El año pasado por estas fechas el país andaba seducido por un globo terráqueo con pezón. Seguro que lo recuerdan, aunque la mente de las nuevas generaciones cada vez retiene las historias durante menos tiempo. Es la clásica fugacidad posmoderna que casi no permite conservar nada en la retina ni en el hipocampo. Para eso el oído y el olfato tienen bastante más capacidad. El lóbulo temporal, la parte del cerebro que va desde la sien hasta la zona posterior del oído es algo así como el Spotify premium que traemos de serie los humanos. Ahí es donde se gestiona nuestra memoria auditiva. Las canciones son capaces de permanecer en nosotros si la letra o la melodía nos han impactado de verdad. Eso es lo que ocurrió el año pasado con el Mamá de Rigoberta Bandini. Se convirtió en una especie de himno que abanderaron muchas mujeres, por su reivindicación del cuerpo femenino y de lo cotidiano.
“No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas”, cantaba Rigoberta. Y debe de tener razón, pues en pleno 2023 nos siguen escandalizando los pezones de una mujer. Si no que se lo digan a Ione Belarra, que ha tenido que soportar esta semana críticas, mofas y hasta debates televisivos sobre su sujetador ausente. La televisión autonómica andaluza se preguntaba la otra tarde si no llevar sujetador era violencia o falta de decoro. La propia formulación de la cuestión es extrañamente pervertida. ¿La violencia se desata cuando una no se pone el sujetador? ¿Qué es lo que la desata? ¿Es amenazante no ponérselo? ¿Y qué pasa con el decoro? ¿Son indecorosos los pezones femeninos? ¿En qué consiste hacer un uso inadecuado de los pezones? Sea lo que sea, creo que se debe convertir en el propósito vital de cualquier mujer mínimamente interesante.
Lo más grave es que quienes se atreven a cuestionar los pezones de Belarra ni siquiera se han parado a pensar en lo improcedente de su juicio. Ese sí que agrede al decoro. Parece que cuando el machote de Abascal se pone sus ajustados polos empitonadores todo está bien. Esos pezones no dan miedo, ni se critican, ni abren debates en la tele pública. Los señores pueden adquirir el rol que les plazca: pueden ser cazadores, hombres de acción, ejecutivos trajeados, veraneantes de lo más casual. Y todo está bien. Porque sus looks no ponen en peligro la civilización, ni desatan bajos instintos, ni fomentan la violencia. Definitivamente, sus pezones son irrelevantes.
Y mientras tanto, persisten las violaciones, los asesinatos machistas, el acoso sexual, las justificaciones al abuso, y los malnacidos que acusan a otra ministra de haberse ganado el puesto a base de felaciones. Sigue la violencia que se ejerce por poder y desde el poder. Pero el problema, el gran problema en este panorama de mierda, siguen siendo el decoro y los pezones de una mujer.
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