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Volver al pueblo

Yo decidí volver porque me encanta mi pueblo y creía que podía hacer mi vida aquí. Me gusta el estilo de vida rural y de verdad creo que, el futuro puede estar en los pueblos

15 de febrero de 2025 a las 08:59h
Un pequeño pueblo en una imagen reciente.
Un pequeño pueblo en una imagen reciente. MAURI BUHIGAS

¿Estás loca? Es lo primero que me dijeron cuando, a mis 23 años y recién graduada, le decía a la gente que me volvía al pueblo. Yo soy de la Matea, una pequeña aldea de Santiago-Pontones y aunque lo tenía claro, volver al pueblo no es una decisión fácil de tomar. Lo primero que te preocupa, el trabajo. Las posibilidades de los pueblos, en relación a las ciudades en el mundo laboral, son mucho más pequeñas. La mayoría de empresas se concentran en ciudades, bueno en grandes ciudades ya que las ciudades pequeñas están empezando a tener problemas de pérdida de población también, y eso conlleva una migración constante hacia dichas ciudades. Servicios u oferta cultural pueden ser otras de las cosas que te echen para atrás a la hora de decidir volver o emigrar a un pueblo. No tener grandes tiendas, cines, teatros… al alcance de tu mano es un factor negativo para tomar la decisión.

No voy a romantizar el mundo rural, tiene cosas negativas como todos los sitios. Pero, y esto es lo que se nos olvida en la mayoría de los casos, también tiene muchos aspectos positivos. “Para vivir en un pueblo te tiene que gustar” es otra de las frases que me decían. Porque claro, ¿a quién no le va a gustar vivir en Madrid compartiendo piso y pagando un alquiler impagable? Evidentemente, si te gusta vivir en un pueblo lo vas a tener mucho más fácil, pero me gustaría que se viera que la idea de volver o empezar tu vida en un pueblo va más allá de que te guste o no el estilo de vida rural.

Tenemos que ver a nuestros pueblos como opciones reales en la que poder desarrollar nuestra vida. Hoy en día, gracias al teletrabajo y a que cada vez podemos desarrollar nuestra vida profesional de una forma más telemática, tenemos multitud de oportunidades también en el mundo rural. Yo soy economista, actualmente trabajo en una panadería y tengo proyectos para desarrollar de turismo rural. Yolanda Vizcaíno, era enfermera en Bruselas y desde hace poco más de dos años tiene una empresa de turismo activo en la zona; Jose Lara, además de trabajar conmigo en la panadería, tiene una empresa de desarrollo web; Delia Rodríguez, a sus 25 años, ha dejado su trabajo fijo en Córdoba para lanzar su propia empresa de marketing y publicidad en la zona. Con estos ejemplos reales quiero mostrar que las oportunidades están ahí. Solo hay que lanzarse y cogerlas. Debemos dejar de imaginar el mundo rural como sitios vacacionales o que solo están dedicados a la agricultura y ganadería. Tenemos muchas opciones.

Junto a Yolanda y Delia, hace ya casi cuatro años, creamos un festival de música, el En Tierra de Nadie Fest, que va mucho más allá de la música en sí. Hay muchas actividades culturales en la zona, desde teatro a club de lectura. Estamos demostrando que se pueden hacer cosas que antes ni se pensaban. Claro que cuesta trabajo y esfuerzo levantar proyectos como estos, pero sin duda merece la pena. Aportar nuestro granito de arena para que los pueblos se dignifiquen y se tengan en cuenta es una sensación inexplicable.
Las administraciones es otro tema. En general, a los políticos que nos representan, se les llena la boca hablando de los pueblo y del mundo rural. No tienen ni idea de lo que es vivir en un pueblo.

Hay ciudades repletas de gente que pagan alquileres abusivos y pueblos que se vacían cada día. Tenemos montones de casas que se caen a pedazos y seguimos creando un modelo en que vivir en la ciudad sea lo ideal. Hay que ver más allá, hay que ver que los pueblos tienen vida y son opciones reales.

Las necesidades respecto a las ciudades no son las mismas. Nosotros no necesitamos una autovía que nos haga circular 60 kilómetros en 30 minutos, pero sí unas conexiones dignas con otros pueblos; no necesitamos un hospital con todas las especialidades, pero sí un centro de salud al que no le falten médicos y te puedan derivar rápidamente en caso de urgencias; no necesitamos poder estudiar una carrera al lado de casa, pero sí asegurar una educación hasta los 18 años para que nuestros jóvenes no se tengan que ir… estas son algunas de las reivindicaciones básicas que llevamos años pidiendo pero que, poco a poco, vemos como caen en el olvido.

Si esperamos a que nos hagan las cosas estamos perdidos. Somos nosotros los que realmente podemos dar el impulso necesario a los pueblos. Somos nosotros los que tenemos que elegir no irnos a Madrid o Barcelona, somos nosotros los que tenemos que luchar porque no se lleven al maestro de la escuela o al médico del centro de salud. Somos nosotros los que tenemos que hacer ver que no somos un ratio al que le pertenece tanto, sino, que cada uno de los pueblos que habitamos tiene su idiosincrasia propia y sus necesidades específicas. Somos nosotros los que tenemos que luchar por la dignidad de los pueblos.

Yo decidí volver porque me encanta mi pueblo y creía que podía hacer mi vida aquí. Me gusta el estilo de vida rural y de verdad creo que, el futuro puede estar en los pueblos. Por suerte, cada vez somos más los “locos” que vemos el mundo rural como opción de vida y tomamos la decisión de habitarlo. Creo que podemos sentirnos orgullosos de estar manteniendo una cultura que va más allá de la era digital. Que los pueblos, tienen mucha vida y unas costumbres propias de las que aprendemos cada día, que los necesitamos. Necesitamos nuestro mundo rural vivo.

Tenemos que sentirnos orgullosos de poder parar a hablar con un vecino o salir a dar un paseo y que puedas respirar aire puro. Sentir que ir al trabajo en 10 minutos no es una suerte, es un derecho. Tenemos que luchar por poder vivir en una vivienda digna que no destroce tus ingresos, que el tiempo que pasamos en el coche para ir al trabajo no se coma nuestros días. Tenemos que ver que el ocio no es solo meterse en un centro comercial y comprar.
Tenemos que priorizar vivir a producir.