Acostumbrate, queride lector. Acostumbrate porque, cada vez más, vamos a escuchar hablar a la /e/. El lenguaje inclusivo es ya un dialecto del castellano, si vemos que en Buenos Aires, por ejemplo, hay una naturalización en aumento del uso del castellano a la /e/; que también en España, aunque con menos ímpetu, aumenta el deseo de un lenguaje inclusivo vivo y no solo testimonial. Que también en otras sociedades, en Chile, el uso de la lengua en dialecto inclusivo lleva años de desarrollo. Quienes también nieguen la existencia de ideología en la lengua que empiecen por el Diccionario Ideológico de la Lengua Española, de Julio Casares.
Imaginemos que a la palabra mujer se le asocia el adjetivo femenino: grácil, suave, delicado. Y que a la palabra hombre se le asocie el adjetivo masculino: viril, macho, varonil, y que varonil signifique vigoroso. ¿Que no hay ideología en la lengua?
Nació un dialecto, el castellano a la /e/, algo que existe en el catalán, aunque por otros motivos. Es fascinante que estemos asistiendo a la expansión de un dialecto del castellano y sepamos, además, cuáles son los motivos. Hay puristas de la lengua que desearían que nada cambiara, pero nuestra lengua, común para 580 millones de personas, es una lengua viva y, más allá de las necesidades normativas para que siga siendo una lengua común, es una lengua viva y en desarrollo permanente. ¿Problemas? Menos de los que los puristas pretenden para justificar que nada se mueva. Mi caso personal, mi imposibilidad para decir /todes/ es solo mía y quizá de alguien más que hable también alemán: Todes es el genitivo de Tod, que significa muerte. ¿Se puede tomar este caso como problemático para el uso del dialecto a la /e/ del castellano? Este es mi problema personal, pero nada tiene que ver con los usos completamente separados de dos lenguas distintas.
Solemos decirnos que una lengua es expresión de una mentalidad, y que un dialecto dentro de una lengua es una expresión de una mentalidad aún más concreta. Estaríamos hablando del dialecto gaditano, del dialecto castellano cuando lo usan los vascos, del aragonés, del gallego. Ahora estamos asistiendo a la expansión de un dialecto que nace universal como expresión de una mentalidad: la de la igualdad, la de la expresión de la diversidad, la de la oposición al patriarcado y al machismo. El castellano con su preeminencia del masculino ahoga todo lo demás. Lo que no se nombra no existe o únicamente se tolera desde el género gramatical masculino. Las mujeres, y digo las mujeres porque las feministas son inmensa mayoría, a las que se debe sumar a todos los otros géneros no masculinos y no binarios, y a los nombrados en género masculino pero descontentos con un patriarcado insistente en invisibilizar a las mujeres y a todes les diferentes.
Comprendo que haya quien se lleve las manos a la cabeza diciendo este no es mi castellano: les diferentes, todes, les hijes, les chiques, y todo lo demás. Desde que todos nosotros nacimos hasta hoy el uso de la lengua ha cambiado más de lo que nos atrevemos a aceptar. Siempre ha habido una diferencia notable entre la lengua normativa, la de los académicos y algún escritor de fama y menos fuste del que se arroga a sí mismo, y la lengua de uso compilada, en parte, en el Diccionario de Uso del Español de María Moliner, y vean que lo escribió una mujer. Un diccionario que, antes que nada, establece como cierta la diferencia entre realidad del uso de la lengua y deseos normativos e idealizados que sobre la lengua se puedan tener.
En realidad vengo a todo esto por una exposición del grupo Etcétera que visité en el Centro Cultural Borges, de Buenos aires: Movimeinto Internacional Errorista. Un grupo multidisciplinar de artistas que afirma el error como filosofía de vida y que alcanzó notable reputación.
Podríamos comprender que una lengua que solo nombra a lo masculino, o principalmente, y margina a todo lo demás nombra a todo lo demás como imperfecto, erróneo y, a lo sumo, tolerable. Esto no cae del aire ni es un invento. Existe la ideología, que en este mismo espacio expliqué, de cómo el varón es considerado el ser más perfecto de la creación por ser semejanza de dios, y la mujer como inferior por estar hecha del hombre y no de dios, y por tanto subyugada a él. Todo lo demás sería un error de la naturaleza y por ello tolerable, si resultada necesario, o prescindible, si fuera posible. La lengua sirve para esto que decimos. Empecemos porque al ser humano se lo nombra como el hombre.
Nuestra lengua castellana funciona dentro del marco ideológico del catolicismo contrarreformista. La virginidad de María o su concepción inmaculada, solo por nombrar dos ejemplos, marcan ideológicamente el comportamiento inaceptable de las sociedades respecto a las mujeres. El concepto de la Sagrada Familia excluye cualquier otra posibilidad de familia, al mismo tiempo que instituye la familia con el objetivo reproductivo de la mujer como si fuera la única razón para la sexualidad y el único papel posible para la mujer, y aparta cualquier otra posibilidad de relaciones sexuales en general. Además, limita desde su orden natural del mundo la existencia posible solo de hombres y mujeres que hayan nacido con tal apariencia anatómica. Gracias al uso de la lengua, queda organizado de forma indiscutible todo este mundo ideológico, hasta que la realidad estalla y le vemos los palos al sombrajo.
La realidad es diversa y lo diverso, porque lo diverso son personas diversas, quiere ser nombrado. La realidad no es blanco o negro, hay muchos colores y todos los colores quieren que su nombre se pronuncie. El problema no está en la naturaleza sino en no aceptar que la naturaleza es diversidad y ‘desorden’. El dialecto del castellano a la /e/ viene en realidad a poner orden en la realidad ideologizada. Y no es lo mismo el error que el dolo.