Cuando nos ponemos enfermos, da igual que sea un simple resfriado o un catastrófico cáncer de pulmón, nos ponemos en manos de los profesionales de la medicina (médicos, enfermeras…), los cuales nos atenderán y utilizarán los medios al alcance para hacer un diagnóstico lo más preciso posible que dé lugar al tratamiento más adecuado para nuestra curación o, como poco, para procurarnos una mejor calidad vida y más prolongada.
En nuestro país podemos optar por cuatro posibilidades para intentar sanarnos: la sanidad pública, la sanidad privada concertada con el sistema público, la sanidad privada a través de sistemas de seguros privados o la sanidad privada directamente.
En la sanidad pública, el coste de las atenciones, procedimientos diagnósticos, tratamiento más o menos invasivos... son prácticamente gratuitos para el paciente. En casi todos los casos apenas una pequeña parte de los medicamentos que nos prescriben y su financiación viene determinada por parte de impuestos, presupuestos del estado, comunidades autónomas. Es decir, que las coberturas nos las ofrecemos a partir de la capacidad del Estado de proveer cantidades de las cotizaciones de Seguridad Social y de las cantidades que aplican en los presupuestos dedicados a la sanidad que obran en poder de los competentes en la materia.
En la sanidad privada concertada con el sistema nacional de salud, los costos para el paciente normalmente son los mismos que si fuera el sistema público, aunque evidentemente ese médico, hospital... son sufragados con fondos públicos que son transferidos a la empresa de salud privada, son cantidades que se detraen de lo público.
En este caso el precio, el coste, tiene el suplemento por la necesidad de esa empresa privada de obtener un "beneficio industrial" por el servicio que presta. En la sanidad privada utilizada a través de seguros privados, el paciente tiene dos gastos a realizar: el pago de la póliza del seguro médico y los copagos a aplicar en aquellos tratamientos o especificaciones que, por el coste, no están incorporadas en las coberturas del seguro. Los precios a pagar por el contratante del seguro están determinados por la cobertura que ofrece y será más caro cuanta más coberturas ofrezca, la edad, siendo más caro cuanta más edad se tenga. El establecimiento de copagos es lo habitual y es una manera de intentar bajar el precio de la póliza mensual y, por supuesto sufragar los gastos de tratamientos caros, intervenciones, gastos de hospitalización (¿alguien cree que con un seguro que valga 19 euros nos van a tratan de lo que sea, en cualquier momento, edad o características de la persona a sanar?).
En España hablamos de una media que va desde los 50 euros mensuales a aproximadamente 160 euros. Los copagos van desde unos 10 euros para una consulta de atención primaria, unos 15/20 euros si es un especialista, una radiografía tiene un copago medio de 15 euros, un copago por día de hospitalización medio de 75 euros... y así vamos subiendo precios si son pruebas diagnósticas más específicas o complicadas, o tratamientos más caros. En la utilización directa de la medicina privada los precios medios varían desde una visita al médico de atención primaria que nos costaría unos 60 euros a, por ejemplo, una cirugía de corazón, en torno a 40.000 euros. El coste de un tratamiento estándar de quimioterapia puede costar unos 40.000 euros.
Pongamos que vamos directamente a la pública, entonces tenemos que valorar que aunque no nos van a cobrar absolutamente nada, el precio, por ejemplo,de un trasplante de pulmones, (sin contar todo lo que haya ocurrido anteriormente al propio trasplante y el tratamiento posterior) es de, aproximadamente, 200.000 euros. Una prótesis de rodilla, sobre 10.000 euros, la medicación antifibrótica pulmonar mensualmente unos 4.000 euros...
En este país, hasta hace algunos años, no tantos, la sanidad pública, el sistema era considerada la joya de la corona, un sistema que era visto internacionalmente como eficaz y eficiente. La crisis económica que nos asaltó en 2007 y posteriormente la pandemia, ha tenido una influencia significativa en las políticas sanitarias y de forma muy negativa. La desinversión en recursos humanos, materiales y la desorganización (perfectamente organizada) toman el poder. Aunque la inmensa mayoría de los ciudadanos preferimos la sanidad pública, cada vez se extiende más el discurso de "como la sanidad pública no funciona bien: listas de espera interminables, dificultad para coger cita, instalaciones obsoletas y personal escaso y desmotivado, prefiero sacarme un seguro privado y que me atiendan rápido".
Lógicamente, esa reflexión es la que los grandes holdings de la sanidad y los seguros privados han conseguido llevar a nuestras cabezas, y las cifras de españoles que se apuran en contratar esos seguros aumentan exponencialmente cada mes. La técnica es muy sencilla: dejo de invertir en sanidad pública, el servicio se deteriora con listas de espera interminables, la gente se cabrea y como no le queda más remedio que curarse, se va a la privada a través de seguros privados.
Conclusión: objetivo cumplido. Los poderes públicos, conscientes (¿no van a serlos?) de esa situación de deterioro, buscan la solución aumentando el problema y en vez de invertir en sanidad, transfieren cantidades ingentes y de manera supuestamente irregular (véase en Andalucía como se han extraído fondos públicos para, a dedo, alicatar de pasta centros privados) a la sanidad privada ¿Por qué ese dinero no se invierte donde está el problema?
Desengáñense, no hay más disculpa que asumir que, como en todos los sitios, hay grupos de personas a los que este tema ni les ocupa ni les preocupa. Hay personas que son los que deciden estas cuestiones, que no necesitan la sanidad pública, no la utilizan y por tanto toda inversión que se haga en ese sentido les parece una pérdida de dinero. Pero, tú, escúchame bien, tú necesitas sanidad pública,
universal, de calidad y gratuita, sobre todo porque no puedes costearte esos tratamientos; y no te equivoques, si te parecen baratos los seguros privados, prueba a tener una enfermedad complicada, que necesite mucha hospitalización, que su diagnóstico sea delicado y cuyos tratamientos sean persistentes y caros.
Sí, gente como tú y como yo, que por edad o por tener una malísima salud de hierro, estamos siempre de médicos. Ellos se lo pueden permitir, pero nosotros no."«Es que yo quiero tener la posibilidad de elegir". Vale, pero no haga trampas, si a usted quiere ir a la privada se lo paga, el dinero de la pública debe ir a la pública, sobre todo cuando ésta lleva años de desinversión mientras el "negocio sanitario" crece, más que nada en lo bolsillo de los de siempre. Es una cuestión de vida o muerte. Para empezar conviene no poner a los zorros a cuidar el gallinero.
Comentarios