Andalucía es una tierra de fe, convencida de sus raíces judeocristianas, de sus tradiciones milenarias. El Papa San Juan Pablo II ya dijo de Sevilla que era la tierra de María Santísima, y no le digo cómo de importante es la fe popular en esta región tan maltratada. Un pueblo que vive siempre de las migajas de los de siempre, esos que ayer se partían la camisa por unas elecciones en Cataluña en la que se les iba la vida. Un pueblo que quiere levantar la mano, pero que, como ocurre en muchos colegios, el maestro de turno le tiene manía, quizás por etiquetas del pasado que poco o nada tienen que ver con la actualidad. Ya saben: “Cría fama…”.
Pero el tema de la fe, que es algo personal, comienza a inundar un campo que, si bien es muy importante para agarrarnos a ella como un clavo ardiendo cuando los diagnósticos se complican, no debería ser el remedio de la enfermedad. Les hablo de la Sanidad. La degradación que está sufriendo, a pesar de los presupuestos mastodónticos y los aumentos de plantilla en el SAS, es para alarmarse. Y muchas familias que no pueden permitirse un seguro privado se refugian en la fe para, o bien coger una cita, que se ha convertido en una yincana más propia del Grand Prix; o bien ser atendidos de forma eficaz y eficiente en unas urgencias de cualquier centro de salud. Ya basta de juegos políticos y politización de la que era la joya de la corona.
España tiene un déficit de médicos de familia que crece exponencialmente y, encima, el MIR deja vacantes más de 400 plazas. El mundo al revés. O al menos eso indican los sindicatos médicos. Médicos que soportan decenas de pacientes a los que a veces atienden por teléfono; pacientes que no acuden a su cita provocando un tapón en las citas de padre y muy señor mío. Pero hoy me quiero centrar en el centro de salud de mi ciudad, Carmona. Por cercanía, por padecerlo y por salir calentito las pocas veces que voy. Pero donde escribo Carmona, coloque su pueblo o ciudad. Da igual de dónde. Un centro de salud al que hay que acudir de madrugada, da igual si tienes más de 90 años o si tienes que ir a trabajar, para poder coger una cita en una cola kilométrica más propia de tiempos pretéritos. Gente que pierde la paciencia, citas que no llegan, cuello de botella, médicos estresados.
Un centro de salud que no tiene a día de hoy matrona o ginecólogo, teniendo que desplazarse la mujer embarazada a San José de la Rinconada, con dos centros de salud y los mismos habitantes que Carmona, quizás por caprichos de los políticos de turno. Una ciudad con más de 40.000 personas contando las urbanizaciones que aspira a ser Patrimonio de la Humanidad, pero que, si decides quedarte aquí, ya sabes que será más rápido curar la dolencia yendo en tu coche personal -olvídese de Cercanías o autobús- al Hospital Virgen Macarena que al Centro de Salud. Un edificio que nació pequeño, que sigue pequeño y que cosecha un número de reclamaciones en aumento por el hartazgo del pueblo. Y no se colocan más porque la administración y su maquinaria burocrática acaba cansando a pacientes y dolientes.
Y que ningún partido se vista con bata blanca y haga mareas. Ya en 2009, gobernando el PSOE, una anciana murió esperando a que llegara una ambulancia que tardó casi dos horas. O cómo la Junta de Andalucía de la flamante vicepresidenta del gobierno María Jesús Montero (en aquel momento consejera de Salud) negaba dicha ambulancia DCCU, teniendo que pagarla el ayuntamiento con presupuesto municipal; por no hablar de cómo se pasaron por el arco del triunfo que Carmona tuviera distrito sanitario propio por sentencia del TSJA. Aquello ya pasó y, quince años después, el centro de salud es un avispero.
¿Cómo es posible que, gracias a la presión del pueblo ofuscado, el alcalde Juan Ávila salga en redes sociales diciendo que pedirá a sus superiores que de manera inmediata se dote de matrona al centro de salud y la dirección no diga ni pío? Todo es de vergüenza. Repito: donde escribo Carmona, pongan su ciudad, y seguro que los problemas les sonarán como el Pedro, Pedro de Rafaella Carrá.
En pleno mes de mayo, mes de las flores, mes de María, por desgracia, no queda otra que seguir encomendándonos a Ella para que nada malo nos pase. Tiene guasa. La fe mueve montañas, pero la Sanidad hay que tomársela en serio y no echar balones fuera, ni unos ni otros. Porque ya descansaremos el día que nos vayamos al otro barrio. En este, qué menos que podamos sentirnos cuidados por nuestros médicos y sanitarios. Que ya toca.
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