De los tradicionales diez mandamientos de la religión cristiana, probablemente el más deseable que se cumpla por todos, incluidos los que somos de natural descreídos, es el que ordena no matar. Concretamente, según venía en el catecismo que estudiábamos en el colegio, su formulación exacta es No Matarás. Clarito como el agua. Entiendo que los cristianos hagan una prelación distinta, no soy persona adecuada para establecer la importancia de unos sobre otros pues imagino que aunque la fórmula del decálogo condiciona en alguna medida esa prioridad, no creo que tengan preminencia por el número que ocupan.
De hecho, según recuerdo de mi escasa formación religiosa cristiana y católica, en el susodicho catecismo, irremediablemente después de la relación de los diez mandamiento o conductas a cumplir, en un ejercicio encomiable de síntesis y resumen del cual pocas veces se ha agradecido a la sante madre iglesia por lo que suponía de cara a su estudio por parte de los incautos estudiantes, pues venía escrito con letras bien negritas que esas diez normas de comportamiento y conducta se resumían en dos Amarás a Dios Sobre Todas las Cosas y al Prójimo sobre Ti Mismo.
Por tanto, de un sosegada lectura e interpretación realizada por un escéptico descreído como yo, se puede deducir que el cumplimiento de ambas cuestiones es ineluctable. Amar a dios como si no hubiera un mañana, lo cual demuestra una gran dosis de optimismo y, en palabras cristianas, fe, puesto que hay que estar muy convencido de que la cosa va a salir bien. Es como una cita a ciegas donde el humano contrayente ama desesperadamente al otro componente de la insólita reunión. La de programas de televisión que nos hubiéramos ahorrado si eso pasara en las relaciones normales, el First Date no tendría futuro ni como programa piloto. En lo que se refiere en amar al prójimo como a uno mismo, pues que queréis que os diga, un desiderátum que, por su poca concurrencia, cuando se da es noticia.
Estas digresiones pseudorreligiosas vienen al caso para abordar un tema mucho más serio que todo lo anterior, aunque la razón de iniciarla con mi apreciación profana de cual es el principal mandamiento cristiano, y señalar el no matarás, está determinado porque algo que es transversal a todas las religiones y en general a lo humano, y que además podemos completar con otros igualmente profanos aunque podríamos añadirlos a cualquier religión sin temor a estar diciendo tonterías; y que tienen que ver con los valores republicanos, que son laicos pero que tendría todo el sentido que lo afirmaran las personas practicantes de cualquier religión: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Me da igual la religión, estos son valores con los que cualquiera persona podría comulgar, nunca mejor dicho, tranquilamente.
Dicho lo anterior, esta semana ha sido violentada por el asesinato de una persona y dejar a varias heridas en un ataque con arma blanca de un hombre dentro de varias iglesias de la vecina ciudad de Algeciras. Nuestra condena, nuestra repulsa, nuestras condolencias, nuestra solidaridad, y también nuestro horror después de escuchar la barbaridad dicha por el líder de la oposición, el señor Feijóo, estableciendo este horrible asesinato como un problema entre religiones, estableciendo trincheras entre los católicos, como él, y los musulmanes. Y lo hace porque el asesino es musulmán, y en el momento del asesinato gritó Alá es grande y lo hizo en iglesias católicas, pasando por alto la investigación de los luctuosos hechos cometidos según información de fuentes de la propia policía, que el asesino era un enfermo mental atormentado por la religión, que en su locura creyó actuar al dictado del Yihadismo Internacional. Un desgraciado, asesino, pero desgraciado.
Pero deba igual, a Feijóo los detalles le da igual, el va al bulto y señala, sin avergonzarse, sin el más mínimo pudor por la extravagancia de cuñado, decir que los católicos hace siglos que no matan a nadie por la religión. Desgraciadamente, las guerras de religión, la pulsión religiosa tiene un amplio historial desde el principio de los tiempos, y ciertamente en nombre de los supuestos dioses se ha matado, y se han hecho y se hacen barbaridades. A mi no me llaman la atención ética ni moral las religiones, pero puestos a ser honestos, para desgracia de este país y como ejemplo de la tontuna de Feijóo, la guerra civil fue una guerra denominada por los asesinos como cruzada, bendecida por la iglesia local, y en la que se mataba, torturaba, violaba, se destrozaba a la gente por el simple hecho de no ser católicos.
Es tan sencillo como ver las sentencias, cuando las había, tan sencillo como comprobar que los informes de los párrocos y obispos sobre las personas eran determinante para el dictado de sentencias que desde luego eran todas en nombre de dios, y si eras ateo o protestante, musulmán o agnóstico, la represión estaba asegurada. Fue una guerra religiosa, católicos contra todos los demás. Se mataba en nombre de dios y así se hizo hasta la muerte de Franco. Feijóo eso no lo sabía, tampoco, y si lo sabía, comete un pecado por desobediencia a uno de los mandamientos de su religión: no mentirás.
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