Es injusto, doloroso, execrable, que no se persiguiera judicialmente a los asesinos del franquismo. Eso sí que no tendrá perdón.
Leía la semana pasada con atención el artículo de David de la Cruz tituladoLa memoria de las víctimas, el cual les animo a leer. El inicio de su texto narra la historia del asesinato de Paco el Relojero a manos de los fascistas en Cádiz. Triste e injusta historia, como desgraciadamente se repitieron a lo largo de nuestro país durante demasiados años, agravada por la persecución a la que se sometió a su familia. Muchos de los cuerpos de estos asesinados yacen aún, para desesperación de sus allegados, en cunetas y fosas comunes.
Cuenta también De la Cruz el asesinato de Miguel Ángel Blanco, concejal vasco del Partido Popular de Ermua, de cuya ejecución se cumplen ahora veinte años. Una de las cosas positivas que nos ha traído la democracia es la persecución de los delitos, con más ahínco y dedicación de la Justicia dependiendo del acusado en demasiadas ocasiones. En este caso, los asesinos fueron llevados ante los tribunales, algo impensable en tiempos del Caudillo, cuando se ajusticiaba a gusto del ejecutor.
Difiero de David en un aspecto, y no voy a entrar en política, porque lo que pienso vale igual para Blanco que para Isaías Carrasco, concejal del PSOE, o Fernando Buesa, del mismo partido, también ejecutados por ETA, o cualquiera de las 21 víctimas del atentado en un supermercado, cuya filiación política creo que importaba poco a los asesinos. ETA no ha pedido perdón, tampoco lo han pedido los herederos políticos de la sanguinaria formación, y más que entregar las armas se han visto forzados a ello por la presión policial.
Si los partidos políticos se empeñan en separar, son sectarios por naturaleza, y si, en tu opinión, el Partido Popular calla, o al menos mira de soslayo, tampoco se define mucho Podemos, que no condena los asesinatos de ETA, no sé bien en base a qué. Ya he dicho que la opinión política en este sentido me importa poco, porque siempre van a actuar en función de sus intereses, algunas veces ciertamente inexplicables, y esto es algo extensivo a todas las formaciones.
A mí, como ciudadano, me preocupan las víctimas, las personas, que se intenten aprovechar de su dolor y de sus familiares negándoles la humanidad de poder enterrar a sus muertos con dignidad. Y, finalizando, es injusto, doloroso, execrable, que no se persiguiera judicialmente a los asesinos del franquismo. Eso sí que no tendrá perdón.