Muchos lo advirtieron en aquellos días; el camino recorrido con el asunto del referéndum catalán del primero de octubre del 2017 abría un atajo antidemocrático muy peligroso por donde luego podría transitar el autoritarismo. Entonces las víctimas fueron los soberanistas catalanes, luego, lo seríamos todos.
¿Qué es eso de recurrir y anular, ante instituciones externas a la soberanía popular, órdenes del día parlamentarios antes de que se debatan y aprueben en sede parlamentaria? Los parlamentos tienen la competencia de autoproducción (elaboran y aprueban los reglamentos de las cámaras) y de autotutela de los procedimientos parlamentarios. Esto implica que las competencias del Tribunal Constitucional como poder legislativo negativo son siempre a posteriori, nunca a priori. No existe la institucionalidad preventiva o potencial. El reglamento del congreso, por ejemplo, puede ser declarado, ex parte vel in toto, inconstitucional cuando haya sido aprobado como ley en el congreso, no antes cuando es solo un proyecto o proposición de ley. Esto es así porque lo contrario sería superponer, en vez de supeditar, el principio legalidad (Estado per lege) al principio democrático (soberanía popular). ¿Qué soberanía tendría una asamblea que no puede decidir siquiera sobre lo que debate?
Si el TC puede decidir a priori sobre lo que se puede o no debatir en el congreso, el TC ha sustituido, in vigilando, al congreso mismo como poder legislativo positivo. Dándose así la enorme paradoja que un órgano de extracción parlamentaria, TC, que extrae la legitimidad de forma vicaria, suplanta al órgano (congreso) de extracción. Esto podría conducir al hecho de que el TC podría perpetuarse en su actual composición impidiendo cualquier modificación de ley orgánica del TC o la renovación de su actuales miembros, consagrando de esta forma una especie de despotismo o directorio judicial permanente.
De aquellos polvos del referéndum catalán vienen los lodos actuales. En aquel momento (los polvos) el PSOE fue verdugo; hoy (los lodos), es, como ya se advirtió, la víctima. Por ese camino solo podría transitar la derecha autoritaria, lástima que el PSOE participara activamente, y hasta con entusiasmo como Borrell, en las tareas de desbrozo. La alianza de la derecha toda, el Estado profundo y una parte dominante del poder judicial es evidente y dibuja una estrategia política cuyo puerto de llegada no es precisamente la constitución del 78 por muy imperfecta que ésta sea, ni la democracia. De nuevo se repite el uso, y abuso, de la cuestión catalana como chivo expiatorio y señuelo para el giro neoautoritario del régimen del 78. Aunque el recurso preventivo presentado por el PP ante el TC verse sobre la reforma penal, el objetivo real es impedir la reforma de la ley del TC. Una vez más se pone en evidencia la catalanofobia como un indicador patológico de la salud democrática en España.
¿Para qué suprimir las elecciones o cerrar el parlamento? Se inocula una vacuna autoritaria, el TC actual, preventiva y se mantiene la fachada democrática con rituales sin efecto; elecciones, partidos, diputados. Y todo usando la misma técnica de la vacunación; segregar una parte del Estado de derecho, poder judicial, convenientemente atenuado, cooptación y perversión procesal, y se engaña al sistema inmunitario democrático confrontando principio de legalidad y principio democrático, garantismo y soberanía popular. De esta manera se consigue con material extraído del mismo Estado de Derecho que se acabe atacando y destruyendo al Estado de Derecho desde las supuestas defensas del Estado de Derecho.
Nada de intervenciones externas o golpes de Estado militares contra los cuales, nuestro sistema inmunológico democrático está más que entrenado. Todo dentro de la ley y fuera de la democracia. Ciertamente esta estrategia de engaño inmunológico forma parte de una variante local de las elites globales que dibujan un apocalipsis controlado de las democracias liberales. Pero por eso debemos refinar nuestras defensas inmunológicas con el republicanismo federalista y garantista. El engaño inmunológico es lo que explica porqué el nanofascismo penetra con tanta velocidad y facilidad. La derecha española ha explicitado públicamente un sueño largamente incubado por el Estado profundo: gobernar siempre por medio de un poder judicial cooptado.