La escuela rural o CPR (Centro público rural) es una institución educativa ubicada en pequeñas poblaciones dando respuesta a la necesidad de cubrir todo el territorio de un servicio y un derecho esencial. Es muy frecuente en estos centros que el alumnado que acude sea de diferentes poblaciones, aldeas o viviendas diseminadas, pero próximas entre sí en un entorno natural, vinculada a economías agropecuarias muy dependientes de los recursos naturales en el ámbito local.
"En Andalucía en el presente curso hay 105 CPRs que atienden a 10.950 alumnos/as" (El Día de Córdoba, 14 de enero de 2024). Sin duda este número de centros ha ido disminuyendo en las últimas décadas y a medida que los pueblos se han ido despoblando, sus colegios han ido cerrando reubicando al alumnado en un centro de otra localidad próxima.
El rol de las escuelas rurales es innegablemente vital para el tejido social y educativo, desempeñan un papel crucial al fusionar la sabiduría del aula con la riqueza del entorno circundante, comprendiendo la relevancia de estas instituciones que van más allá de ser meros centros de aprendizaje, al fusionar la sabiduría del aula con la riqueza del entorno circundante. Una simbiosis, escuela-entorno natural, reflejo de la realidad, con un enfoque práctico que fortalece la conexión entre hombre y naturaleza, entre la teoría y la práctica, entre el sentido de pertenencia y la responsabilidad hacia su entorno natural, fomentando así el respeto inherente por el medio ambiente en el que viven, valorando y preservando su belleza y potencial económico.
Frecuentemente, son aulas con alumnos/as de diferentes edades en las que se crean experiencias educativas únicas, pudiendo el profesorado integrar el curriculum mediante situaciones de aprendizaje muy enriquecedoras, interactuando directamente con el entorno natural, favoreciendo así que conozcan y comprendan de mejor manera el mundo rural que les rodea. El contacto con la naturaleza se convierte en un recurso ideal con el que poder interactuar, concienciándoles de las oportunidades que ofrece, las actividades económicas sostenibles que se desarrollan, la gestión responsable de los recursos naturales e hídricos, y el respeto y cuidado del medio ambiente con prácticas éticas de emprendimiento empresarial. Este enfoque permitirá al alumnado que se convierta en agentes de cambio capaces de impulsar una economía próspera y sostenible en su comarca, pueblo o aldea, pudiendo ofrecer un presente con futuro, a generaciones venideras, con nuevas oportunidades.
Desde el punto de vista educativo, las ventajas de las aulas de los CPR son muchas y exitosas. La ratio es reducida, por lo que la atención educativa individualizada por parte del profesorado se ve fortalecida, permitiéndole atender mucho mejor las necesidades individuales, mostrándose muy pendiente de las dificultades y progresos de cada niño/a o joven. La diversidad del alumnado en el mismo aula en cuanto a la edad, diferencias sociales y personales se hace más palpable dándole respuesta a ellas y de la que todos se benefician, implicando una mayor colaboración entre ellos; se fomenta la autonomía y la creatividad a la vez que se fortalece los valores entre iguales así como con la comunidad que les arropa. El profesorado, figura relevante por su cercanía y posibilidad de acceso en estas pequeñas comunidades, se muestra muy implicado en la vida del pueblo y en las circunstancias o vida cotidiana de lo localidad.
La complejidad de estos puestos específicos reside en los diferentes niveles que ha de impartir a la vez, las necesidades educativas especiales o de discapacidad de algunos alumnos/as que requieren materiales, instalaciones y personal especializado, y que ya en los centros urbanos se ven limitados, en los CPRs esta disparidad se hace mucho más significativa, o incluso es inexistente la oportunidad de poder atender el perfil de este alumnado. La itinerancia diaria del profesorado a la que se ven obligados, según la especialidad que imparten, a diferentes colegios de la zona por vías rurales, a veces en mal estado, provocan un sacrificio que el docente acepta con resignación.
No obstante, la escuela rural no solo educa, sino que también preserva la identidad cultural. Frecuentemente, la escuela es el único centro cultural de la localidad, por lo que la comunidad educativa a menudo muestra una gran implicación en las actividades del colegio, integrando las tradiciones y costumbres locales en la tarea escolar, poniendo en valor así su patrimonio y donde se forjan lazos que fortalecen
las relaciones entre la comunidad y entre la comunidad y sus instituciones. Por todo lo expuesto, el cierre de un colegio en una localidad, es el preludio de la decadencia del municipio, mostrando sus habitantes desolación y amargura, ya que son conscientes de pertenecer a una localidad víctima de la despoblación, abocada al abandono y al olvido.
Tampoco las escuelas rurales están exentas de desafíos que amenazan su supervivencia: la disminución de la población rural, ya sea por inmigración buscando mejores oportunidades laborales, la baja natalidad y el envejecimiento de la población, la falta o recursos materiales y humanos limitados, equipamientos e instalaciones envejecidas u obsoletas, la brecha en medios tecnológicos e instalaciones de comunicación, barreras geográficas ya sean vías de comunicación o medios de transporte… son desventajas que amplifican las disparidades educativas en la actualidad y que no favorecen el acceso e incluso la permanencia de la población en el medio rural.
Sin duda, la desaparición progresiva de las escuelas rurales es una tragedia educativa que incide negativamente en la importancia hacia el entorno rural, pudiéndolas considerar excepcionales “laboratorios” de innovación educativa, e investigación por sus particularidades, sin olvidar que deberían ser referentes de equidad social. Esta idea requiere que las propias Universidades formen a los futuros maestros y maestras en estos puestos específicos que demandan particularidades profesionales, haciéndoles conocedores y conscientes de que conllevan un compromiso personal con el medio rural.
Es fundamental la atención y el reconocimiento urgente por parte de las administraciones competentes que le proporcione la visibilidad de las dificultades reales para poder ser paliadas y así ofrecer una enseñanza de calidad, favorecer la equidad e igualdad de oportunidades para todos que proclama la Constitución y la actual LOMLOE, así como la Ley 45/2007 para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural, una buena ley que no se llegó a implantar, pero, que hubiera dado el protagonismo esencial a estas escuelas rurales. Algunas medidas que especifica es mejorar el acceso físico a estas poblaciones, en muchos casos con carreteras intransitables o lejos de tener infraestructuras de comunicación, que incentiven el asentamiento de personas jóvenes; actuaciones que mejoren los resultados educativos e incentivar el acceso a niveles superiores; propiciar la atención especializada a alumnado con necesidades educativas especiales o de discapacidad; ampliar los equipamientos, instalaciones y recursos en centros rurales para compensar el déficit en muchos casos obsoletos o ausencia de ellos; fomentar la formación reglada complementada con formación ocupacional haciendo hincapié en nuevas tecnologías con el fin de crear oportunidades que asienten a la población y no deseen emigrar, buscando así un relevo generacional que impulsen el desarrollo rural sostenible, comunidades prósperas y equilibradas que preserven su identidad cultural y patrimonio.
La escuela rural no está lo suficientemente reconocida. Su valía la hace indispensable como puntal que pone en valor el medio rural, siendo este una fuente de vida.
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