El sur republicano: evocación de Diego Martínez Barrio
El sur republicano: evocación de Diego Martínez Barrio

Pocas figuras con su legado político, como la del sevillano Diego Martínez Barrio, han sido quizás menos reconocidas en su tierra, hasta hace escasos años que algo se ha remediado. Quizás tendríamos que insistir y recordar, al menos en este nuestro sur andaluz, a uno de sus hijos más notables. Su influencia en la ciudad que le vio nacer, extendiéndose después por toda Andalucía fue estimable y decisiva, pero no solo en el espacio político, también en el cultural, Martíez Barrio no quiso otra cosa que formar ciudadanos libres dueños de su destino, la educación y la movilización en un sur de caciques como la Sevilla de principios del siglo XX era tarea heroica.

Muchos continúan viendo en el solo una figura distante, pero en absoluto lo fue sino todo lo contrario. Comprometido y leal con las clases más pobres, desde un origen muy humilde, fue hombre formado a sí mismo con enorme esfuerzo y alegría, pese a la pobreza de su infancia y su peripecia vital en tan decisivos años. Nuestro político fue un notababilísimo inspirador de la construcción de una ciudad y una región participativa muy progresista en su mejor sentido, poniendo negro sobre blanco a una sociedad que por aquel entonces se mostraba entre élites minoritarias y una clase trabajadora empobrecida hasta la miseria, desde su inicial ímpetu anarquista, hasta sus posiciones radicales del republicanismo, un dinamizador y agitador inusual en aquella época, dando oportunidades a los más desfavorecidos, inculcando una pasión de libertad y fraternidad como no ha vuelto a suceder. Acogiendo en sus proyectos a mujeres y hombres que después sembrarían por la ciudad su ejemplo y enseñanzas.

Pero es su decisión apasionada de crear un activismo político y cultural en su ciudad lo que hoy nos llega con más fuerza. Formó en su ideal político a un grupo bastante numeroso de personalidades que dieron lo mejor en aquella Sevilla que se movía aun en el siglo XIX, la casa y asambleas de Martínez Barrio eran un soplo fresco y de claridad que necesitaba el nuevo siglo que comenzaba.

Las élites del republicanismo español le tuvieron siempre una tenaz desconfianza, torpedeando en numerosas ocasiones sus ideas y proyectos hasta el final de sus días, la dictadura siguió su curso y con ella el olvido, la ciudad que le vio nacer su ignorancia e indiferencia. Mas allá de placas, homenajes y monumentos, no conozco mejor forma de recuerdo que la de seguir el ejemplo y las enseñanzas que el tan de veras ilustre andaluz nos legó.

 

En 1931, la prensa nos daba un perfil de nuestro político en su ciudad: “Se llama la calle del Lirio en la que tiene acogida en su acera a la casita alegre y modesta, de sevillano porte, en que ha vivido en la persecución y vive en el encumbramiento Diego Martinez Barrio. Alli ha discurrido su trabajo de muchas horas, callado, penoso y poco retribuido del hoy ministro de Comunicaciones de la segunda República. Los que han acompañado al politico sevillano en sus largos años de esperanzado anhelo del régimen democrático, conocen el interior pulgro y alegre, iluminado de esta linda casita de un barrio de Sevilla. Allí se han celebrado conferencias y se han elaborado proyectos de conspiraciones, desde alli ha marcado la orientación del partido republicano de Sevilla en su lucha infructifera contra los partidos de la monarquia: era la punta de reunión, discreta, de los elementos activos del izquierdismo radical que trabajaba incansable por la revolución en el aislamiento que le impusieron los años de la dictadura.”

Cuando sus restos mortales regresaron por fin a su Sevilla, como un breve homenaje, le escribí estas breves líneas como recordatorio, junto a tantos amigos, junto a tantos desaparecidos que yacen en el sur republicano.

“Como en un extraño diálogo de Swedenborg en las habitaciones y moradas de los Ángeles, voy contándome una historia por el cementerio de San Fernando, he venido a visitar a un ilustre hijo de la ciudad que ha regresado, un desterrado y perseguido hijo de estas postrimerías sevillanas, Diego Martínez Barrio, le he dejado en el libro que el Ayuntamiento a puesto para la ocasión un recuerdo de mi tío abuelo, Rafael Rubio. Después de tanto tiempo he sido testigo del encuentro de dos viejos amigos, y quizás vuelvan a las palabras de un camarada en su lectura de los Salmos, “descansan junto a sus padres”. A esta hora temprana, por estas calles solitarias, los buenos días del sepulturero son realmente buenos días y no una contraseña macabra de algún enemigo de los judíos o los masones. El tiempo ha destruido las lápidas de mis difuntos, pero yo regreso con su profecía y sus sueños en esta hora del amanecer y la esperanza.”

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