El trabajo serio, hecho desde el compromiso y del cariño, constante y coordinado de cuantas asociaciones y entidades integran la Mesa por la Recuperación de la Memoria Histórica de Trebujena ha dado sus resultados. Esta Mesa de trabajo estaba compuesta en 2020 por el Ayuntamiento, la Asociación de Mujeres Doña Palomares, Ateneo Juan Galán El Zarandaó, el Sindicato Andaluz de Trabajadores, Comisiones Obreras e Izquierda Unida. En mayo de 2020 se solicitó de la Junta de Andalucía su apoyo a una iniciativa para proceder a la apertura de la fosa común existente en el cementerio municipal con más de un centenar de víctimas asesinadas durante la campaña de exterminio llevada a cabo en la población a partir de julio de 1936, además de otras víctimas de poblaciones vecinas como Lebrija. Se le informaba, además del proyecto de creación de una Ruta de la Memoria que recogiera y singularizara los lugares que en la memoria colectiva del pueblo se han conservado y permanecido durante casi 90 años como sitios relacionados con la represión.
Integran esta Ruta lugares como el propio cementerio, la Bodega de Esteban, en cuyos muros se fusiló a 11 vecinos, la Plaza de D. Antonio Cañadas, uno de los médicos titulares de Trebujena en 1936 que fue uno de los primeros asesinados del pueblo, aunque trasladado a Jerez para su ejecución, todo parece indicar que en el ya conocido “fusiladero” de la Trocha de El Puerto, término de Jerez, o la creación de un llamado Parque de la Memoria, donde ya se ha procedido a la plantación de árboles a cuyos pies se ha erigido un recordatorio de cada víctima.
El día 26 de este mes de febrero desde el Ayuntamiento se anunciaba que la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) había concedido una subvención de 18.000 euros, de los 60.000 que se solicitaron para el proyecto presentado a este organismo en diciembre de 2020. Con esta cantidad se iniciarán muy pronto trabajos de prospección, exhumación y análisis de los restos óseos de esas víctimas arrojadas con alevosía a esa fosa. En Trebujena ha existido desde siempre una memoria clara de ese hecho sangriento, repetido por toda la geografía española, y que fue el origen fundacional del franquismo, y se ha tenido también una clara conciencia del simbolismo que ese lugar ocupado por la fosa común tiene para la comprensión de su historia.
Ciento de veces escuché de los labios de mi madre su relato de detalles de esas sangrientas jornadas vividas en la canícula del verano trebujenero de 1936. En multitud de ocasiones he oído también de su boca, sin alcanzar al principio a comprender del todo, los detalles horrorosos de las detenciones, atropellos y otros detalles relacionados con los asesinatos de las víctimas. Muchas veces nos contaba el momento de la detención de Aguilocho, una de las víctimas, cuando se encontraba sentado al fresco de la tarde en la puerta de la casa donde también vivía mi abuela María Jesús, en la calle Larga trebujenera. Sus nietos, mis hijos entre ellos, conocen también de memoria los detalles de la noche en que fusilaron a La Moricha en la cama cuando dormía con su marido (Cordero). Podrían repetir casi de memoria los detalles de cómo fue dada por muerta por sus verdugos, cargada en el carro de la basura, conducida al cementerio, descargada y arrojada a esa fosa, en camisón, junto con su esposo, o el relato de su abuela acerca de cómo se ha contado en el pueblo que ya de madrugada, a duras penas, pudo salir de ella herida y aturdida, con la boca atravesada de lado a lado por uno de los disparos efectuados sobre la cama matrimonial y recorrió los parajes marismeños del término de Trebujena hasta que fue encontrada.
Moricha se llamaba en realidad Juana Aguilar Pazos y en la actualidad una de las calles de Jerez de la zona Sur lleva su nombre, gracias a los trabajos pioneros en relación con la Memoria Histórica emprendidos por gente de Jerez como María José Ruiz Piñero sobre la represión sufrida por la mujeres en el franquismo. Porque La Moricha, conocida por algunas personas aquí en Jerez como La Resucitada, dejó Trebujena y se vino a vivir a esta ciudad, a la calle Merced nº 9, donde sobrevivía con lo poco que podía obtener vendiendo chucherías que transportaba en un cesto de mimbre y, en algunos momentos de mediados de los años 40 del siglo pasado, con las escasas 90 pesetas mensuales que las autoridades responsables de los asesinatos de dos de sus hijos daban a modo de magra limosna a una de sus nietas huérfanas a cuyo cargo estuvo. En Trebujena, como en tantos lugares, muchas de sus mujeres jugaron un valioso papel como transmisoras de información relacionada con ese negro episodio de nuestra historia local que siguió a la ocupación del pueblo por unos 40 soldados enviados desde Jerez al mando del teniente del Depósito de Recría y Doma Manuel Mateos Salgado y un brigada, ayudados también por un grupo de falangistas, sobre las cuatro de la tarde del 20 de julio de 1936.
