Golpista, filoetarra, terrorista, amigo de ETA, sinvergüenza, traidor, cobarde, bilduetarra, criminal, vendepatrias, imbécil, inútil, canalla, gilipollas, ladrón, corrupto, pederasta, infanticida, perroflauta, dictador, ridículo, ególatra, felón, indigno, ilegítimo, chantajista, mentiroso, irresponsable, incapaz, desleal, chovinista, mediocre, okupa, incompetente, rehén de asesinos, chulo, líder de banda criminal, escarnio a la historia, antiespañol, perro Sánchez, malvado, jefe mafioso, enfermo mental, feminazi, bolivariano, hooligan, tirano, antidemócrata, falso, sectario, profanador de tumbas, totalitario, autista, engreído, lamentable, rompe España... y muchos más que no pongo porque se merecen ustedes una columna de opinión donde haya algo más que una lista de insultos, y eso que no me dirán que el colorido de las palabras, la abundancia de léxico y las posibilidades que nos da nuestro idioma para poner al de enfrente a parir, no parecen infinitas.
Hay insultos e insultos. Hasta en esta cuestión hay clases sociales y, por supuesto, el insulto también está determinado por la ubicación geográfica de la persona que va a zaherir al contrario, marca el insulto. España es plural hasta para cagarse en todo lo que se menea. Nuestro idioma, dicho por residentes que vienen de otras culturas, países y registros lingüísticos, es riquísimo y que lo primero que aprenden, de lo cual están muy agradecidos por lo que supone de integración e inmersión cultural, son los insultos. Ah, amigos, como se insulta en España y en español no se insulta en ningún sitio. Tenemos un idioma que sirve para un roto y también para un descosido; te escriben El Quijote y al rato te ponen a caer de un burro con las palabras más soeces, faltonas e incluso ingeniosas que se puedan describir.
Que riqueza también en el insulto, de hecho debatíamos entre amigos hace unos días cual es el insulto peor que te pueden decir en Cádiz y llegamos a la conclusión de que era: "eres un mierda". No está mal. Si fueras de Jerez, no hay duda: "maestro", o insultos más singulares e insólitos como el que se da en Paterna de Rivera en donde si te dicen "individuo" te están diciendo lo peor que te pueden decir. En fin, el insulto va por barrios, o por pueblos.
Yo reconozco que soy mal hablado, no tengo porqué esconderme y, como en las reconocidas confesiones de los supuestos anónimos alcohólicos, tengo que decir que soy Juan Bouza y soy mal hablado. Vale. Pero aparte de esa supuesta degeneración de un lenguaje "lingüísticamente y políticamente correcto", pienso que los vulgarmente llamados "tacos" –que particularmente a mí me gusta llamar con el más popular "picardías" y nada de palabras malsonantes puesto que la mayoría de ellas suenan estupendamente– no son más que o coletillas sin más maldad que el contexto en el que se dicen y nada que ver con el insulto, eso es otra cosa.
Cuando yo era niño, y supongo que seguirá siendo así, eramos muy de motes. Siendo de ciudad como soy, tengo que diferenciar el mote de ciudad de esa especie de gentilicio familiar tan utilizado en el campo, en lo rural, nada que ver, me refiero a algo más prosaico, más de niños: el cabeza, el negro, el boca, el gafa, la meona, la espagueti, la nariz, la pelona...no eran insultos, aunque hay que reconocer que en algunos casos el mote iba colocado como resumen de todas las características suficientes para acosar al recibidor de tan llamativo sustantivo. Recuerdo como si lo estuviera escuchando y viendo a un político importante de la provincia, ya fallecido, que le ponía mote a todo el mundo y que nos provocaba, y sigue haciéndolo muchas risas por su ingenio. Sin maldad pero sin piedad.
Lo de arriba, lo del primer párrafo, ni son motes, ni forman parte de esa riqueza del español o castellano a la hora de decir picardías, no. Son insultos graves que van desde el señalamiento y atribución de delitos a la conformación de una imagen despectiva y aborrecible del señalado. Son, como ustedes han deducido inmediatamente, los insultos que en estos últimos años se escuchan en el Parlamento de la Nación. Y se escuchan prácticamente a diario, no son esa salida de tono esporádica y que puede ser disculpable en función de la tensión del momento, como se disculpan algunas protestas en los jugadores de fútbol cuando se dice que "están muy calientes". Son insultos programados, con objetivo de degradar al contrario y más que nada, por encima de todo, con el objetivo principal de que las personas como usted o como yo tengamos la percepción de que los políticos no hacen nada, solo se insultan y que además es la manera de desenmascarar a esos supuestos malvados, que eso es libertad de expresión y bla bla bla. Desprestigiar el parlamentarismo, desprestigiar el sistema que dicen defender, y todo para intentar convencernos de que cuando ellos lleguen al gobierno el clima se calmará. ¡Nos ha jodido, pues claro que se calma, si los insultadores consiguen su objetivo para que insultar!
El insulto como arma política. El bulo, las noticias falsas. Las atribuciones de delitos, las exageraciones más hiperbólicas que podamos pensar y todo para crear un ambiente irrespirable que les permita aspirar a lo que no pueden conseguir por las vías democráticas: convencer.
Comentarios