Desde aquella lejana tarde del día 23 de abril de 1873 en la que el alcalde republicano Francisco Revueltas Montel pronunciara ante el gentío congregado a las puertas de las antiguas Casas Consistoriales las esperadas palabras “Queda abierta la Biblioteca Municipal de Jerez de la Frontera” han pasado ya casi 150 años. Con este motivo la ciudad y la propia institución bibliotecaria se disponen a la celebración de tal efemérides.
Las páginas que siguen no han de verse más que como una modesta contribución al conocimiento de determinados aspectos relacionados con las circunstancias históricas en las que fue fraguándose la idea de dotar a la ciudad de Jerez de una Biblioteca Pública Municipal. Porque como la de cualquiera institución, la historia de nuestra veterana Biblioteca Municipal ha ido discurriendo al compás que esas mismas circunstancias históricas le han ido marcando en cada momento. Su propio nacimiento en 1873, por ejemplo, resultaría incomprensible sin tener en cuenta las especiales circunstancias políticas creadas en el país y en Jerez a raíz de la “Revolución” de septiembre de 1868 y las ideas que en el campo de la cultura y de la Educación le acompañaron.
Centraremos estos comentarios en el lapso de tiempo que va desde los primeros momentos en los que se explicitó esa idea de la necesidad de que Jerez contara con una biblioteca pública hasta el año 1876, año este último que fue cuando realmente se abrió al público aquella biblioteca ya inaugurada formalmente el 23 de abril de 1873 y cuando por fin la ciudad iba a contar con un centro cultural de esas características.
Algunas de las ideas que aquí se exponen fueron desarrolladas más extensamente en el trabajo que hace unos años dedicamos al estudio de determinados aspectos de la historia de la Biblioteca del Cabildo Eclesiástico de la Iglesia Colegial de Jerez. (Revista de Historia de Jerez, 2019, nº 22, pp.217-260). De ellas volvemos a ocuparnos, por si fueran del interés de aquellos lectores y lectoras que aunque no suelen frecuentar las minoritarias revistas de Historia sí están interesados sin embargo en estos aspectos culturales de la historia de la ciudad.
La necesidad de establecer en Jerez una biblioteca municipal abierta al público fue una sentida aspiración ya planteada abiertamente por las autoridades municipales jerezanas desde los comienzos del siglo XIX. Como no podía ser de otra manera, tratándose de la época de la que hablamos, este proyecto fue abanderado principalmente por grupos minoritarios de personas “ilustradas” y “eruditas” de clase media y burguesa de la ciudad. Nada extraño desde luego si tenemos en cuenta que con los niveles de alfabetización existentes entre la población española en esos momentos para la inmensa mayoría de las clases populares, como ha señalado algún autor, resultaba “tan inaccesible la Biblioteca Real del siglo XVIII como cualquiera biblioteca pública provincial del siglo XIX”, o local, añadimos nosotros.
Esta referida aspiración tomó ya cuerpo en una fecha bastante temprana: así, en uno de los acuerdos adoptados por el Ayuntamiento de Jerez el 23 de mayo de 1820 se decidió solicitar al marqués de Villapanés que accediera a que su importante biblioteca fuera puesta a disposición del público, una petición que como era de esperar no contó con el consentimiento del marqués.
Posteriormente, entre los años 1837-1839, luego en 1855-1856 y más tarde a comienzos del llamado Sexenio Revolucionario, en 1868 concretamente, se registraron nuevos intentos, siempre por iniciativa municipal, orientados a conseguir que ese antiguo anhelo fuese una realidad. En cada una de las fechas anteriormente enunciadas el proyecto se basó y se concretó en la posibilidad de lograr un acuerdo entre el Ayuntamiento y el Cabildo Eclesiástico de la Iglesia Colegial para que bajo ciertas condiciones este último permitiera que los fondos bibliográficos de su conocida biblioteca, donada en 1793 por el que fuera obispo de Mallorca y Sigüenza Juan Díaz de la Guerra, fuesen utilizados como una biblioteca pública.
