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De tribus urbanas, colectivos y generaciones

Polarizar extremos en pos de la defensa a ultranza de los ideales puede derivar en una tendencia que, por lo general, busca la violencia hasta convertirla en un medio y en un fin

21 de abril de 2025 a las 09:30h
Las tribus urbanas.
Las tribus urbanas.

Los estudios antropológicos abordan una pregunta de rigurosa y candente actualidad, ¿qué lleva al ser humano a afiliarse a determinados grupos sociales?

En los últimos tiempos ha proliferado la aparición de organizaciones o entes auspiciados bajo la diversidad de señas y lemas de lo más variopintos.

Si nos retrotraemos a la década de los setenta y ochenta, estos grupos ―minoritarios por entonces― aunaban el sentido de pertenencia por cuestiones mayoritariamente estéticas, con una leve motivación ideológica como telón de fondo.

Por el contrario, hoy en día las tornas se han invertido de tal manera que prevalece todo lo relativo a la ideología, ocupando un plano superlativo a la par que peligroso.

Ser ciudadano del mundo, salvando las abismales diferencias, se ha convertido en todo una experiencia. Algo similar a ir a un gran hipermercado, donde la variedad de productos ―según su tipología― se clasifican en estantes y pasillos.

Continuando con el símil, la controversia surge cuando tratamos de entremezclar la lejía con el pan brioche. Con una salvedad, en este escenario distópico todos somos seres humanos y para barreras y aranceles ya está Trump.

¿Es peligroso afiliarse a colectivos? En absoluto. La cuestión de base depende de la respuesta que hallemos en algo tan simple como la utilización o el desempeño que se aplique al asunto.

Polarizar extremos en pos de la defensa a ultranza de los ideales puede derivar en una tendencia que, por lo general, busca la violencia hasta convertirla en un medio y en un fin; un abominable móvil que, de alguna manera, justifique lo irracional. El ejemplo más cercano lo tenemos en los grupos radicales existentes en las aficiones de fútbol. Pero no hay que olvidar algo, la violencia cuenta con muchos tipos de manifestaciones, no solo la física. Y ahí, muchos de nosotros tenemos que entonar el mea culpa, ya que este paradigma abarca un abanico tan amplio como variado.

Otra materia distinta pero que guarda ciertos paralelismos, es la adhesión a los diferentes movimientos generacionales, pero por más que nos empecinemos, el resultado es el mismo: volver a clasificar ―y excluir― a los individuos que no se ajustan a ciertos parámetros.

Dentro de este batiburrillo, la meta es el reclamo, en muchos casos vehemente, de derechos. Esos mismos que llegan a convertirse en emblemas a voz en grito pero que invitan a un pensamiento mucho más profundo: ¿cuántos de ellos van encaminados a la consecución del bien común?

Conviene no perder de vista aquella reflexión que, por tópica que pueda resultar, no está falta de verdad, “los derechos se ganan con obligaciones”. Pero como suele ocurrir en la mayoría de situaciones, el ancho de embudo juega malas pasadas y retrata a más de uno.

Podríamos decir por tanto, que una tribu urbana es una subcultura anexada a otra cultura dominante. Si nos atenemos a la definición, encontramos a una agrupación de personas que coinciden en materia de intereses, inclinaciones y/o preferencias; lo cual nos conduce a una cuestión reflexiva final: ¿acaso no estaríamos mejor si empleásemos todo el gasto mental y físico en simplificar las cosas y hacerlas un poco más sencillas? No interesa. En ese supuesto, desaparecerían un número importante de grupúsculos y con ello, muchos negocios irían al traste. El dinero manda, por desgracia.

Gracias por la lectura y buen lunes.

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