Cuando fuimos los mejores

Los sueños son realidades en otra dimensión. No lo estropees, si ahora ya no tienes sueños, disfruta todos los que tuviste

Ser Thor, uno de los sueños del autor.
Ser Thor, uno de los sueños del autor.

Hubo un tiempo en el que sabíamos que seríamos los mejores. Ese tiempo, ayer, en el que nuestra mágica manera de ver el mundo nos hacía insuperables. El pensamiento no jugaba a los dados, simplemente hacía que cuando me ponía una caja de zapatos con dos agujeros para ver, una camiseta ajustada y un bañador, era el Hombre de Hierro; señoras y señores, con todos ustedes Tony Stark con sus potentes armas diseñadas por él mismo. A veces la aventura me llevaba a ser Thor y, con todo convencimiento, me uniformaba adecuadamente. Un verdadero mutante, cosas extrañas, como un Stranger Things, pero de verdad.

Hubo un tiempo en el que fui el máximo goleador de la Primera División de fútbol. Nadie como yo había conseguido emular tan exactamente el dribling, los centros e incluso el mal genio de Juanito, el jugador del Madrid. Llegué, en un desdoble de personalidad envidiable, a conseguir ser también el miniyó de Pirri, lanzaba las faltas como él y tenía su personalidad y elegancia en el terreno de juego.

Sin embargo, todo eso lo dejé porque había que rellenar el hueco que dejaron en el corazón de tanta gente la separación de los Beatles. Su música no moriría nunca pero un zurdo como yo no podía menos que fichar por la EMI y regalarles a mi público melodías comparables a I Want to Hold your Hand y, para hacer algo distinto, coreografiar pasos en el escenario como los Shadows o los Four Seasons. Fui quien vendió discos como si no hubiera un mañana pero, sobre todo, encandilé a un público que llenaba estadios de fútbol o sitios tan singulares como el Olimpia de París o me ponía de moda en el Convent Garden londinense. Y sí, no canté ni toqué en el Falla, ni un poquito.

Todo ese éxito pasó a mejor vida como consecuencia de una colección de textos, tanto en prosa como en verso, que cautivaron a los lectores. Best sellers a discreción, premios por doquier. Me había convertido en uno de los mejores escritores de mi zona, reconocimiento éste que me confirió una gran fama de hombre amable, culto y de una imaginación desbordante, tal y como atestiguaban esos magníficos libros, esas novelas excitantes, esa poesía que destilaba tanto amor, tanto sentimiento. Ese tiempo fue anulado por el compromiso con los demás, el compromiso que me llevó a la política y de ella a ser el presidente del Gobierno de España. Las masas se enardecían con mis discursos, los mítines se llenaban de fervor, se hacían vídeos realmente emocionantes donde salía mi lado más humano. La gestión fue complicada pero constante, trabajé como nunca antes lo había hecho nadie. Apoyé grandes iniciativas sociales, comprendí como ninguno las aspiraciones de un pueblo que merecía la oportunidad de llegar a un New Deal. Estaba pletórico, exultante.

Fui un gran profesor, un psicólogo educativo de primer orden, la mejor pareja, el mejor hijo, el mejor padre, el amigo más deseado… hubo un tiempo para todo. Todos tenemos nuestro tiempo.

Una vez más, como siempre, digo lo que le decía Clint Eastwood a Meryl Streep en Los puentes de Madison: "Tuve viejos sueños, ninguno se cumplió, pero fue bueno tenerlos". Y sin embargo, aunque te parezca una extravagancia, a su manera sí que se cumplieron.

Hubo un tiempo en el que tú también soñabas, seguramente coincidiríamos en algunos de esos sueños, seguramente, también, muchos no se cumplieron, pero ahora, cuando miras para atrás, te das cuenta de que los sueños forman parte de tu biografía, no eres nadie si no tuviste sueños. Los sueños son realidades en otra dimensión. No lo estropees, si ahora ya no tienes sueños, disfruta todos los que tuviste. Todas esas ilusiones, todos esos sueños, toda esa vida.

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