A pesar de que en algunas de las fechas antes citadas, sobre todo en 1868, pareció que un acuerdo en tal sentido era posible, sin embargo finalmente todos los esfuerzos desplegados por el municipio en aras de la consecución de ese objetivo resultaron infructuosos y terminaron fracasando, a causa sobre todo de la intransigencia, del excesivo recelo y de las inaceptables condiciones de última hora exigidas al municipio por dicho Cabildo Eclesiástico.
Muy poco después, durante la etapa del Gobierno Provisional del General Serrano y bajo el impulso de su ministro de Fomento Manuel Ruiz Zorrilla, se publicó el Decreto de 1 de enero de 1869 cuyo objeto principal era secularizar y convertir en públicos y nacionales los bienes muebles eclesiásticos de interés histórico, artístico o científico. En relación con lo que ahora nos interesa, en él se ordenaba la incautación por parte del Estado de las bibliotecas que estuvieran a cargo de catedrales, cabildos eclesiásticos o monasterios, exceptuándose de esta medida confiscatoria aquellas que pertenecieran a los seminarios. Unos días más tarde la Orden de 18-1-1869 mandaba, entre otras cosas, que una vez incautados, inventariados y clasificados estos bienes eclesiásticos serían puestos al servicio público en las bibliotecas, museos y archivos nacionales.
Como consecuencia de las anteriores disposiciones legislativas el día 25 de ese mismo mes y año las autoridades municipales jerezanas, actuando por delegación del Gobierno de la nación, procedían a incautarse en nombre del Estado de los libros de la Biblioteca del Cabildo Eclesiástico de la Iglesia Colegial de la ciudad. Queremos llamar la atención sobre un hecho relacionado con esta incautación que ha pasado desapercibido en cuantas ocasiones se ha escrito sobre los orígenes de la primera Biblioteca Municipal de Jerez, un hecho que sin embargo, a nuestro juicio, resulta fundamental para entender por qué fue posible su creación en 1873. Porque, hay que decirlo, si la Biblioteca Municipal de Jerez se pudo crear en esta fecha no fue sólo, ni principalmente, porque en abril de ese año la ciudad estuviese gobernada por un ayuntamiento de signo político republicano con voluntad de hacerlo.
Este hecho al que nos referimos tiene que ver con lo dispuesto en el artículo 9º de la citada Orden de 18-1-1869. En él se instituía la figura de un comisionado entre los miembros de las comisiones que debían intervenir en la incautación de esas bibliotecas eclesiásticas. Este comisionado tenía la misión de realizar los índices e inventarios de lo incautado e informar al Ministerio de Fomento acerca del lugar al que, a su juicio, debía trasladarse todo o parte de lo confiscado. De esto último se desprende que esta biblioteca confiscada al Cabildo Eclesiástico no estaba destinada pues a servir de sustrato inicial para la creación de ninguna biblioteca pública municipal en nuestra ciudad sino que sus fondos debían servir para engrosar los de aquellas bibliotecas públicas ya existentes en España, sobre todo de las bibliotecas públicas provinciales.
Con esta última medida gubernamental no se hacía más que continuar con la trayectoria que los gobiernos liberales progresistas habían iniciado a la hora de determinar el destino que habría de dársele a los fondos bibliográficos existentes en las bibliotecas de los conventos suprimidos como consecuencia de las medidas desamortizadoras adoptadas en la década de los años 30 del siglo XIX.
Entonces, si esto era así, ¿cómo fue posible, en primer lugar, que los 4329 volúmenes que poseía la Biblioteca Colegial en el momento de su incautación no se movieran ni fueran trasladados fuera de Jerez, en contra de lo ordenado en citada disposición de 18-1-1869? Y en segundo lugar y más importante, ¿cómo fue posible que estos libros terminaran finalmente sirviendo de base y fermento de esa primera Biblioteca Pública Municipal que se inauguraría cuatro años más tarde?
