Vivir de la minería. Pan para hoy, veneno para mañana

La minería sigue siendo una de las industrias más importantes en todo el mundo

José Manuel Moreno Menéndez.

Historiador. Portavoz de la Plataforma No Balsa MATSA

Una manifestación en contra de la balsa MATSA. Vivir de la minería es pan para hoy y veneno para mañana.
Una manifestación en contra de la balsa MATSA. Vivir de la minería es pan para hoy y veneno para mañana.

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La industria minera sigue generando una cantidad inasumible de residuos tóxicos que afectan directamente a las poblaciones cercanas y al medio que las rodea. Esta historia de largo recorrido sigue siendo un cuento de terror que no encuentra su final feliz. Hoy en día la minería sigue siendo una de las industrias más importantes en todo el mundo. En un momento, el actual, de intentos de transición ecológica, de digitalización de todos los aspectos de nuestra vida y de interconexión masiva, minerales como el cobre, el litio o el coltán, entre otros, se nos muestran como imprescindibles e insustituibles. No obstante, esta realidad, de múltiples aristas, también produce contradicciones profundas entre los objetivos y los medios, y entre las apariencias y los hechos.

Las grandes empresas del sector minero, al igual que las de otros sectores, han adaptado su discurso a los nuevos tiempos, resaltando su compromiso con el medioambiente y su ajuste a las normativas estatales y autonómicas en este ámbito. Sin embargo, la realidad es muy diferente. No solo se termina sin respetar lo más mínimo a la flora, la fauna y las poblaciones, sino que esto ocurre con el beneplácito de las administraciones, que tienen muchos resquicios y puntos ciegos por lo que una gran empresa sabe entrar y salir.

Esto es lo que está ocurriendo en el corazón de la provincia de Huelva, donde cientos de personas han dicho basta y han decidido movilizarse, organizarse y protestar contra los abusos mineros, por su tierra, por su salud y por su futuro. En definitiva, por un lugar mejor donde vivir. Y es que Huelva, una de las ocho provincias de Andalucía, quizás no tan conocida como las otras, guarda en su seno un tesoro codiciado durante milenios que es el eje de toda la cuestión: los minerales.

La provincia onubense y sobre todo las comarcas de El Andévalo, Sierra de Huelva y Cuenca Minera, viéndose encuadradas dentro de la Faja Pirítica Ibérica, llevan muchísimos años despertando el interés de diversos pueblos por su riqueza mineral. Desde la edad del cobre, en el III milenio antes de nuestra era, han pasado por allí fenicios, griegos, cartagineses y romanos, todos ellos con intereses comerciales y metalúrgicos en los metales de la zona. Exactamente igual ocurrió, en el siglo XVIII y XIX tras la revolución industrial, solo que en este caso fueron los ingleses y los franceses los que explotaron las tierras onubenses, dejando tras de sí contaminación y residuos por doquier, con multitud de cortas mineras peligrosas llenas de aguas tóxicas o ríos y riberas inertes e inservibles.

Hoy en día la principal empresa minera de la zona es Sandfire MATSA, una compañía procedente de Australia que compró la Mina de Aguas Teñidas, de Magdalena y de Sotiel en 2021, y que está obteniendo unos beneficios de más de 450 millones de euros anuales. Esta empresa, que alardea de su respeto al medioambiente, ha proyectado la construcción de una balsa de residuos mineros, también llamada Instalación de Gestión de Tailings o IGT, con dudosas garantías ambientales y con autorizaciones por parte de la Junta de Andalucía sospechosas de connivencia.

Las características de la balsa, el impacto de su proceso constructivo y las consecuencias y repercusiones que tendría su rotura y sus filtraciones, recogidos estos datos en estudios incluidos en el proyecto, ponen de manifiesto el gran peligro que supone este depósito de residuos y el poco respeto que se ha tenido en todo momento hacia las personas de la zona y el medio que las rodea.

La balsa ocuparía 125 hectáreas de terreno, lo que equivaldría a unos 180 campos de futbol, y tendría más de 20 metros de altura. Contendría 15 millones de metros cúbicos de residuos y aguas ácidas, el equivalente a 6000 piscinas olímpicas. Además, su vida útil es de solo 15 años, más 2 años de fase de clausura. A partir de ahí, Sandfire MATSA no reconoce ninguna responsabilidad a futuro en caso de que pueda ocurrir una rotura o un vertido.

