Cuando es bien entrada la tarde del sábado 27 de abril, momento en el que estoy escribiendo esta columna, es evidente que nadie puede asegurar lo que va a ocurrir el próximo lunes en cuanto a la continuidad o no como presidente del Gobierno de Pedro Sánchez. Solo él mismo, y su entorno personal más directo, lo sabe, aunque es posible y probable que ahora esté, precisamente, ponderando la decisión. Por consiguiente, no voy a hacer conjeturas que, en mi caso, tienen un valor aproximativo a cero en cuanto a pronosticador. En cualquier caso, si se va, ciertamente habrá ganado la partida la mentira, el bulo, la desinformación, el insulto, la violencia… y si eso es así, como dice en algún tuit la escritora Maruja Torres, estamos perdidos. Todos sabemos lo que ha ocurrido: una conjura de necios en la que mediante noticias conocidamente falsas se intenta, y se puede conseguir, tumbar a un Presidente. Lo han hecho recientemente en Portugal, utilizaron una información falsa para conseguir la dimisión del gobernante socialista Antonio Costa; el resultado ya lo saben: tienen un gobierno de la derecha. Es diabólicamente sencillo: La derecha económica financia, los medios de comunicación difunden y alimentan, la derecha partidaria atosiga y, en este caso, un juez ejecuta.
Si esta patraña funciona, estamos perdidos. Si esta forma de dar golpes de Estado, sin cañones, sin guardias civiles horteras y bigotudos, sin pistolas… pero con igual resultado, un indudable perjuicio para el común de la ciudadanía, incluida en esta acepción a un grupo muy importante, y no menos afectado: los fachapobres. Todos tenemos en nuestro entorno personas que, si bien se benefician de las políticas que se están poniendo en marcha en este país, prefieren identificarse con aquellos que, probablemente, los van a machacar próximamente. Eso es típico en España. “Vivan las caenas”, se gritaba apoyando al rey felón, Fernando VII, mientras los esbirros de este, los maltrataban con esas cadenas por la que imploraban esos pobres españoles. Si esto funciona, estamos perdidos. Si con estas artimañas, denuncias falsas, jueces prevaricadores, falsos periodistas pagados por grandes empresas y destrucción del contrario sin ninguna empatía, se puede arruinar a un Presidente, que no ocurrirá con un simple ciudadano.
Se habla mucho de lawfare y no quisiera, por motivos personales, entrar pormenorizadamente en este tema, pero desde luego es bastante evidente que hay connivencia entre algunos elementos de la magistratura con las estrategias de la ultraderecha de este país. Espero que algún día se acometa, de verdad, lo que quedó en el tintero de la transición: la reforma integral de la justicia en España, desde el caduco procedimiento que emana de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, pasando por la encasillada y dirigida forma de acceder a la judicatura, pasando por la exigencia de ejemplaridad absoluta en un colectivo que por definición tienen que ser ejemplares (no puede ser que conductas absolutamente reprochables, autos y sentencias que parecen hechas sin siquiera haberse detenido a estudiar la cuestión que abordan, por no hablar de esos preparadores de oposiciones para jueces que cobran en negro esos sobresueldos de manera absolutamente también de manera ilegítima).
Por otra parte, si Pedro Sánchez se queda, muchas cosas cambian, van a cambiar. Nada va a ser igual y espero que esos cambios supongan acabar, de una vez por todas, con la impunidad ilegítima de, por ejemplo, los miembros del CGPJ, con la proliferación de seudomedios de comunicación financiados por entidades de carácter filofascista, y también, por qué no, con la cierta descapitalización de las terminales territoriales del PSOE, buscando liderazgos reales, movilización programática y de la otra. Que también suponga una definitiva definición de los supuestos socios de legislatura: Sin unidad a la izquierda del PSOE no hay paraíso, déjense de estupideces y aparquen sus egos y pamplinas.
El tiempo corre, la democracia se detiene, por lo menos hasta el lunes. Esperemos esperanzados, pero sin ingenuidad: solo la movilización permanente y la acción contundente puede salvar nuestro régimen democrático. No debemos conformarnos con el espejismo democrático de Hungría, Rusia o similares, nuestro país es mucho más.
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