Hasta un renqueante Joe Biden en su discurso de despedida ha advertido de la existencia de una oligarquía de extremo poder y riqueza mediante un “complejo industrial tecnológico ultrarrico”, que puede ser determinante en el control de las democracias y específicamente en el destino de su propia nación. En el próximo gabinete de Trump los cargos se han repartido entre más de una decena de multimillonarios (con intereses que van desde las criptomonedas a las acciones de prisiones privadas), entre los que destaca con mayor peligrosidad un histriónico Elen Musk, que domina sectores como la neurotecnología, la automoción eléctrica, IA, telecomunicaciones, transporte aeroespacial y por supuesto redes sociales. Esta alianza de poderosos reúne y reconduce pequeñas disidencias entre los de su especie, y así hemos podido contemplar el discurso de un Mark Zuckerberg (con pequeños detalles de puesta en escena como un reloj de 900.000 dólares), anunciando que Facebook e Instagram dejaran de usar la verificación de datos mediante expertos y organizaciones independientes, para ser sustituida por un sistema similar al de notas comunitarias que usa el dueño de la red X. El motivo teórico de la emulación es “proteger” la libertad de expresión con una “herramienta eficaz”. Con el próximo sainete en TikTok y su interferencia china, el sector ideológico conservador esgrime que las redes sociales tienden por lo general a un sesgo izquierdoso y que por lo tanto es necesario un correctivo metodológico en la circulación de la información.
A la vista de quienes dirigen el cotarro de social media tiendo a dudar tanto de los diferentes sistemas de control como de la propia capacidad de cambio real que una sociedad 4.0 nos promete (a la espera del siguiente dígito que dice centrarse en un desarrollo tecnológico para y por elser humano). La tesitura actual demuestra que el control de la comunicación y el debate sobre el viejo adagio de la verdad o no (con mayúsculas), es hoy una verdadera arma de doble filo que con la consagración de tecnologías disruptivas como la Inteligencia Artificial-Machine Learning, Big Data o la Realidad Virtual Avanzada nos sitúa en una nueva era humana que como mínimo resulta inquietante. Ignoro si con anterioridad o ya con los cambios actuales, el propio titular de este artículo pasaría el filtro como texto de opinión en esas redes sociales, por lo que me aferro con más fuerza a metodologías clásicas existentes y agradezco aún más la oportunidad de poder expresarme en lo que todavía considero prensa libre. Frente a la obscena inmediatez en la respuesta, el troleo de turno o el pensamiento elemental que abunda en foros digitales, prefiero el proceso recolector de datos, la organización de ideas, la redacción sosegada de un texto que exponga una adecuada aportación de argumentos y un método de disertación más constructivo, con una exposición más calma tanto al que escribe como al que lee. Mi rechazo se apoya además en la experiencia -no precisamente satisfactoria- en listas de opinión universitaria durante más de una veintena de años (una comunidad a la que se le supone una elevada capacitación), comprobando que tanto las miserias humanas como los egos superlativos son un elemento transversal donde encontrar los mismos perfiles divagadores, pontificadores o sectarios que en otros ámbitos menos cultivados, siendo la única modulación una contenida moderación en el insulto explícito (podría contar alguna anécdota con soterrada amenaza física de energúmeno pero no merece la pena).
En estas disquisiciones planteo una reflexión colectiva sobre el poder y la difusión de la información en el actual escenario temporal, ejemplificado en un tipo como Musk que regala un millón de dólares a posibles electores en su propio país o que visita Alemania en un escenario electoral para reunirse con los herederos y simpatizantes del nacionalsocialismo e indicar que son el “último rayo de esperanza”. Este señor es el patrocinador del primer presidente convicto de los EE.UU. (con una condena dulcificada obra y gracia del sistema “independiente” judicial), que a su vez y entre muchos méritos propios incluye incitar a un golpe de estado, ser admirador del dictador ruso o amenazar con invadir o anexionar Groenlandia, Panamá o Canadá; todo ello ganando unas elecciones con una participación en torno al 63 % y respaldado por unos 77 millones de ciudadanos de un país que se considera la primera potencia mundial y toda una democracia avanzada: lo siento, discrepo abiertamente y cuestiono la inteligencia y la moralidad de estos resultados, del líder y de la propia ciudadanía que lo apoya.
