Después de lo que ocurra hoy lunes, ya nada volverá a ser igual. No importa si se queda o si se va. Todo se ha consumado. Por un lado, un partido, el PSOE, que ha sacado músculo -aunque menos de lo esperado- ante su líder, herido con sus compañeros por no sacar la daga ante las acusaciones hacia su esposa Begoña Gómez -Ketty Garat dixit-. Por otro, críticas atroces a un presidente que no deja indiferente a nadie. El más claro ejemplo de la máxima latina de Julio César: Divide et impera. O en castizo, ‘Divide y vencerás’. Ya saben, lo de siempre. Polarizar, que nunca está de más.
Los tintes que está tomando la política patria comienzan a ser vergonzosos. No se puede vivir en continua crispación. Todo esto, permítanme que les ponga en órbita, lo comenzó Zapatero. No me voy a parar en recordarlo. Tiren de hemeroteca. Sí, José Luis Rodríguez Zapatero, ahora erigido en el gurú del nuevo PSOE sanchista que ha acallado a todo crítico que se precie, borrando incluso de sus listas a históricos como Joaquín Leguina o Nicolás Redondo Terreros. Aquellos que abrazaron en su día la socialdemocracia moderna que imperaba en los países escandinavos y que tanto envidiábamos. Pero no nos desviemos del tema.
En unas horas todos saldremos de dudas tras estos cinco días de reflexión en los que Sánchez, el día de su onomástica -San Pedro Mártir-, dirá qué hará con su vida. Les anticipo el guión. Si continúa, veremos un PSOE similar al del dóberman de los años 90, ése que caricaturizaba al PP de Aznar con este perro de forma violenta y enseñando colmillos. Nihil novum sub sole. Si decide renunciar, la lotería le habrá tocado a María Jesús Montero, vieja conocida por tierras andaluzas, de personalidad camaleónica y con más vidas que un gato. Lo mismo almorzaba con Chaves, que con Griñán, Susana Díaz y ahora con Pedro Sánchez. Frito variado.
En la otra bancada, el PP de Feijóo, confuso aún entre si retomar el sorayismo u optar por el ala más combativa de las Ayuso o Cayetana Álvarez de Toledo. Con un gallego al frente, todo es posible. O lo mismo un día toman una vía y al otro la otra, quién sabe. Tras el batacazo en el País Vasco, este anuncio le ha venido de lujo para lamerse las heridas y armar estrategia(s). Si Sánchez se queda, tambores de guerra en sede parlamentaria. Los reproches volarán a diestro y siniestro sin piedad, pero alejado del insulto, por mucho que la carta se empeñara en igualar al PP y a VOX. Si se va, Feijóo se postulará como candidato a ser presidente, sabiendo que no tiene los apoyos parlamentarios. Y no está el horno para bollos. No obstante, en caso de elecciones generales en verano, el objetivo sería la vía gallega: aglutinar el voto de toda la derecha y del centro más liberal. Y enterrar la campaña de ‘Verano Azul’, que acabó con el partido como Chanquete. Nada nuevo bajo el sol.
En definitiva, nuestro presidente Drama King, palabras con las que The Economist, el prestigioso medio británico, definió este acto de amor y preocupación de Pedro Sánchez por todo lo que le rodea, ha dejado a España a los pies de los caballos. Dentro del PSOE hay gente que afirma que “ya nada volverá a ser como antes”, como cantaba El Canto del Loco, pase lo que pase.
Sinceramente, cartas aparte, la cuarta economía de la UE no puede permitirse estar una década en una situación tan frágil e inestable entre “los hunos y los hotros”. Los mismos años que Huelva y Almería llevan esperando su AVE o Sevilla su SE-40, por mucho que Óscar Puente nos niegue el pan; o en solucionar que Atención Primaria no se quede sin candidatos en el último MIR cuando los centros de salud se están desangrando. Y es en esto en lo que los parlamentarios deberían prestar más atención, y no en darse golpes de pecho o cantar el Quédate de Quevedo.
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