Cada vez que veo en televisión, leo en algún periódico o escucho por la radio cualquier información sobre el desastre ocurrido en Valencia, más que nada, cuando en esa información sale el todavía presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, no puedo evitar el que llegue a mi cabeza algún recuerdo que me ejemplifique lo que para mí ocurre con este señor. No puedo evitar, que algunas veces me acuerde de la película de culto “El sexto sentido”, la cual se puede resumir en que Malcolm Crowe -interpretado por Bruce Willis- está muerto, pero él no lo sabe; solo al final se da cuenta de que ha estado, lo que dura la película, haciendo el tonto -pónganle si quieren otro apelativo-.
También, en algunas ocasiones, dado el desparpajo con el que el señor Mazón está despachando todo lo ocurrido -su intervención en las Cortes Valencianas fue tan irreal, tan fuera de toda lógica-, que lo puedo comparar con ese cuento de Hans Cristian Andersen titulado “El traje nuevo del emperador”, conocido como “El rey desnudo”, en el que nadie le dice la verdad al rey mientras este pasea desnudo creyendo que, como le dicen, lleva un traje hermoso: El rey está desnudo, pero él no lo sabe. Por último, no puedo dejar de poner como ejemplo algo que mi amigo y maestro Pepe Pettengui suele decir: “los cangrejos son crustáceos, pero ellos no lo saben”; de hecho, si mi miserable por corta memoria no me engaña, creo que incluso titulé de ese modo un artículo en este periódico. El caso es que el cangrejo, en su corta entendedera no sabe que es un crustáceo, pero lo es, aunque nunca se entere ni de eso, ni de nada.
El señor Mazón reúne, como se dice en los reconocimientos, argumentos suficientes para que podamos reconocerlo como muerto sin saberlo, engañado por su séquito, e ignorante hasta la temeridad, peligroso por incompetente y mentiroso hasta, parece ser, creerse sus propias mentiras, incapaz de discernir con ecuanimidad.
Posiblemente, el día que se dé cuenta de que está desnudo, muerto y que por su ignorancia e incompetencia no deja de ser un crustáceo como el que nos dice Pettengui, maldecirá su suerte y, si aún le queda algo de dignidad, se retirará a sus aposentos haciendo mutis por el foro hasta que uno de sus jueces preferidos -que esta gente siempre tienen un amigo en quien confiar- le diga que sí, que está muerto, que sí que nadie le su entorno se le dijo y que, por supuesto, no se preocupe, que ya ha pasado el susto y que “ea, ea, mi niño”.
Pero hombre, por dios, que, aunque también me recuerde la situación a un zombi, de esos que comen carne, y que por supuestos también están muertos, pero que muertos y todo, pueden seguir -si no se lo creen, vean películas de esas de muertos vivientes- haciendo mucho daño. Así que mejor que alguien que esté cerca se lo diga, que lo deje, aunque como le den por seguir el ejemplo de quién propició bajas por un número ya clásico, 7291, no se va hasta que lo echen los propios valencianos, cosa que harán más pronto que tarde, pues estos no tienen, que se sepa, el virus madrileño de importarles poco los daños ocasionados por su crustácea particular.
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