¿Otegi lehendakari?

A fin de cuentas, el sistema lo permite y están fuertemente respaldados por una sociedad que parece haber olvidado su pasado más reciente

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(Carmona, 1985) Periodista, profesor de Secundaria, licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster en Dirección en Comunicación Empresarial e Institucional por la misma universidad. Posgrado en Lingüística Aplicada a la Enseñanza del Inglés como Lengua Extranjera por la Universidad Europea del Atlántico. Profesor titulado en Inglaterra y Gales. Comencé en 2003 en medios como Onda Carmona, TV Carmona, Estadio Deportivo, Grupo Publicaciones del Sur, 16 Escalones Producciones (Canal Sur) y, desde 2014, en las aulas y corresponsal para El Correo de Andalucía. En los últimos años, me he especializado en periodismo cultural, Geopolítica, Historia, Educación y el fascinante mundo de los libros. Y siempre llevando a Andalucía por bandera.

Arnaldo Otegi celebrando los resultados de las elecciones vascas.
Arnaldo Otegi celebrando los resultados de las elecciones vascas.

EH Bildu ha ganado las elecciones en el País Vasco. No en porcentaje, ni en número de votos, pero sí anímicamente. Es el voto protesta del pueblo vasco ante el estancamiento del otrora hegemónico PNV, a quien ya muchos jóvenes ven como algo “anticuado y carca”. Una generación que no ha vivido al calor de las bombas lapas, secuestros o el impuesto revolucionario, pero sí en ikastolas en las que se ha omitido el terrorismo de ETA, como ocurre en prácticamente casi todo el territorio español. O, si no, hagan la prueba en la próxima comunión o evento familiar y díganle a cualquier adolescente de la ESO si sabe lo que fue la ETA. 

El verano pasado tuve la suerte de entrevistar a Mikel Buesa, hermano de Fernando Buesa, político destacado del PSOE-PSE asesinado por la banda terrorista ETA en el año 2000. Fue un honor como periodista. Y lo fue porque su papel comprometido con la sociedad civil como expresidente del Foro de Ermua, entre otras organizaciones, fue clave para hacer visible a toda una generación, quizás la última, la importancia de no quedarse impasible ante los asesinos, aun sabiendo que estaba en juego su vida, todo por intentar lograr una España libre de las garras de aquella banda criminal. Era otra época.

Hay que poner en contexto al que ahora ha puesto contra las cuerdas al Partido Nacionalista Vasco. Tal como nos dijo Mikel Buesa en su día, Herri Batasuna fue el brazo político de ETA, como se ha evidenciado en numerosas sentencias de la Audiencia Nacional. Su ilegalización en 2002 supuso un fuerte varapalo para ETA y fue clave para facilitar su derrota. Esa ilegalización la amparó el Tribunal Supremo, el Constitucional y el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. 

De hecho, y hablando de esta corte internacional, en su sentencia, declaró que los países democráticos tenían derecho a defenderse de las organizaciones políticas vinculadas al terrorismo. No obstante, nos decía Buesa, cuando el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, a partir de 2004, se empeñó en negociar con ETA su final, “una de las contrapartidas que tuvo que aceptar es la de facilitar un nuevo partido relacionado con ETA”. Así, en 2006. Patxi López y Rodolfo Ares se reunieron, con esa finalidad, con Arnaldo Otegi. En 2011, ese movimiento condujo a la creación de Sortu, un partido que no solo recogió la herencia de HB, “sino que amparó entre sus dirigentes y cuadros a numerosos miembros de ETA, una vez cumplidas sus condenas carcelarias. EH BIldu es la marca política de Sortu y, por tanto, comparte esa herencia”, sentenciaba.

Hoy es clave en el Congreso de los Diputados de Madrid para mantener al gobierno de Pedro Sánchez en pie, legislar e incluso atreverse con la ley de Memoria Democrática. A fin de cuentas, el sistema lo permite y están fuertemente respaldados por una sociedad que parece haber olvidado su pasado más reciente. No seré yo quien haga de sociólogo para indicar cómo está el pueblo vasco actual, pero, siendo profesor de instituto, no me extraña esa amnesia. Muchos de mis alumnos no saben quién fue Miguel Ángel Blanco. Ni Ortega Lara. Ni siquiera qué fue Herri Batasuna. Pero ni aquí ni en Andoain. 

Y después está el papelito de los dos grandes partidos que son meros rescoldos de una llama que en otro tiempo ardía fuerte. Un PSOE que, a cada elección que pasa, da alas a los independentistas, sea en Galicia, en el País Vasco y, veremos, si también en Cataluña. Y un PP con una campaña de perfil bajísimo que le ha deparado unos resultados para volver a ser irrelevantes cuatro años más, más allá de crecer un escaño y 36.000 votos. Insuficiente. Primer traspiés de Feijóo como líder. ¿Fin de ciclo de los dos grandes en el País Vasco? Me da que sí. Y la solución sigue en la gabarra de fiesta.  

En definitiva, la vida sigue igual por tierras vascas. Buesa nos advertía que en el País Vasco la presencia de ETA, a través de los homenajes a sus presos, así como de la reivindicación de su herencia política “es palpable”. Y lo es también en las organizaciones minoritarias que hoy reivindican la vuelta a la violencia, sobre todo en los medios juveniles y estudiantiles. También nos tranquilizaba indicándonos que no parece que tengan, de momento, la capacidad organizativa, los recursos “y la voluntad de matar que tuvieron quienes les precedieron, pero hay que estar vigilantes porque un estallido violento podría volver a producirse”. Esperemos que no ocurra, a pesar de la victoria. 

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