Esta mañana los cristales estaban empañados y reverberantes de luz como si ya fuera otoño. Tenemos un clima que es mezcla de verano caluroso y otoño que viene y va, como avisando que vendrá y se quedará un tiempo. En la mitad de agosto siempre declina. Los días son más cortos, pero la luz empieza a ser dorada.
Se anuncia para hoy mismo una luna de gran intensidad, en tamaño y luz. En otros tiempos se hubieran convocado rogativas y confesiones generales. ¿En otros tiempos? También en estos tan revueltos en que todas las supersticiones le quedan asignadas a la Edad Media y resultan ser supersticiones cristianas más barrocas que empotrarle al santo un arenque en salmuera para que dios se apiade y mande a llover. La luna va a ser linda de ver y solo los necios van a temer; los poetas con ganas de joda y de versos escribirán, o no.
Luna, la que fue diosa largo tiempo, sigue gobernando las mareas y la diversidad. En castellano será femenina y en alemán masculino: el Luna. A esta diversidad añádele la sobrevenida, en algún momento de la historia, 'parejabilidad' heterosexual: si Luna es una mujer, Sol es un varón, o al revés. De manera que la Sol es lo correcto en alemán. Así, tenemos historias de amor correcto y perfecto, y un ejemplo indubitable a seguir desde lo alto del cielo.
Hoy es precisamente lunes, el 'cumplesemanas' de Luna, del mismo modo que el domingo será el 'cumplesemanas' de Sol. Es aquí donde nos damos cuenta de que perdimos las ganas de festejar todas las semanas, porque aquel barroquismo artero, y 'hartero', de hartura, empezó con el rollo del sufrimiento y el dolor, y que sin trabajo, y solo trabajo, no hay redención ni beneficio, esto último escrito en la letra pequeña del catecismo. Celebramos la fiesta de Luna, la más redonda, la más luminosa, y hoy la más grande, además. Lo que irrita algo es que nuestro barroquismo haya consentido el malentendido de su eterno enamoramiento, en lo profano, y al mismo tiempo no haya aclarado cabalmente que le cambio el nombre al domingo para que fuera el Señor y no más el Sol, el enamorado de la Luna.
Todo muy liado en este catolicismo contrarreformista barroquero que insistió en que los eclipses de Sol y Luna eran algo infernal, catastrófico y fatal, siendo que esos eclipses no eran otra cosa que el delirio carnal de esos astros del amor. Por castigo de Afrodita, la diosa más envidiosa, fueron separados a la manera de Romeo y Julieta, pero Zeus, o Júpiter, según, los dejó que siguieran bailando y de cuando en cuando tuvieran su amor, de tal intensidad que produce un eclipse y asombra, asombraría, a la Humanidad. Un lío muy grande todo, sobre todo con tanto ir y venir de gentes por todas partes, que al final resulta que se terminan juntado la Luna y la Sol o el Luna y el Sol. Debe de ser por esto que a los de derecha, siempre tan cristianobarroquistas, aunque no solo, no les gusta ya ni el Camino de Santiago porque va mucha gente, muy distinta, muy revuelta, y eso termina siendo un sindiós. ¿Hay alguien que entienda algo? Así es cómo se inventaron eso de que cada quien se quedara donde naciera y fuera de allí solo viviera mediante esclavitud, fuerza o derecho de alcurnia.
Es aquí donde recuerdo a los primos peregrinos de Federico, García Lorca, que más que amarse querían casarse, y más que casarse pedir permiso para sus cosas. Luego dicen que lo privado no es público. Pero lo peor viene ahora: que Luna y Sol ¡eran hermanos! ¿Cómo resolvemos esto ahora? Para eso puede estar bien el verano.
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