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Lo que es la vida: OTAN, de permanencia, SÍ

¿Y Europa? Simplemente es considerado como un posible competidor, cuando no como un mercado a controlar

16 de febrero de 2025
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en la sesión plenaria de la 68ª Asamblea Parlamentaria de la OTAN. Pool Moncloa / Fernando Calvo.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en la sesión plenaria de la 68ª Asamblea Parlamentaria de la OTAN. Pool Moncloa / Fernando Calvo.

Hace más de cuarenta años, uno de los debates más intensos que se daba en la política española, y que se ha mantenido hasta no hace demasiados años, ha sido la pertenencia a la OTAN, e incluso su propia existencia se cuestionaba por sus necesarias implicaciones políticas de integración en la órbita de los países capitalistas, ya sabe: Estados Unidos y la vieja Europa. Había tres posturas más o menos definidas. Una que repudiaba cualquier posibilidad de nuestra participación en la organización de mutua defensa. En esta estaban todos los partidos de izquierda, incluido el PSOE, hasta que en una maniobra arriesgada pero contundente, Felipe González modificó su posición y con ella la de los socialistas.

Se decía OTAN de entrada no, pero al final el propio Felipe convenció a los españoles a que votaran mayoritariamente la integración en la organización atlántica, lo que suponía nuestra integración, por añadidura, en lo que entonces era el Mercado Común Europea y en definitiva en el conjunto de países del denominado mundo libre. El resto de la izquierda mantuvo su negativa, fundamentalmente basada en argumentos que iban desde el posicionamiento antimilitarista; también, y no menor, de una tradicional animadversión a los Estados Unidos y todo lo que política, económica, cultural y socialmente significaba, OTAfavorable.

Otra postura era de los que, como digo, estaban entusiasmados con esa posibilidad, siendo la derecha democrática, empresarios y en definitiva la España convencida de la necesidad de romper el tradicional aislamiento español de los grandes circuitos fundamentalmente económicos de nuestro entorno. La tercera postura la mantenían los representantes políticos residuales de la ultraderecha, entonces postfranquistas agrupados principalmente en la que era Alianza Popular, hoy Partido Popular. Estos oscilaban entre la postura en contra y a favor en función de intereses más domésticos, por un lado querían una derrota política de los socialistas y por tanto que en el referéndum que se iba a celebrar se votara en contra de la posición del gobierno, fuera esta la que fuera; pero, por otra parte, como era evidente, tampoco les hacía gracia el engordar a los “terribles comunistas” con un voto que desde luego desde el partido de Fraga no iba a ser posible rentabilizar por muy atlantista que fuera el gallego.

Todo eso que os cuento, más que nada por refrescar la memoria, hoy parece casi ciencia ficción. La izquierda, en general, no cuestiona ni la existencia ni nuestra participación en la OTAN -evidentemente hay algunos irredentos, pero pocos-. El PSOE, que sí consiguió rentabilizar su giro en esta cuestión, es un partido orgullosamente europeísta y atlantista. ¿Y la derecha? Veamos: El país fundador, máximo aportador financiero y líder de los aliados, Estados Unidos, ha cambiado de opinión. A Trump no le gusta la OTAN, no la cree necesaria porque su lógica no es de bloques, no atiende a lógicas de entendimiento con los que hasta ahora han sido sus aliados desde las guerras mundiales. Su lógica es la de la ley del más fuerte y, en ese esquema, solo asume una alianza entre tres potencias divergentes entre ellas, pero que le permite un ten con te más entendible desde una mentalidad imperial: fuerte con los débiles, y débil con los fuertes; y así, Rusia, China y los propios Estados Unidos prácticamente deciden que más que establecer áreas de influencia política o económica, llegan a la conclusión de que desde la fortaleza militar pueden, mediante la intimidación del típica del abusón, hacer realidad el viejo sueño imperial. De esta forma, Rusia tiene el campo libre en Ucrania y, posiblemente en otras zonas de Europa. China, que es la verdadera competidora de los Estados Unidos, tardará -ojalá me equivoque- en intervenir en Taiwán, y Estados Unidos avisa, en lo que es una locura que nadie había visto venir, que quiera Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá. Tanta locura es como nos parecía lo de crear un resort para ricos en Palestina y hacer como hicieron los nazis por ejemplo en Polonia, por lo tanto no hay que tomarlo a broma.

¿Y Europa? Simplemente es considerado como un posible competidor, cuando no como un mercado a controlar. Interesa dividirnos, meter quintas columnas en los países miembros -a través de alimentar económicamente el discurso del odio, a los partidos ultras y, en definitiva, conseguir el debilitamiento de la democracia global de nuestra Unión-.

Nosotros, que construimos una mentalidad que nos trataba de acercar a aquello que de manera grandilocuente llamábamos “el mundo libre, liderado por la mayor democracia del mundo”, vemos ahora que Estados Unidos lidera la Internacional ultraderechista, que son capaces y sin disimular, de interferir en los procesos electorales en Europa, que prefiere tenernos débiles que tener que vérselas con una Unión Europea fuerte y unida de verdad, que eso de la defensa común no les interesa, que de tan neoliberales que son, hacen lo menos liberal que hay en economía: el proteccionismo a ultranza, la intromisión del estado en el comercio mundial…

¡Lo que es la vida! Solo nos queda pedir a los políticos que sean fuertes, que no se muestren conciliadores ni utilicen políticas de apaciguamiento -recuerden que eso es lo que se hizo con Hitler y los resultantes son de todos conocidos-. Da igual que la supuesta derecha moderada o democrática se haya pasado a esa posición, que ya digo que en realidad no ha cambiado desde los tiempos de Alianza Popular, que no hay que aflojar porque entonces nos afligirán. 

No me digan que no es curioso que ahora tengamos que decir: OTAN sí. No dejen de leer una novela de 2004 escrita por Philip Roth llamada “La conjura contra América”, parece ficción, pero en realidad es premonición.

 

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