Tres reyes europeos de pura cepa palaciega

En la imagen, insisto, las sonrisas de los tres conforman una general sonrisa que es la de España desde ayer, campeona después de haberle ganado a Italia, a Alemania, a Francia, a Inglaterra

Álvaro Romero Bernal.

Álvaro Romero Bernal es periodista con 25 años de experiencia, doctor en Periodismo por la Universidad de Sevilla, escritor y profesor de Literatura. Ha sido una de las firmas destacadas, como columnista y reportero de 'El Correo de Andalucía' después de pasar por las principales cabeceras de Publicaciones del Sur. Escritor de una decena de libros de todos los géneros, entre los que destaca su ensayo dedicado a Joaquín Romero Murube, ha destacado en la novela, después de que quedara finalista del III Premio Vuela la Cometa con El resplandor de las mariposas (Ediciones en Huida, 2018). 

Gavi, Navas y Fabián, jugadores de la Selección Española.
Gavi, Navas y Fabián, jugadores de la Selección Española.

Contaminan su entusiasmo con solo mantenerles la mirada en ese instante irrepetible que capta la fotografía. Las tres sonrisas, tan puras, se alinean a su vez en una triple sonrisa que es la sonrisa de todo el país. Pero resulta mágico que la construyan entre tres chicos de un mismo pueblo que representan el 27% del once de la Selección Española mientras que el municipio mismo representa el 0,08% de la población nacional. No solo resulta mágico, sino increíble, difícil de imaginar incluso en la más disparatada de las ficciones. Piénsenlo si no fuera verdad: que tres jugadores de esa armada invencible fueran exactamente del mismo pueblo, de las mismas calles prácticamente, barrio arriba barrio abajo, procedentes de unas familias que se conocen de toda la vida, que han asistido a los mismos entrenamientos a lo largo de estas últimas décadas, porque Navas es ya un responsable padre de familia, Fabián es todo un hombrecito y Gavi acaba de salir de la adolescencia, pero son absolutamente contemporáneos y saben de lo que se habla cuando se habla de ganar en la élite a la que los tres han dado el salto después de haber estudiado en Los Palacios, de haber jugado hasta la extenuación en Los Palacios, de haber crecido aquí hasta el punto de viajar internacionalmente, pero pensar con su idiolecto palaciego cada vez que tienen que pensar algo fundamental, importante, como esas cosas que solo se piensan con el corazón. 

En la imagen, insisto, las sonrisas de los tres conforman una general sonrisa que es la de España desde ayer, campeona después de haberle ganado a Italia, a Alemania, a Francia, a Inglaterra. Hace falta repasar los libros de Historia para saber lo que significa darle la vuelta a la tortilla de tantos sucesos patrióticos, no ahora con cañones, sino con esa fuerza mucho más global –más ejemplar, más trascendente- que es la del deporte. 

La copa europea, allá en Berlín, queda en la estampa en diagonal, atravesando a los tres mosqueteros palaciegos desde la base que sostiene Gavi hasta la cúspide que apunta a Fabián, el más alto de los tres sin que importe nada en ese instante inefable de que tampoco importen las banderas, ni la de su pueblo que llevan todos en sus corazones, ni la de Andalucía que lleva Fabián atada a la cintura, ni la de España que los viste ni la de Europa que los aplaude. La bandera más íntima es la que enarbolan con su ejemplo, con su testimonio triple de chicos de pueblo entonando la lección de los pueblos europeos unidos por esa causa siempre difícil de creer que los sueños se cumplen, de que la justicia poética existe, de que Ítaca los va a recibir mañana con sus puertas abiertas, sin preguntarles a ninguno quién hizo más o quién no pudo jugar por una lesión. La estampa tal vez no vuelva a repetirse, así tal cual, pero va a quedar grabada incluso en la memoria de a quienes se lo contemos por los siglos de los siglos. 

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