Una señora piadosa de derechas

La señora Gascón se me antoja una señora piadosa de aquellas que imaginan que una vez que se pide ese perdón piadoso se tiene el derecho a recibirlo

Karla Sofía Gascón, actriz española nominada a los Oscar. RTVE.
10 de febrero de 2025

Hace ahora como un año, ya con Milei en el poder, Camila Sosa Villada se sorprendía por "la cantidad de maricones, de lesbianas, de travestis que apoyan a Milei". A mí, la verdad, no me sorprendía ni me sorprende. Tuve, además, la ocasión algo incómoda de conocer a dos gays más mileístas que Milei, uno de los cuales incluso reivindicaba la pena de muerte y hablaba con un despreciativo rencor de intensidad nivel mil sobre los negros del conurbano.

Una vez lograda la visibilidad, una silla en los salones de sociedad, una vez normalizada su situación, todas las personas que aspiraban a ello pueden empezar a expresarse como realmente son en todo su ser de personas. No hay más contradicción entre un “maricón” de derechas o de ultraderecha y un obrero con la misma tendencia ideológica. Fue el pensamiento de izquierdas el que defendió su existencia digna y ahora nos encontramos incluso con feminismos de derechas. Es así, no hay vuelta de hoja. Es así y estaría bien que fuera así desde un punto de vista teórico. En la práctica, las derechas y, sobre todo, las ultraderechas, desean acabar, digo acabar, con esas supuestas veleidades ideológicas, para ellos, de no ser binarios todøs. Cuando digo acabar hablo del uso de la palabra “exterminar” lanzada por Milei contra todo lo que no sea binarismo liberticida. Milei lo berrea, y Trump; el resto lo gritan o lo dicen con sordina.

Deberíamos activar en nuestra memoria colectiva el acervo cultural del “maricón” capillita, rodeado de estampitas de santos y vírgenes, cuando todas esas estampitas son la visualización de una ideología que los niega a sí mismos. En el fondo, parecería poder decirse, les gustaría ser “normales” y para dejar de padecer su “anormalidad” querrían ponerse bajo la bendición de esa ideología religiosa que les prometería perdón, cuando sus ideólogos querrían borrarlos de un plumazo. La contribución de las personas con ideología de izquierdas que hacen posible que vayan por la calle y puedan abrazarse, besarse, ser, y ahora que son quieren serlo con todas las consecuencias: también quieren poder ser de derechas o de ultraderecha y a la vez “maricones, lesbianas y travestis”.

Que Karla Sofía Gascón fuera, como dice Bob Pop, de ultraderecha, resulta interesante; interesante lo que dice Bob Pop. Pero hay ahora una urgencia: el Oscar. El Oscar para una película cuyo director se lanza a la polémica diciendo que sería “el español, una lengua de pobres y migrantes”, unas declaraciones que han resonado ya en los Estados Unidos de América: “No hables ese español de mierda en mi país”.

La señora Gascón se me antoja una señora piadosa de aquellas que imaginan que una vez que se pide ese perdón piadoso se tiene el derecho a recibirlo, y veo que hay una parte de la sociedad española que lo cree también, pero no. Pedir perdón por algo no da ningún derecho a ser perdonado por nadie. Hay algo más importante que ese tejemaneje cultural de cometer un pecado e irse a la iglesia al armario de las almas, entregarla para que te la laven, te la planchen, te la almidonen y, hala, ya está, que su dios todo lo podría. Es posible que lo pueda, aunque en la vida común hay otras condiciones.

Disculparse es mucho más importante que pedir perdón, quizá. Yo me disculpo, yo tengo que hacer algo; tú me perdonas, yo no tengo que hacer nada. Ni hablar. Quien ofende debe hacer algo, ese Ich werde es wiedergutmachen alemán que significa que quien faltó u ofendió es quien tiene que actuar para restaurar el daño que hizo, y menos palabritas piadosas. Pero claro, si en el caso de la Gascón el problema es resolver el asunto cuanto antes para llegar lavá, planchá y almidoná al Oscar es porque estamos llegando poco a poco al fondo de lo soportable.

Todas las personas son respetables y deben ser respetadas siempre; todas las ideologías no lo son. No lo son el fascismo ni el estalinismo, para resumir en dos palabras el horror deshumanizador al que pueden llegar determinados planteamientos ideológicos. ¿Cómo se restablece el daño causado? Si de verdad le duele el daño que causó a la persona que lo causó, debe salir a hablar en favor de quienes ofendió y en contra de quienes ofenden de esa manera como ella misma ofendió.