En estos días parece inevitable escribir sobre la figura del Papa Francisco. Su vida, su legado y el futuro para la propia iglesia católica, y con la derivada final de quién será el sucesor al pontífice argentino. Todo el mundo se ha dado el gustazo -en columnas como esta, en tertulias de radio y televisión, en debates de todo tipo, en las conversaciones de “cuñaos” en cualquier bar…-, de emitir una opinión sobre la figura del prelado y posicionarse a favor o en contra de la gestión de este líder mundial. No voy a permitirme el lujo, ya que desde la dirección de este medio no me pone pegas, de no dar mi opinión, la cual, no tengan la menor duda, no tiene el valor de quien la hace por su conocimiento del asunto y por tanto, como casi todos los que emiten su consideración y juicio sobre el particular que lo hacemos desde la osadía.
Yo, como todos los españoles de bien o de mal, cuando llega un partido de la selección española de fútbol se convierte en seleccionador y entendido de tácticas, tiki takas, presión alta y todas esas cosas; también cuando hay una epidemia somos capaces de hablar sin tapujos de la inmunidad de rebaño o del ARN mensajero, somos politólogos de vocación y, como ahora, cuando se muere el Papa, tenemos la capacidad o el cuajo de evaluar, desde nuestro absurdo criterio, la bondad o maldad del pontificado y, por supuesto, somos capaces de contarle, a quien quiera, como es un Cónclave y cuáles son los papables del sector progresista y cuáles de los conservadores. Somos un país de cuñados, como lo es el de procedencia del fallecido, Argentina, donde son capaces de hablar de cualquier cosa todo el tiempo que les dejes.
No quiero ser hipócrita: yo no pertenezco al club de los católicos, ni siquiera al de los cristianos, ni tampoco de la religión que ustedes quieran señalar, como mucho sería capaz de rezarle a los Beatles (si hay una iglesia maradoniana por qué no va a existir una cuyos dioses sean John, Paul, George y Ringo). Por tano, pongo por delante, que lo que hago en esta columna es hacer lo que es parte de mi deformación vital: opinar de todo o, como diría mi madre «como el maestro Liendre, que de todo sabe y de nada entiende».
Una de las cosas que más me ha llamado la atención es cómo se ha polarizado la despedida de Bergoglio, por lo menos en España, sin dudar que será igual por otros lares. Por una parte, hemos escuchado y leído a los partidos políticos y en general a la progresía de este país, alabando hasta el empalago a Francisco: «Papa de izquierdas» «Papa de los pobres» «figura descomunal» «el gran reformador» «el Papa más social» …y así hasta el moco tendido. Enfrente, la derecha política, social y religiosa no ha tenido ni la cortesía de callarse antes de lanzar los exabruptos sobre el Papa, y así hemos escuchado a, por ejemplo, al periodista extremista Jiménez Losantos decir «se ha muerto el Papa comunista, por fin», hasta Ayuso y hermanos mártires casi sonrientes con la situación, por no hablar de esos curas españoles que rezaban diariamente para que muriera, cuanto antes, Francisco; y que me dicen de su compatriota Milei llamándolo imbécil y satán.
A mí, la verdad, me parece que se exagera, como casi siempre, y supongo que ni fue el Che Guevara, ni Lenin -ni siquiera Pedro Sánchez-, y creo que era un religioso comprometido con el peronismo, cosa que ya de por sí nos invita a no poner etiquetas fijas, y no estoy seguro -he preguntado a gente católica- que haya sido capaz de hacer muchas reformas. Ahora, eso sí, ha tenido la valentía de, cuando menos, hablar con palabras conciliadoras y solidarias del colectivo LGTBI, de las mujeres, del medio ambiente, de los presos, de los pobres…en definitiva, más que por lo hecho, su importancia radica en el valor simbólico de sus palabras. La iglesia se mueve lenta, tarda siglos en completar un giro hacia donde sea y, es probable, que lo hecho por Francisco se note dentro de décadas. En cualquier caso, como líder espiritual y político de influencia global, espero que al que elijan tenga la virtud de no estropear un discurso que, aunque con pocos efectos prácticos, sonaba menos a alcanfor y más a futuro. Yo, que no me acerco a las iglesias más de lo estrictamente necesario, sí me posiciono, aunque sea como un brindis al sol y, como decía el gran Leonard Cohen, «A veces uno sabe de qué lado estar simplemente viendo quiénes están del otro lado», y si los que lo critican son los de VOX, los de Trump, los Ayusos que en el mundo son, los Jiménez Losantos, las Alvises…pues…