por ejemplo, la aplicación del”Green Deal” o Pacto Verde Europeo supondrá una reducción del 50% en los fitosanitarios, del 20% en los fertilizantes y que el 25% de la superficie sea ecológica.

Como vemos, nos encontramos en un contexto complejo, donde el agricultor tiene que llegar al punto de equilibrio donde se cruzan la rentabilidad y la sostenibilidad: la eficiencia. Y para ello es necesario cuidar y aprovechar cada centímetro de suelo, cada gota de agua y cada grano de nutriente.

Se propone un enfoque singular sobre el agua para crear servicios hídricos resilientes y preservar los recursos hídricos, al tiempo que se gestionan los riesgos relacionados con los impactos sociales y económicos más amplios relacionados con el agua. Esto incluye transformar la gobernanza y la prestación de servicios, así como apoyar la gestión de cuencas hidrográficas y ecologizar el sector, y puede lograrse proporcionando mejores incentivos a la innovación, las reformas y la rendición de cuentas.

La agricultura actual no es igual que la agricultura de hace unos años, los cambios en nuestro entorno han obligado a la agricultura a adaptarse a ellos para la obtención de alimentos sanos, seguros, sostenibles y asequibles para todos.

No olvidemos hacer especial énfasis en: cambio climático, incremento de población, relevo generacional, uso eficiente y responsable de los recursos naturales e incorporación de nuevas tecnologías.

Superar estos retos abre el camino hacia un futuro más esperanzador para agricultores y ganaderos.

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