Me encanta el verano. No tanto esto de vivir a 30 grados de mínima, pero es el precio que debemos pagar, imagino. Y más calor que pasaremos, viviendo este momento histórico en el que te debes beber un zumo con una pajita de cartón envuelta en plástico (¿quién habrá sido el genio?) mientras que el millonario de turno genera toneladas de dióxido de carbono con su jet privado para un trayecto que podría haber hecho en cualquiera de sus coches de alta gama. Este precioso estadío temporal en el que te tienes que comer un McFlurry con una cuchara de cartón justo después de tirar a la basura ese vaper desechable con su batería interna. Vivimos una simulación, pero el culpable eres tú, ya te lo digo yo.
Pero me encanta el verano. Dejando la pandemia atrás, han vuelto esos festivales musicales que tanto echaba de menos y que tan feliz me hacen. No tanto la modita de que ahora la parte delantera del festival está reservada para el que más pasta tenga. Antes eso era democrático, ahora veo que tendré que pasar por caja para poder disfrutar del playback del artista de turno desde más cerca. De siempre el vip estaba a tomar viento. Ahora el 'Front Stage' o el 'Platino' parece que han llegado para quedarse.
Insisto, me encanta el verano. Esa época del año donde parece que recargamos pilas para seguir afrontando las dinámicas capitalistas de turno. Descansa porque llega septiembre, con la vuelta al trabajo, con tus exámenes, con tu vuelta al curso. Porque vuelve toda la maquinaria y tienes que estar a tope. O descansa porque es materialmente imposible que 40 niños aguanten en un barracón de plástico sin aire acondicionado. Descansa porque no se pueden realizar determinados trabajos a 45 grados centígrados. O porque nuestra maltrecha economía ha preferido enfocarse en ser el resort de Europa en lugar de esforzarse por mantener otros sectores.
Sean felices, porque a todos nos encanta el verano. Una época increíble para hacer todo lo que nos hace felices… al igual que el resto del año. Nos leemos en septiembre de nuevo.