Velas en el lugar donde tuvo lugar la trágica caída al vacío de Iván y su hermana, gente de bien.
Velas en el lugar donde tuvo lugar la trágica caída al vacío de Iván y su hermana, gente de bien.

Posiblemente, la última imagen sería la de dos manos entrelazadas, apretadas, unidas como volviendo a su ser inicial, un cordón umbilical que les proporcionaba la unidad, dos cuerpos fundidos en uno solo, dos mentes que deciden ser una o ninguna. Una mirada, la última, cómplice, determinada, un último pensamiento a las únicas personas que entendieron su excelencia. Una diría «hagámoslo ya, por ti, por mí, por todo», y volvería a apretarle la mano, se darían un último beso, mirarían al frente y se lanzarían al vacío.

Quería que le llamaran Iván, le gustaba ese nombre, pero en el colegio se burlaban llamándola Ivana. Doce años, como su hermana. Un chiquillo atrapado en un cuerpo de chica, en una sociedad que solo admite al diferente o desde la burla o desde el desprecio. Las dos maneras coincidieron aquí. Tenía doce años y una vida ya entonces muy vivida, muy difícil. Una hermana gemela que, por esas cosas de la ciencia, no solo la comprendía, sino que participaba de pensamientos, de telepatías, de sarpullidos en la piel con cada emoción de Iván. Dos cuerpos, una mente, dos sufrimientos, un destino.

Iván murió en el acto, la hermana, muy grave espera, aún respirando, que todo acabe «por solidaridad» como dejó dicho para explicar el porqué tomaba la decisión de compartir con Iván el trágico destino al que, sin duda, todo el entorno había colaborado.

Se mezclan en toda esta desgraciada, pero real historia, acontecida en nuestro país esta semana, muchas cuestiones que nos tendrían que hacer reflexionar, mirarnos a nosotros mismos, pensar en lo que de verdad hacemos o conseguimos cuando tan vehementemente pontificamos sobre la vida de los demás. Hablamos de transexualidad, de bullying, de suicidio, de salud mental… hablamos de tolerancia, de igualdad, hablamos de amor, de cariño… pero también hablamos de odio, de clasismo, de eugenesia. Todo lo bueno y todo lo malo que el ser humano tiene capacidad de hacer.

Este maldito suceso ha ocurrido en paralelo con la aprobación de la Ley Trans en el Congreso de Diputados. No la he leído más allá de la exposición de motivos, que no es poco. Y sin entrar en polémica sobre tal o cual artículo, lo que hace la Ley es directamente intentar decirle a estas personas: no tengáis miedo, no tenéis nada que temer, os protegeremos. Para mí es un logro, directamente un logro y no hablo de ideologías, no, hablo de sentimientos, de empatía, de cariño… de la fuerza del cariño.

También, y precisamente como contestación a la aprobación de esta Ley que otorga derecho a existir con derechos a una parte perseguida y desprotegida de la población, escuché que el líder de la oposición mostraba su parecer contrario a la misma alegando que era un atentado “a la gente de bien”. No quisiera ser desagradable para opinar sobre esta opinión, sería muy fácil pensar que a ese señor personas como Iván o su hermana les parezcan monstruos y que en este país solo caben “la gente de bien”. País pequeño, estrechito y malvado; prefiero solo mirar hacia adelante y pensar que precisamente la gente de bien somos la inmensa mayoría de los españoles que no opinamos como ese señor. 

Descanse en paz, Iván. 

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