No se trata ni de mí ni de ti. Se trata, has de saber, de nosotros. No es que no quiera admitir que cada uno de nosotros merece la pena, que la merecemos, lo que quiero decirte es que si somos nosotros, somos más y mereceremos no la pena, mereceremos la alegría. El invierno en todo su apogeo ha traído −siempre lo hace aunque no nos acordemos−su ración de frío, una veces más intenso otras veces menos. Trae el invierno esos domingos de cielo raso que nos recuerda que no tenemos que impacientarnos, que la primavera va a llegar, que no lo podemos ni impedir, ni apresurar, llega, siempre llega, aunque tu no quieras. Pero verás, si somos nosotros la espera será entrañable.
El viento lleva silbando varias semanas, ese viento salvaje que viene del este, que seca la ropa tendida y los llantos de los nublados vespertinos, un viento arrogante, que intimida, nuestro. Pero no te importe, si hablamos de nosotros, si de verdad se trata de nosotros, de ti, de mi, de ellos, entonces, solo entonces, no importará porque el viento seco no puede con todos juntos, apretados, conjurados y decididos a continuar adelante en esta larga marcha que nunca sabremos a qué lugar nos lleva, pero no te importe, si vamos juntos, encontraremos algún destino, aunque ese destino no signifique nada.
Seguir adelante, como lo hemos hecho generación tras generación, insistir, no parar, buscar nuestro lugar aunque cuando lo encontremos nos demos cuenta que nuestro lugar era el camino; no te importe, si vamos juntos, si vamos nosotros, no importará porque el camino será agradable y hasta las tempestades que vienen del oeste nos parecerán poca cosa, nada importante, porque nada puede interrumpir nuestro viaje. Si se trata de nosotros el viaje es el fin y sí, el fin justifica nuestros miedos y nuestros medios.
Tu y yo somos legión porque somos nosotros. Tu y yo seremos una leyenda que se recordará por todos los siglos que lleguen porque tu y yo somos todos, somos todo. No admitimos ni un paso atrás, no nos dejaremos llevar por la melancolía, es inútil, no hay tiempo que perder −se nos va entre los dedos−.
Tu fe no puede tambalearse por más que cada día algún sucedido nos recuerde lo difícil que es todo. Pero, si te conmueves con las escenas que, por ejemplo, hemos visto estos días de esos terribles terremotos en Turquía y Siria, si has tenido que tragar saliva para no desesperar viendo a niños ¡a niños! debajo de escombros, no te preocupes, ellos también somos nosotros, tu eres ellos. Sus caminos terminaron pero como en una carrera se pasan el relevo los atletas, nosotros recogeremos el testigo de cada tristeza para convertirla en alegría, en multitud recorriendo la vida, recorriendo el fin.
Tu y yo somos inasequibles al desaliento, somos invencibles, no hay vuelta atrás, y por eso, hoy nos conjuramos para que, una vez más, llegue una nueva primavera, una más, nunca una menos. La vida es para nosotros, que nos queremos tanto.
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