Si vives en un edificio con varios pisos. Si tu trabajo precisa de que subas a una dependencia elevada. Si, en definitiva, necesitas un ascensor, que situación más desagradable el llegar a su puerta y comprobar que está averiado; y no se me pongan tiquismiquis los que nunca se montan en ascensores, que ya sé que es muy sano, que ahorras electricidad, que todo eso ya lo sabemos, pero si tienes un dificultad, una discapacidad, vas en silla de ruedas o simplemente te duelen mucho las rodillas y tu insuficiencia respiratoria se te manifiesta con toda su crudeza en el primer tramito de escaleras, entonces el ascensor, ese invento, se hace necesario. No es un capricho, ya les digo a los que "ni muerto" se suben al elevador que pueden echar una ojeada, por ejemplo, en Cádiz, donde la enorme mayoría de las casas de su casco antiguo no tienen ascensor, lo cual le complica la vida a lo que son sus habitantes, mayoritariamente ancianos, mujeres muy mayores, los cuales, y conozco casos, viven casi en una situación de reclusión forzada en esos edificios. Un ascensor, quiero decir, es un elemento útil, estructural, que trata de hacer más fácil la vida de la gente ¡dios me libre de esos días en los que los tres ascensores de mi casa están averiados!
Obviamente en las casas nuevas, incluso en aquellas cuya rehabilitación integral ha permitido buscar espacios para poner el preciado elevador, no hay ese problema. Una casa que valga una millonada tiene de por sí su ascensor, incluso su piscina en el ático, zonas verdes interiores, casi que vienen con los asistentes, mayordomos, chachas y todo el personal de servicio de serie. En las casas de los no pudientes ya es otra cosa y para eso, normalmente, se puede acudir a las ayudas que dan las administraciones para que esas comunidades de propietarios puedan hacer las obras y poner en funcionamiento ese ascensor que igual te lleva a la calle que te sube al cielo de la azotea para tender o para disfrutar del skyline de tu pueblo o ciudad.
No hay cosa peor que un ascensor averiado.
La movilidad, sea con un bicicleta, patinete, coche, autobús…o ascensor, es indispensable para el desarrollo. Las cosas dependen pues de la capacidad que se tenga para que todos puedan tener esa movilidad geográfica a pequeña escala, e incluso, y a eso voy, la que supone la movilidad entre clases −clases sociales me refiero−. Es que precisamente para que la pobreza, la marginación, la imposibilidad de tener acceso a las posibilidades que te da la vida, la evitación de que el pasado en general condicione tu futuro, está el llamado ascensor social, ese que permite que una persona de extracción humilde, de cuna modesta, sin recursos económicos suficientes, esos llamados de clase baja, hijos e hijas de clase obrera y trabajadora, puedan tomando ese ascensor, codearse en las mismas condiciones que los que ya vienen ascendidos de nacimiento. No se trata de que haya permeabilidad entre clases, que puede ser también un objetivo lícito, más bien de lo que va la cosa es de que precisamente esos condicionante, esas privaciones no tengan que ser definitivas.
Dos herramientas son fundamentales: la educación y la sanidad. Pero no nos vale solo con haber llegado a esa primer piso del ascensor que se llama 'el hijo del obrero a la universidad' o 'la sanidad es universal, pública y gratuita'. Esos fueron primeros paso, condiciones necesarias pero no suficientes, se puede decir que incluso fueron concesiones de los que viven en el ático con su piscina y todo. El ascensor, si es que funciona, es más.
El Estado, así con mayúsculas, no es solo una entidad geopolítica, o no debe serlo, precisamente ese es el concepto que las opciones derechistas mejor expresan: El Estado como entidad, como nación, como patria. Sin embargo, a los demás, nos interesa un concepto donde se iguale Estado a “lo público” y lo público por coherencia en un sistema que trate de dar igualdad, y la igualdad, amigos míos, es la igualdad de oportunidades.
Último suceso: En la Comunidad de Madrid van a dedicar presupuesto público para dar becas a alumnos de enseñanza obligatorio y superior en cuyas unidades familiares se tengan ingresos de más de 100.000, y que estudien en colegios o institutos privados −privados, no concertados−.
Es decir, desde la Comunidad de Madrid se va a proceder a eliminar uno de los ascensores sociales, uno de los parches que tapan los pinchazos del sistema: van a detraer recursos públicos de educación para darlos a los ricos, para que a su vez lleguen a los negocios educativos privados −colegios del Opus y hermanos mártires−. No es la primera vez, pero esta vez han ido demasiado lejos al cambiar la bella historia de los bosques de Nottingham, en los que Robin Hood le quitaba el dinero a los ricos para dárselo a los pobres −que previamente habían sido despojados de sus rentas−; ahora la Comunidad de Madrid, dirigida por personas cuyo objetivo es eliminar cuantos más ascensores puedan, mejor, es robarles a los pobres para dárselo a los ricos. No se conforman con tenerlos al margen de lo mejor de la vida, no se conforman con tener todo lo que “sus papás” les han dejado en herencia (lo de eliminación del impuesto de sucesión es otra medida de extracción de rentas. Esa disculpa de “mi padre se hartó de trabajar para que yo lo herede”, es una mierda), también nos roban. Lo llaman becas, cuando precisamente lo que hacen es eliminar el concepto por el cual se crearon las mismas: ayudar a los que más lo necesitan.
Una cosa: cada 'beca' que le den a un ricachón para que su hijo vaya de gratis a un colegio del Opus o similar, se la están quitando a alguien al que le es imprescindible para poder estudiar, por lo tanto ese tipo es un ladrón, un asqueroso, un miserable ladrón.
El ascensor sigue averiado, y cuando debe funcionar resulta que lo pillan los que no lo necesitan, vienen ascendidos de cuna, no necesitan siquiera ir a universidades exitosas porque su éxito les viene de fabrica.
¡Arreglad los ascensores!
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