Para responder a estas dos preguntas deberemos reparar en la composición de aquella Comisión Local que el día 25-1-1869 había llevado a cabo en Jerez la incautación de la Biblioteca de la Colegial. Esta comisión estaba integrada por un notario encargado de levantar acta de lo actuado, por el alcalde primero Pedro López Ruiz y como comisionado nombrado al efecto de la precitada orden circular de 18-1-1969 el “notablemente ilustrado” y político demócrata-republicano Manuel Bertemati Troncoso. No se ha dicho, pero es justo decirlo:
El papel jugado por el comisionado jerezano Manuel Bertemati después de la incautación de esa biblioteca, junto con su interés, empeño y tenacidad, resultó decisivo para que Jerez pudiera contar en 1873 con una Biblioteca Municipal. A principios de febrero de 1869 este elevaba al ministro de Fomento Manuel Ruiz Zorrilla el preceptivo informe sobre los libros incautados. ¿Qué decía Bertemati al ministro en este informe? Además de remitirle el inventario de estos libros y de expresarle su juicio acerca del estado de conservación en que los mismos se hallaban, le pedía dos cosas: en primer lugar, que este material bibliográfico permaneciera en Jerez y que no fuera trasladado a ninguna biblioteca del país, como estaba previsto. Pero en segundo lugar, y más importante también, Bertemati solicitaba al ministro de Fomento que
“Considerando la Biblioteca (…) de la Iglesia Colegial como propiedad del pueblo de Jerez, deje sin ulteriores efectos la incautación verificada (y) no permita que se desposea a esta ciudad de la única riqueza literaria que le ha cabido en suerte, y que aconseje, proteja y excite el celo bien entendido de este Municipio a fin de que incluya en su presupuesto cantidad adecuada a la conservación, custodia y aumento de esta biblioteca…”
En definitiva, lo que Bertemati solicitaba al ministro Ruiz Zorrilla era sencillamente que el Gobierno desafectara los libros incautados de la condición de bienes nacionales, que estos libros fuesen declarados como de propiedad de la ciudad de Jerez y que, en consecuencia, diera su autorización para que el Ayuntamiento jerezano pudiese crear con ellos una Biblioteca Pública Municipal. El propio Bertemati aconsejará a la Corporación Municipal que por su parte hiciera la misma solicitud al Gobierno para dar mayor fuerza y apoyo a la que él como comisionado recogía y le trasladaba en su informe al ministro, cosa que la Corporación Municipal acordó en el cabildo de 12-2-1869.
Desde esta última fecha transcurrieron casi tres años y medio sin que el Gobierno se pronunciara sobre la anterior demanda y sin que tampoco concediera esa autorización a Jerez para la fundación de esa deseada Biblioteca Municipal, aunque en todo ese tiempo, es cierto, tampoco se exigió ni apremió al Ayuntamiento para que procediera a trasladar los libros incautados a ningún otro lugar.
Por fin, en el verano de 1872 la anterior petición del comisionado Bertemati era resuelta favorablemente: una Orden de 10-7-1872 promulgada desde el Ministerio de Fomento que dirigía José Echegaray y comunicada al alcalde de Jerez por la Dirección General de Instrucción Pública autorizaba expresamente la creación en Jerez de esa biblioteca pública con los libros incautados.
Esta última se comprometía a remitir para esa biblioteca ejemplares de aquellas obras que el Estado adquiriera para el fomento de las bibliotecas públicas. El Ministerio de Fomento por su parte quedaba encargado de dotar del personal facultativo necesario para el servicio de la biblioteca que se creara, mientras que el Ayuntamiento de la ciudad se obligaba al nombramiento y pago del salario de un administrativo. El municipio debía comprometerse además a consignar en sus presupuestos las cantidades necesarias para la conservación y el fomento de la biblioteca. Esta quedaría abierta al público en el momento en que el Ayuntamiento jerezano comunicara que había dado cumplimiento a sus compromisos anteriores.
