De la tolerancia y la tiranía de los mediocres

Los pueblos se someten voluntariamente a la autoridad del tirano debido a una combinación de costumbre, adoctrinamiento y engaño

Santiago Abascal durante el acto. La tolerancia y la tiranía de los mediocres.
Santiago Abascal durante el acto. La tolerancia y la tiranía de los mediocres. MAURI BUHIGAS

En su alegato contra el fanatismo, dentro del memorable “Tratado sobre la Tolerancia”, Voltaire nos dice «el derecho a la intolerancia es, por lo tanto, absurdo y bárbaro: es el derecho de los tigres, y es mucho más horrible, pues los tigres solo matan para comer, y nosotros nos hemos exterminados por unos párrafos» y, en general, nos va subrayando su posición, emotiva y pasional, de defensa a ultranza de la tolerancia y la libertad de pensamiento. Voltaire argumenta que la intolerancia religiosa es irracional y cruel y aboga por la coexistencia pacífica de las distintas religiones y creencias. Es, y la actualidad hace también actual, una llamada casi desesperada a la humanidad para enamorarse de la razón, de la justicia y la humanidad en su sentido más amplio, es decir, lo que nos hace seres racionales. Su llamada ruge contra la violencia, la que se ejerce a través del ejercicio de la injusticia: No hay mayor violencia que la humillación, la deshumanización, a sabiendas, de que pese a esa convicción de injusticia, se ejecuta por el simple goce de la demostración de poder, el odio o cualquier atributo poco bondadoso con nuestra existencia. Decía el gran Francisco de Quevedo que «ningún vencido tiene justicia si lo ha de juzgar su vencedor». Y esto ocurre muchas veces en la vida: la tiranía del que ofende porque puede, la del abusón que abusa porque puede, la del “trepa” que disimulando su cretina existencia descarga sobre los demás todo lo que detesta de él mismo. 

Es verdad que en muchos casos esa tolerancia, esa desagradable tentación a la evitación del conflicto nos lleva a consentir, en alguna medida, el trato infame del tirano. De la Boetie en el “Discurso sobre la servidumbre voluntaria” nos advierte que la tiranía no se sostiene únicamente por la fuerza, sino que necesita la complicidad de la víctima. Los pueblos se someten voluntariamente a la autoridad del tirano debido a una combinación de costumbre, adoctrinamiento y engaño. Y, ciertamente las estructuras de poder despótico y la llegada a esas estructuras se producen por la aceptación, cuando no con la participación activa o pasiva en la normalización de la opresión.

La tolerancia, la rebeldía ante la tiranía, la búsqueda de la justicia y la lucha por la felicidad, son conceptos, actitudes, valores y deseos que se confrontan, desgraciadamente con los amos del día a día: los mediocres, sí, aquellos que como dije antes, descargan su grisura contra cualquiera que le recuerde lo mediocre que es, y ven en su prepotencia y clasismo ˗los tiranos y los mediocres son clasistas˗, una victoria, aunque todos sepamos que es solamente un síntoma de su miserable vida. Las relaciones, sus posibilidades, en este mundo que estamos construyendo, o mejor, deconstruyendo, son más importantes que las habilidades técnicas o intelectuales. A veces, los mediocres tienen éxito porque son buenos en construir y mantener relaciones con personas influyentes. Los mediocres pueden ascender debido a quiénes conocen en lugar de lo que saben.

¿Hay que ser tolerantes o serviles con los tiranos, con lo mediocres odiadores? Sobre todo hay que ser justos y hasta valientes.

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