El título de esta columna no nos ofrece ninguna duda: voy a hablaros de Agustín. Hay muchos 'agustines' famosos, está Agustín de Hipona -San Agustín-, o Agustín Goytisolo, que son los dos primeros que se me han venido a la cabeza. Ustedes tendrán otros nombres, seguro, pero en mi casa, en mi familia, en mi círculo de amistades, cuando decimos Agustín, solo nos referimos a uno, sin necesidad de aplicarle su apellido, sin necesidad de explicar quién es, qué hace y… -¡qué confianzas son esas!- como es. Agustín, para los iniciados -ya digo en mi casa, familia, amigos…-, es Agustín Barberá. No hay otro. Usted igual no lo conoce, no sabe quién es, qué hizo, porque lo traigo a una columna pública.
Conociendo a Agustín, es muy probable que no le haga ni pizca de gracia que le escriba en un medio de comunicación. Él es de una timidez superlativa. No obstante, espero que sepa perdonarme por este abuso de confianza, ya sabe que soy expansivo para estas cosas y con un carácter diferente, y que como sé que será difícil poder encontrármelo por la calle, como sé que es difícil que en estos próximos días pueda atender a la cantidad de gente que querrá verlo, abrazarlo o, simplemente, tener una pequeña conversación al teléfono, pues entonces, aun a riesgo de una reprimenda, no he podido dejar de expresarme a través de esta 'versión original'.
Sí, efectivamente, Agustín es ese hombre que acaba de salir de la cárcel después de que, por fin, se le conceda un tercer grado, en su caso por motivos, graves, de salud -por cierto, igual de graves que hace año y medio, pero que entonces, vaya usted a saber por qué, no se lo concedieron-. Agustín, ya es hora de desvelarlo, fue mi jefe, mi amigo lo fue siempre. Él era el viceconsejero de empleo y yo el delegado provincial. Ni qué decir tiene que, y en esto puedo ser todo lo contundente que quiera, fue un gran jefe, y un gran viceconsejero. Y sí, ha estado en la cárcel por lo de los EREs. Ahora caen ¿verdad? Pues bien, solo una decisión, supongo de su abogado, ha impedido que el Tribunal Constitucional le quite la etiqueta de condenado. Efectivamente, como saben, fue el único de los sentenciados en ese tema que no solicitó el amparo del alto tribunal que ha decretado que sus condenas fueron 'errores' tanto de la Audiencia Provincial de Sevilla, como del Tribunal Supremo. Eran inocentes. Y Agustín también.
Me imagino que, en el uso de la libertad de opinión, etcétera, etcétera, mucha gente no opinará lo mismo. Me da igual, yo estuve con él muchos años y, créanme, no solo es inocente, sino que tengo que deciros -a los que no lo conocen, que a los que sí, no hace falta-, que fue un gran viceconsejero, un político a la altura de las circunstancias, con un conocimiento profundo de la materia que trataba a diario. Y Agustín es una gran persona. Tampoco eso necesita de explicación o de argumentación porque los que lo conocen lo saben, nunca nadie me habló mal de él. Lógico.
No voy a entrar en los pormenores de las circunstancias del caso, no creo que sea oportuno -desde luego a mí no me conviene, supongo, porque aún tengo que lidiar con esos eternos procesos judiciales en lo que sigo involucrado-. Prefiero solo estas torpes palabras para dirigirme a la gente que no le conoce para que sepan que con Agustín en la calle el mundo es mejor, más justo, y aprovechar para que aquellos que buscaron -ahora dirán que no- destrozarlo personalmente, que no lo consiguieron del todo, es inocente y está en la calle, y cuando digo que no lo consiguieron del todo es porque, evidentemente, todo ese sufrimiento no tiene vuelta atrás, ni para él, ni para ninguno de los que injustamente nos vemos señalados por gente que no es que quisiera matarnos políticamente, cosa que era fácil, sino matarnos personalmente, conseguir convertirnos en ciudadanos zombis -ni siquiera la Junta de Andalucía ante los diferentes pronunciamientos judiciales es capaz, ni tiene la vergüenza, de restituir mínimamente lo que se nos quitó-. No importa, ahora Agustín está en la calle, eso es lo importante. Solo queda que se vaya recuperando y que haga lo que más le gusta: disfrutar de su mujer y de su hijo.
Una gran persona Agustín, mi jefe, mi amigo.
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