En pleno franquismo, según nos relataba D. Antonio Mesa Jarén, presbítero de la parroquia, una persona muy querida en el pueblo y desgraciadamente fallecida recientemente, se llegó a saltar durante la noche las tapias del cementerio para clavar en el lugar de la ubicación de la fosa común una cruz de madera, que era rápidamente quitada del lugar, obviamente. O cómo familiares de víctimas del pueblo vecino de Lebrija, que fueron trasladadas a Trebujena y tiradas también a esa fosa, depositaban año tras años flores sobre la tierra que la cubría y que inmediatamente eran retiradas. Por otro lado, desde la constitución del primer ayuntamiento elegido democráticamente en 1979, de mayoría absoluta de hombres y mujeres del Partido Comunista, la manifestación convocada cada 1º de Mayo termina invariablemente en el cementerio donde se procede a depositar una corona de flores en ese rincón del cementerio donde “reposan” los restos de esos paisanos asesinados.
Desde Jerez, como trebujenero y como persona preocupada y sensibilizada con estas necesarias acciones de justicia y reparación de víctimas y familiares de la represión no puedo sino sentirme contento y manifestar mi alegría y felicitación por ese trabajo tan efectivo y bien hecho en Trebujena por estas asociaciones y personas del pueblo.Todo ello, sin embargo, como vecino de Jerez, me lleva a pensar en lo que en este terreno de dignificación de las víctimas puede hacerse cuando hay de verdad una voluntad sincera de acometer esta tarea, y no, como ocurre con el Ayuntamiento de Jerez, solo una aparente dedicación a ese tema, guiada la mayoría de las veces por una actitud de relumbrón y de aparición en los medios.
Si Trebujena, un pueblo con tan solo 7000 habitantes y un Ayuntamiento con la capacidad económica propia de las localidades con esas características demográficas ha podido llevar a cabo este magnífico trabajo, ¿por qué en Jerez, una ciudad con más de 200.000 habitantes y con un censo de víctimas asesinadas documentadas que ronda el número de 400 no se hace algo ni siquiera parecido en cuanto a realizaciones concretas, a voluntad y compromiso se refiere? ¿Por qué Trebujena ha podido conseguir esta cantidad de la FEMP y Jerez no? En la respuesta a esta pregunta es la experiencia la que se encarga de responderla. Esta experiencia viene demostrando que no hay, de verdad, por parte del Ayuntamiento de Jerez una voluntad de hacerlo de esa manera, ni de colaborar, en pie de igualdad, sin protagonismos exclusivistas y fagocitadores, con las asociaciones jerezanas dedicadas a la Memoria Histórica. Hay demasiado cálculo electoral cuando desde la fuerza mayoritaria de la corporación municipal, el PSOE, se abordan esos asuntos. En Trebujena, no. En Trebujena, simplemente, se ha pensado que esta tarea, aunque ha tardado lo suyo, es una cuestión de justicia y de derechos humanos, pendiente ya desde hace demasiado tiempo, y punto. En esta materia esta es otra diferencia entre la gran ciudad del vino y el pequeño municipio, tan cercanos ambos.
En Trebujena, además, desde hace ya años se intervino en el lugar donde se ubica la fosa, adecentando el sitio y sus contornos, erigiendo un conjunto escultórico y unas placas de mármol con la inscripción de cada una de las víctimas de la localidad y de fuera de ella de las que se tiene constancia que fueron arrojadas a ella. ¿Existe en Jerez, algo parecido en algún punto cercano a la zona que ocupó el antiguo cementerio de Santo Domingo y que recuerde a las víctimas jerezanas? ¿Se ha proyectado en Jerez algo parecido a esa Ruta de la Memoria que se ha señalizado, y concretado, en Trebujena para que quede constancias de aquellos lugares vinculados al recuerdo de esos asesinatos? ¿Existe en Jerez, como en Trebujena se ha hecho, una señalización de esos lugares de ignominioso recuerdo que den cuenta del horror cometido contra esos centenares de Jerezanos y jerezanas, como son la Trocha, la Laguna de Medina, los alrededores de la plaza de toros, el Cortijo de Vicos y tantos otros parajes del término? No. ¿Por qué? Visto lo visto, porque no se ha querido, no ha habido interés en ello. Debería el Ayuntamiento de Jerez haber empezado a hacerlo ya? Sí. ¿Por qué? Porque, sencillamente, es de justicia.
Para terminar ya, solo resta reiterar mi reconocimiento por esta iniciativa de Trebujena. A la joven y trabajadora teniente de alcalde Ana Luisa Robredo, bisnieta de Miguel Caballero Pazos, “Manzana”, dirigente local de la CNT, que prefirió suicidarse arrojándose a un pozo antes de caer en manos de sus verdugos, y familiar por tanto también del hijo de este, José Caballero Robles, unos de los últimos fusilados en el pueblo. A Luis Caro, miembro del Ateneo Juan Galán el Zarandaó y autor de un imprescindible libro para conocer la historia de la represión en Trebujena, a cuyo esclarecimiento ha contribuido de manera impagable, y a todas las asociaciones y entidades que han hecho posible este proyecto.
Al Ayuntamiento de Jerez y responsables de Memoria Histórica en él, bueno, que tomen nota y que se percaten de que realmente hay cosas importantes que en esta materia se pueden hacer cuando hay una verdadera voluntad de hacerlo y deseos de colaboración, pero en pie de igualdad, y no solo, en este sentido, esgrimiendo una inexplicable actitud de instrumentalización del trabajo de las asociaciones de Memoria Histórica locales en beneficio propio.