Como inciso ilustrativo y casualidades, tuve la fortuna de conocer en 2016 la belleza, brutal naturaleza y escasa población del “país verde”, Grønland (en danés), o Kalaallit Nunaat (groenlandés), empapándome de una historia que remite a Erik el Rojo, asentamientos daneses, noruegos, islandeses y por supuesto de la cultura Thule y sus herederos -los inuit- a los que el hombre blanco y la civilización no han traído cosas demasiado buenas (pérdida de tradiciones y adaptación natural al medio, alcoholismo y una tasa alta de suicidios). En la Segunda Guerra Mundial fue un centro fundamental en el trasvase de material militar a Europa y permitió que el siempre interesado amigo yanqui desplegara sus bases durante la Guerra Fría hasta la actualidad. Dejo al interesado que indague la operación Chrome Dome con un incidente nuclear de un B-52 (al estilo Palomares), lo que fue y queda del siniestro proyecto Camp Century y la pica estadounidense puesta en la Base de Thule (Pituffik Space Base), pieza clave en la defensa y alerta aerospacial norteamericana, teóricamente sirviente a la OTAN, razón por la que EE. UU. en teoría debería atacarse asimismo en caso de invasión. Si añadimos que el cambio climático abre puertas a facilitar la extracción de los grandes y estratégicos recursos minerales y energéticos disponibles, tenemos las razones de la bravuconada trumpista que ha hecho que hasta el rey danés Federico X haya cambiado el escudo de armas de su nación, resaltando en un cuartel al oso polar representativo de ese territorio y en otro al carnero de las Islas Feroe.
Si me detengo en esta pequeña explicación es solo por comparar lo complejo que deberían ser los análisis de la política, las ideas o los conflictos y lo fácil que lo reducimos a una distorsión acelerada. Que un privilegiado matón de clase y manual (dudo que su soberbia le deje un mínimo hueco a la inteligencia), sea un dirigente con un mortífero poder disponible para lanzar amenazas sin respuesta internacional, da escalofríos; que se acompañe de un elenco de ricachones que no van cortos de ansias de dominio ni sobrados de escrúpulos, empequeñece la mínima luz de optimismo disponible. Al respecto y en general, es apasionante revisar las biografías de los grandes dictadores y poderosos de la historia, porque explican muchas actitudes y realidades que, si la ventana histórica los acompaña, producen una combinación letal al resto de mortales.
Para evitarnos esta ralea o nuevos Stalin, Mao, Putin o Xi Jinping, quizás pudiera proponerse en las Naciones Unidas una titulación específica de postgrado en psicología-psiquiatría de obligada asistencia, con cursos sobre problemas de socialización en su infancia o presencia de progenitores bastante cuestionables (Musk y Adolf Hitler tienen ciertas similitudes al respecto…debe ser el vínculo de admiración al partido AfD). En un anterior artículo hablaba de las democracias huecas como referencia política en la complicidad con estos totalitarismos encubiertos de los que hablamos, y es que para los que olvidan o no conocen la historia, la peor y posiblemente más estudiada aberración política, tuvo un origen en causas concretas, pero sobre todo se vio favorecida con un desarrollo germinal durante una decadente, aunque legítima forma de gobierno que fue la República de Weimar. En ese periodo convulso (salvo el conato del Putsch de Múnich), se fueron degradando valores fundamentales en el marco de procesos democráticos, llegando a las elecciones federales de Alemania en julio de 1932 donde el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán se posicionó limpiamente -si bien no ganó- como la primera fuerza política al obtener el 37.27% de los votos y 230 escaños…para perder algo de fuerza en las de noviembre del mismo año, nombrar Hindenburg canciller a Hitler en enero de 1933, y asaltar el poder -ya con serias alteraciones electorales- en las de marzo de 1933.
