Conviene no buscar titulares con las encuestas de intención de voto porque, en mi opinión, las encuestas son formadoras de opinión para no pocas personas. La tendencia de una buena parte de la sociedad de situarse en el lado correcto las lleva a votar a la mayoría anunciada por las encuestas, por un lado. Por otro, los resultados del último barómetro para esEspaña no le ofrecen a la ultraderecha un porcentaje de ascenso que justifique titulares de los que darían miedo, o al menos temor.
El mundo cayó más que antes en el caos, de la mano del mediocre Trump, una mediocridad que no solo no disimula sino cultiva, porque sus asesores en psicología social insisten en que en ese espejito se quiere mirar una gran cantidad de la sociedad. Algo que nos muestra la Argentina de Milei. Por un lado está, como digo, esta mediocridad, esa estética grosera, ese hablar obsceno y faltón. Hay una parte de las sociedades que se siente agasajada por la campechanía berreta de los poderosos o de los poderosuelos; sectores de las sociedades que se sienten tomados en cuenta cuando les hablan sin ambages de gusto o estilo. Son esos sectores de las sociedades que ayudan a dar mayorías a los sectores más ideologizados de las derechas ultras. Son esos sectores que piensan que si un Milei o un Trump llegaron tan alto, la puerta estaría abierta para ellos a ellos también. Sienten que el éxito es el suyo propio. Los porqués son muchos y diversos, pero considero que el miedo es el instrumento más poderoso. El miedo que actúa como la niebla, y no deja ver, que se cultiva con la falta de formación escolar o con una formación escolar basada en la superstición. El miedo permite mangonear a la gente. No es fácil salirse de ahí y las izquierdas no saben ayudar demasiado.
Esto, sin embargo, no es todo. Después de que en Europa miles de personas salieran a las calles contra el autoritarismo, en Bucarest, en Budapest, etc.; luego que en España, el pasado fin de semana, las manifestaciones en favor de una vivienda digna en más de cuarenta ciudades mostraran un movimiento social que promete, pero que tiene que seguir cultivándose; tras las grandes marchas argentinas contra los desmanes éticos o económicos de Milei. Mil cuatrocientas ciudades de los Estados Unidos salieron a las calles en un acto social histórico contra el autoritarismo. Ante todo esto quiero decir que esas manifestaciones solo tendrán efecto real para un cambio político si se mantienen y cultivan el cambio social que representan por sí mismas: abandonar el sofá y las series para salir a las calles, después de reasumir nuestro yo social, nuestra pertenencia al lugar colectivo en el que vivimos o sobrevivimos.
La grave pandemia que asola la humanidad es el individualismo, la estúpida idea de que cada uno se construye a sí mismo y la más estúpida creencia de que cada uno, por sí mismo, encontrará su solución para su supervivencia. La imagen de que el mundo se derrumbaría en torno nuestro, mientras observamos la escena desde los grandes ventanales de un loft en el centro de Nueva York, es parte de la épica de un cine que lleva tiempo con esa pamplina. Si todos los edificios alrededor del nuestro se derrumban, el nuestro también se derrumbará, el aire será irrespirable para nosotros también y las calles serán intransitables.
La idea de que el mundo está abocado a su desaparición contribuye al cultivo de ese individualismo si no somos capaces de articular respuestas colectivas. A la resignación de un mundo que se destruye por el cambio climático le siguieron las vagas ideas de que con dinero, quien tenga dinero, logrará un apartamentito en la luna de la mano de Musk, que ahora abandona el Gobierno porque sus empresas se van a la quiebra. O la negación que afirma que nada sucede, al mismo tiempo. De esa falta de coherencia parecen no darse cuenta los sectores sociales agasajados por la ultraderecha. Sectores sociales anonadados por la saturación y el caos que se propaga como el efecto más indeseable de la globalización. Necesitamos, todos, reeducarnos respecto a esas redes antisociales que son el instrumento fundamental de la saturación y el caos.