En el cabildo de primero de agosto de 1872, efectivamente, el alcalde accidental Andrés Revilla Polanco informaba al Pleno Municipal que “el Rey [Amadeo I] había dispuesto que la Biblioteca (…) de la Iglesia Colegial de esta ciudad, como comprendida en el Decreto-Ley de primero de Enero de mil ochocientos sesenta y nueve, sirva de base para establecer una Biblioteca Pública en la misma…”
Aunque se ha resaltado, y creo que con justicia, el protagonismo de la corporación republicana de 1873 en la creación e inauguración de esa primera Biblioteca Pública Municipal con que contó Jerez, sin embargo, repetimos, debe tenerse en cuenta que los fondos bibliográficos incautados a la Biblioteca de la Iglesia Colegial habían pasado a formar parte del patrimonio de la nación y por tanto el Ayuntamiento de Jerez no podía adoptar por su cuenta ninguna decisión en orden a dar a esos fondos un uso distinto del previsto en las órdenes de 1 y 18 de enero de 1869 sin una autorización expresa para ello por parte del Gobierno de la Nación.
Lo que queremos decir, en definitiva, es que si esa corporación municipal republicana de 1873 pudo crear e inaugurar la Biblioteca Municipal con esos libros incautados fue porque previamente el Gobierno había dado su consentimiento para ello y, en segundo lugar, que en ese sentido es justo reconocer que el mérito de haber convencido al Gobierno de que la ciudad de Jerez merecía contar con una Biblioteca Pública abierta a sus vecinos fue fundamentalmente del comisionado Manuel Bertemati Troncoso, también, al fin y al cabo, un veterano y convencido republicano.
Después de tantos ensayos fracasados parecía que Jerez tendría por fin iba una Biblioteca Municipal. Otra cosa es la consideración de la idoneidad de los fondos bibliográficos incautados a la Biblioteca de la Colegial y con los que el Ayuntamiento jerezano pretendía formarla. Está claro que no eran libros muy apropiados para tal fin: estos libros ni estaban adaptados a los intereses y necesidades de artesanos y demás clases populares ni su lectura estaba dentro de las posibilidades de la mayoría de los integrantes de estos grupos sociales. El carácter religioso y la temática predominante de la mayoría de ellos, muchos de ellos escritos además en latín, no los hacían precisamente aptos ni útiles para cumplir con ese objetivo municipal declarado de aumentar la “ilustración” general de la población de Jerez.
Desde el mismo momento de su inauguración en 1873, sin embargo, se presentaron algunas circunstancias y nuevos obstáculos que impidieron que esa Biblioteca Municipal se convirtiera en una indiscutible realidad.
Para empezar, debe tenerse en cuenta que esta biblioteca tan solemnemente inaugurada en abril de 1873 por el doctor Revueltas Montel ni siquiera llegó a abrir sus puertas y permaneció cerrada al público hasta casi finales de 1876. Además, en los casi cuatro años transcurridos desde la inauguración hasta su definitiva apertura en 1876 hubo momentos, como ocurrió en 1874, en que el proyecto llegó incluso a ser abandonado definitivamente y a punto estuvo de convertirse en uno más de los intentos fallidos que ya se habían producido anteriormente.
Apertura en el aniversario de la muerte de Cervantes
La premura de tiempo con la que se preparó su inauguración para que esta tuviera lugar en la fecha elegida del 23 de abril, aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes, no permitió al ayuntamiento republicano tener preparada y adaptada más que una de las dos salas que en el Cabildo Viejo se iban a destinar a la Biblioteca. Por otro lado, desde su inauguración hasta principios de 1874 aún seguían ejecutándose las obras necesarias para su instalación definitiva. Pero además, desde la primera semana de abril de 1873 los libros incautados al Cabildo Eclesiástico de la Colegial estaban siendo trasladados, poco apoco, al Antiguo Cabildo para ser sometidos a un minucioso trabajo de limpieza, volumen a volumen, debido a que casi la mitad de ellos estaba atacada por la polilla.
