La noticia de la semana en Cádiz es, sin duda, el anuncio del alcalde de la ciudad, José María González, de que no va a presentar su candidatura al llamado sillón de Salvochea en las elecciones municipales a celebrar el próximo mes de mayo. Era lo previsto y lo que se vislumbraba en los últimos meses tanto por la lectura entre líneas de sus declaraciones pública e incluso, desde mi discutible opinión, en su lenguaje no verbal, en aquello que podíamos percibir como un cierto hartazgo, de una, más o menos disimulada, desgana ante la perspectiva de tener cuatro años por delante en un cargo público que desgasta personalmente sobre todo a aquellos que no tienen en su poso ideológico la gestión pública como el objetivo final. Hay políticos, tanto en la derecha como en la izquierda, que por una militancia muy estructurada en partidos de larga tradición en nuestro sistema como puedan ser el PSOE, el PCE o el mismísimo Partido Popular, que elevan su compromiso y su participación en la política en la ambición en la gestión, en ser determinantes en la misma como actores de la misma. En definitiva, sin querer profundizar, creo que son muchos los motivos que llevan al alcalde a retirarse de la gestión pública, sin desmerecer el primero de todos: el cumplimiento de la palabra dada, que no es poca cosa. Una gran cosa.
Queda feo el parafrasearse uno mismo cuando escribe, pido disculpas porque lo voy a hacer seguidamente. Cuando tuve la responsabilidad de llevar las políticas de empleo en la provincia de Cádiz, a los pocos días de mi nombramiento expuse en algunos medios de comunicación mi determinación a no estar en ese puesto más de ocho años, no más de dos legislaturas. Ocho años después, meses antes de celebrarse las elecciones andaluzas de 2012 y en una entrevista en el medio escrito más seguido en la ciudad, dije con contundencia que no iba a seguir, que volvía a mi trabajo que, sin querer hacer de mi postura un reclamo ético, pensaba –y pienso– que ocho años eran suficientes, que el empuje que se necesita para hacer un trabajo óptimo requiere que se refresquen los cargos públicos, no caer en la rutina. Lo hice y no pasó nada, otros llegaron, y así será siempre.
Dicho esto, y volviendo a pedir disculpas por hablar de mí mismo, creo que el alcalde estaba cansado, que independientemente de que su compromiso era dejarlo, ya no quería, ya le costaba. Y es normal, y es humano. Él lo ha repetido muchas veces: la política no puede ser una profesión a la que uno se agarra como un clavo ardiendo y, por supuesto, la política no puede ser confundida con el cargo público porque entonces, a veces, da la impresión de que hay políticos que serían capaces de matar a su madre con tal de conseguir ese puesto que le da dinero –en mucho casos poco dinero pero en algunos casos muchísimo, tanto que ni en sueños algunos lo podrían ganar si no fuera por esas canonjías–, y en todos los casos por el poder, por sus egos, por esa sensación que antaño llamaban erótica del poder. La política, como dice José María González, se hace desde cualquier ámbito de la sociedad y hay movimientos sociales, sindicales...para ser un activo político, y seguro que él lo va a seguir siendo.
No voy a analizar la gestión del alcalde, de momento, aunque como todos tiene sus luces y sus sombras, lo que es indudable es que ha marcado una época como en su tiempo la marcó Carlos Díaz que tuvo que hacer frente a la puesta en marcha de un Ayuntamiento heredado del franquismo. La marcó Teofila Martínez después de estar veinte años al frente del municipio, y ahora la marca José María González “Kichi”, que surgió en la ola del 15M, que supo aglutinar votos del hartazgo y votos de una izquierda que hasta ese momento le negaba el sufragio al PSOE y facilitaba con su abstención las mayorías de la derecha y de Teofila.
Como todos, el alcalde se ha enfrentado, en este su segundo y último mandato, a una pandemia y a una crisis derivada de los acontecimientos internacionales que, posiblemente, le han impedido desarrollar muchas de las políticas que hubiera deseado. De todas formas es de esperar que en estos meses, de aquí a mayo, redoble sus apariciones, y que sean meses donde se cierren hitos de gestión imprescindibles para intentar que su “heredero” David de la Cruz pueda optar con posibilidades.
De momento, lo felicito por cumplir su palabra, que es patrimonio de los buenos políticos.
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