Ante este panorama se pudiera tener la esperanza que Europa como cuna de la dialéctica y la razón, obstaculizara o parase esta deriva, pero un rápido vistazo nos coloca ante la Hungría de Viktor Orbán, Herbert Kickl con su Partido de la Libertad (FPÖ) como aspirante austríaco al nostálgico título de Volkskanzler o la ultraliberal Giorgia Meloni abriendo las puertas y el control de la información-comunicación a Starlink-SpaceX. Indaguen los rumbos de Eslovaquia, Holanda, Rumanía, Croacia o la propia Alemania y la sombra del extremismo se asoma sin pudor. Salten a un mundo multipolar que esconde amenazas o inestabilidades telúricas desde el polvorín de Oriente Medio al núcleo Indopacífico, a toda África occidental y oriental o la propia Iberoamérica y las posibilidades para la templanza se reducen, con la completa disolución de los conceptos ideológicos del bienestar social común.
Resulta irreal que sean los defensores del ultracapitalismo los que amenacen con aranceles proteccionistas si no se cumplen sus deseos de dominio y beneficio propio (¿medidas marxistas en el neoliberalismo?), pero como izquierdista sigo además perplejo ante la tibieza, ausencia de reacciones o aberraciones de lo que hoy se considera esta opción política: que el PCE declare oficialmente que el fin de Al Asad en Siria “representa un golpe devastador para las fuerzas progresistas y de izquierda en todo el mundo” o que la amalgama IU, Podemos, Sumar haga apoyos explícitos a regímenes como Venezuela, Nicaragua o Cuba, no es más que gasolina para todos los sectores ultras de la derecha más reaccionaria.
Para concluir no me resisto a comentar los últimos lances en el escenario patrio porque reflejan muy bien la dinámica expuesta en este texto respecto a lo etéreo, falsario, absurdo o pretendidamente ofensivo en las ideas y el modo en que nos comunicamos los seres humanos en estos temporales posmodernos. En un lamentable repaso de apuntes breves: una estampita de una advenediza con cero gracia en un programa de fin de año despierta de nuevo la ira reaccionaria de Abogados Cristianos y sus demandas de saturación oSLAPP (Strategic lawsuits against public participation), incluye a Monseñor Saiz (muy activo en redes advirtiendo del límite de la paciencia cristiana); este drama barato retroalimenta la pugna Broncano-Motos como máxima exaltación de la calidad-ideología televisiva (nos podíamos ahorrar ambos); Irene Montero sigue ociosa y obsesionada en su cruzada y califica un tuit de la Guardia Civil como “racismo institucional” al confundir antifaces de unos reyes magos con color de piel…la Benemérita lo retira; repartición de llaveros del dictador Franco en Juvelandia (Jerez de la Frontera); excursión “educativa” de un IES de Valladolid al Valle de Cuelgamuros con banderas y canto del 'Cara al Sol'; la Fundación Nacional Francisco Franco se ratifica en su apología del franquismo y habla de vulneración del estado de Derecho ante la amenaza de su disolución; el PSOE registra una ley anti ultras que reforma la acusación popular.
En noviembre pasado Fernando Aramburu se despedía en El País comentando que había perdido la fe en sus propias columnas, que sus opiniones se asemejaban cada vez más a “un paraguas abierto en medio del huracán". Compartiendo el pesimismo y el desplazamiento de época, sigo con estas pequeñas aportaciones textuales porque creo que hay que mantener un testimonio divergente a la masa, aunque sea consciente que el mundo ha cambiado radicalmente en su forma de pensar (o algo similar), de actuar y de gestionar en lo que concierne a sus cuestiones colectivas, y que lejos de un esperado fin de fase, el presente se acrisola y se transforma en una forma aún peor de conocimiento. Nos quedaremos como placebo con la luminosa Parthenope de Paolo Sorrentino, en un mundo caótico e incómodo que apenas nos deja disfrutar de la hipnótica belleza y la inteligencia, del irreal amor que nos atormenta o de la efímera juventud y madurez como antesala de nuestro último tránsito.