Otro dado importante es que la población de Valdelamusa se encuentra a menos de 500 metros de la balsa, proponiéndose como único e ínfimo remedio a esta situación la colocación de cubierta vegetal como barrera. Una barrera vegetal que no podría suplir el exterminio de árboles que planean, pues la construcción de la balsa precisa de la tala de 36.000 pinos procedentes de campañas de replantación posteriores a incendios acaecidos años atrás.

Es importante saber también que la balsa volvería a poner en riesgo, como ataño, afluentes y reservas de agua fundamentales de la zona, como el barranco del Tamujoso, único afluente de agua no contaminada por los residuos mineros del que se dispone en el pueblo de El Cerro de Andévalo, o el pantano del mismo nombre, considerado estratégico para abastecer a la población en caso de sequía. Además, el barranco del Tamujoso conecta con el río Oraque y éste a su vez con el río Odiel, el cual desemboca en las marismas de Huelva, es decir, los residuos podrían circular por casi toda la provincia, contaminando todo a su paso y llegando a las costas, con posibles afecciones a sus ecosistemas y, en consecuencia, repercutiendo en sectores como el pesquero o el turístico.

Por si fuera poco, expertos y la propia empresa reconocen que los residuos de la balsa “entrañan un riesgo elevado para la salud humana y el medio ambiente”. La toxicidad de metales como el cadmio, el arsénico o el plomo, asociados, entre otras cosas, al cáncer del pulmón o al cáncer de piel, podría pasar a la población a través del agua, de los cultivos y de los animales de la cadena alimenticia.

Ante esta situación, la Junta de Andalucía no ha hecho otra cosa que poner todas las facilidades del mundo a Sandfire MATSA. En primer lugar, Pedro Yórquez Sancha, delegado territorial en Huelva de la Consejería de Sostenibilidad y Medio Ambiente de Andalucía que firmó la autorización del proyecto, tiene un hermano trabando para MATSA. En segundo lugar, han desestimado alegaciones fundadas de Ecologistas en Acción que evidenciaban insuficiencia o carencia de datos para la construcción con plenas garantías de la balsa. En tercer lugar, decidieron arbitrariamente que un comité de expertos, establecido tras la catástrofe de Aznalcóllar para el seguimiento de la seguridad de grandes proyectos mineros, no iba a examinar este proyecto de gestión de residuos tóxicos.

Los vecinos de la zona, viéndose desamparados y teniendo presente desastres precedentes relacionados con las balsas mineras, como el de Aznalcóllar (Sevilla), con una balsa, tres veces más pequeña que la que planea construir Sanfire MATSA, que casi arrasa el parque Nacional y Natural de Doñana, han decidido pasar a la acción y exigir alternativas menos contaminantes y más ecológicas y respetuosas con las personas y el medioambiente. Para ello se han amparado en dictámenes procedentes de Europa en los que hace tiempo que se pide apostar por una minería circular y ecológica. De ahí que existan diversos proyectos, como Nemo, Sultan o Platirus, que intentan tanto recuperar los metales valiosos de los estériles, es decir, reaprovechar los residuos en vez de almacenarlos para siempre, como utilizar esas sustancias inservibles para crear productos aprovechables, e incluso eliminar distintos metales contaminantes a través de técnicas con bacterias o de flotación. Un tipo de técnicas que se han implementado con éxito en EEUU, Canadá, China, México o Brasil.

Pero Sandfire MATSA, en lugar de apostar por estos proyectos, mucho más sostenibles, y de continuar con su depósito de pasta seca, una opción de menos impacto que la balsa, pero que tendrían que remodelar y actualizar dada su caducidad, prefiere ir a la opción más económica y que más cuadra con sus intereses, aunque para ello tengo que poner en peligro la vida de cientos de personas y el equilibrio de multitud de ecosistemas.

Y es que este espíritu egoísta y estos procesos contaminadores ya eran conocidos por Juan Ramón Jiménez. El ilustre escritor onubense explicaba así esta triste realidad en su obra maestra “Platero y yo”: Mira, Platero, cómo han puesto el río entre las minas, el mal corazón y el padrastreo. Apenas si su agua roja recoge aquí y allá, esta tarde, entre el fango violeta y amarillo, el sol poniente; y por su cauce casi sólo pueden ir barcas de juguete. ¡Qué pobreza!

Sin embargo, no queremos acabar en el desánimo. La batalla no ha hecho más que comenzar y lo que está en juego es muy importante. Lo que está en juego es la tierra, es el agua, es el trabajo, es la salud, es la vida y es el futuro. Esto lo saben las gentes onubenses que al unísono cantan: ¡No a la balsa!

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