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¿Acaso nos va mejor ignorando algunos hechos? Bofetadas de realidad que deberían ser bálsamos curativos, baños de agua fría que, aunque dolorosos, deberían hacernos aprender del pasado y no cometer los mismos errores. 

Hace unos días pesqué por las redes sociales un lamento sobre la mala imagen que se estaba dando de Jerez en un programa de televisión dedicado a alcaldes corruptos, en el cual la ciudad no salía muy bien parada. Una vez más, salíamos a la palestra por algo negativo. Pero, ¿cómo evitarlo si la estampa proyectada es fiel a la realidad? Es cierto, no da buena impresión pero, ¿acaso nos va mejor ignorando estos hechos? Bofetadas de realidad que deberían ser bálsamos curativos, baños de agua fría que, aunque dolorosos, deberían hacernos aprender del pasado y no cometer los mismos errores. 

Pensando en ello, leo que en Barbate se discute sobre la conveniencia de acoger la grabación de una serie sobre narcotráfico producida por una famosa cadena de televisión. El debate está entre quienes defienden la producción como una inyección de dinero y generación de empleo en uno de los pueblos más castigados por el paro, y los que critican la continua exposición mediática de esta zona en su relación con la droga. Y de nuevo me cuestiono... ¿Acaso esta no es una provincia donde la droga entra por tierra, mar y aire, donde ha habido casos -aun investigándose- en que la droga ha desaparecido de dependencias policiales, donde las lanchas entran por el Guadarranque como Pedro por su casa, donde a plena luz del día descargan fardos en una playa abarrotada de bañistas, que graban atónitos la hazaña, donde se apedrean helicópteros; o donde los bosquimanos afirman que su único delito es querer llevar un plato caliente a su casa?

En esta reflexión sobre los problemas de la provincia y de la imagen que de ella se proyecta, me encuentro con el lanzamiento de la campaña promocional #yosoydeCádiz de Diputación, en la que prestan su imagen una veintena de personalidades gaditanas del mundo de la música, la literatura, el deporte, etcétera, con el objetivo de difundir la región y sus valores, así como la potencialidad de su gente. La campaña, que afirma dar un “mensaje de optimismo, esperanza y confianza a sus conciudadanos, al tiempo que muestran a propios y extraños la fuerza creativa, la constancia, la capacidad de trabajo y el afán de superación que los habitantes de esta tierra tenemos”, me provoca cierta contradicción. 

Está claro que las caras famosas ligadas multiplican la difusión del destino Cádiz por el número de seguidores de éstas. Sin duda, son muchos los retuits que los clubs de fans de Alejandro Sanz o el actor vejeriego Jesús Castro puedan hacer, así como el alcance internacional de la alcaldesa de París Anne Hidalgo, el guitarrista Manolo Sanlúcar o la deportista de kitesurf Gisela Pulido.

Pero también me suscita discrepancia, y hasta me enerva, el matiz de libro de autoayuda que han querido dar a la iniciativa. Las fotos de estos famosos, que se pueden ver publicadas en Twitter, van acompañadas de un eslogan – a lo Paulo Coelho- en el que dicen haber conseguido sus sueños y animan a la gaditanía en general a luchar por conseguirlos. Lo curioso es que la mayoría del famoserío tiene algo en común, que no se destaca en la campaña: haber tenido que abandonar la provincia para lograr su éxito. Ya se sabe... nadie es profeta en su tierra hasta que la capital del reino no le otorga la fama bautismal. Y me pregunto: ¿Hay que alcanzar el éxito para ser ejemplo de algo en Cádiz? ¿El común de los mortales tiene sueños de menor envergadura? ¿Alguien sueña con tener una casa en Miami o le basta con poder vivir en el Meadero de la Reina sin necesidad de tener que emigrar a Castellón para conseguirlo? 

No es cuestión de falta de ambición ni de optimismo de lo que peca la provincia. Aquí la gente lucha desde muy diversos ámbitos para alcanzar sus sueños, quizás menos prestigiosos que los de los protagonistas de la campaña –que sin duda son buena gente que se lo han currado mucho-. Pero el que vende la mojarrita que ha pescado en La Caleta, la que va casa por casa sorteando una maceta de espárragos o el que vende manojos de tagarninas en las cunetas, esos también están luchando por alcanzar su sueño. El que se va a Silicon Valley y vuelve para montar un negocio en su tierra, las que a base de I+D+i saca decenas de productos a partir de algas, o los que en la ciudad del vino se ponen a producir cerveza, también. 

Y es que somos de Cádiz, con sus defectos y virtudes. Conocemos la imagen que tenemos, sabemos la imagen que otros quieren vender y somos conscientes de que sólo nosotros podemos proyectar la imagen real de nosotros mismos. El problema no está en la poca estima que los gaditanos tienen de su potencial, más bien parece que son las instituciones públicas las que hace años tiraron la toalla y ahora necesitan una campaña motivacional para volver a creer en esta bendita tierra.

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