Por tanto, la biblioteca seguía cerrada y sin poder abrirse al público. En este estado estaban las cosas cuando a principios de enero en 1874 presentaba su dimisión el Ayuntamiento jerezano que hasta esos momentos había presidido el republicano Modesto de Castro Solís, como consecuencia de las circunstancias políticas creadas por el golpe de Estado del General Pavía.
La nueva corporación designada para sustituirlo encabezada por el monárquico Joaquín Pastor Landero decidió suspender esas obras de adaptación en la antigua Casa Consistorial que desde abril del año anterior venían realizándose. Pero no sólo eso, sino que este nuevo ayuntamiento abandona y se olvida de la misma idea de una biblioteca municipal para la ciudad, llegando incluso a construir sobre las paredes del edificio del Cabildo Viejo una especie de cobertizo para albergar unas oficinas municipales relacionadas con el impuesto de Consumos, “sin borrar siquiera el rótulo de Biblioteca Pública”, según denunciaba posteriormente el exconcejal Manuel Piñero Meca. La Biblioteca Municipal no sólo seguía cerrada sino que el proyecto mismo quedaba ahora despreciado y relegado al olvido.
Por si todo ello fuera poco, la Restauración de la dinastía borbónica en la persona del rey Alfonso XII a partir del golpe de Estado de finales de diciembre de 1874 trajo consigo la anulación de las medidas confiscatorias del patrimonio bibliográfico y artístico de la Iglesia que, como se ha visto, habían sido decretadas por el Ministerio de Fomento a través del Decreto de 1-1-1869. Como era de esperar, el Cabildo Eclesiástico de la Iglesia Colegial de Jerez reclamó al Ayuntamiento la devolución de su biblioteca incautada y en consecuencia, y a pesar de los esfuerzos desplegados en 1875 para evitarla por el ya entonces alcalde José de la Herrán Lacoste, el municipio se vio obligado a restituirla a la Colegial. En agosto de 1875 la reversión de estos libros había concluido. Por tanto, en esa fecha la Biblioteca Municipal, ahora con sus anaqueles vacíos debido a esa obligada devolución, recibía un durísimo golpe que parecía casi definitivo.
Después del verano de 1875 en sus desolados estantes sólo quedaron prácticamente los 62 volúmenes en rústica de la colección Biblioteca de Autores Españoles, de Rivadeneira, que formaban parte de la Biblioteca Popular de 161 volúmenes que había sido concedida en 1870 por el Ministerio de Fomento a la Escuela de Adultos de San José. Esta colección había sido trasladada, días después de la inauguración en 1873, al Cabildo Viejo a fin de ocupar sitio mientras que iban llegando los libros desde la Colegial y estos eran sometidos al tratamiento antipolilla al que ya nos referimos. (Incluía los grupos Obras de Cervantes, Obras de los dos Moratines, Novelistas anteriores a Cervantes, Novelistas posteriores a Cervantes y Varones ilustres de Indias)
Tras el duro golpe recibido después de esa forzada devolución a la Colegial de los libros que le fueron en incautados en 1869 aún asistiremos a una nueva tentativa de abrir en la ciudad una Biblioteca Pública de carácter municipal: en octubre de 1875 la Liga de Contribuyentes de Jerez presentaba al Ayuntamiento un proyecto que contemplaba la instalación en las Antiguas Casas Consistoriales de una “cátedra” de agricultura y de instrucción primaria y, además, una Biblioteca Pública con los fondos de la que fue biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País de Jerez, “ donde estuvo -se decía- la que se creó en 1873”. El alcalde de la Herrán Lacoste y la Corporación Municipal aceptaron, aliviados, la idea propuesta llegándose incluso a acordar entre ambas partes unas bases sobre las condiciones de uso de la pretendida biblioteca.
Finalmente, este nuevo proyecto no cuajó, principalmente por la oposición mostrada por el Subgobernador de la ciudad y por algunos concejales. Fracasada esta nueva tentativa para que Jerez contara, de una vez, con la Biblioteca Municipal que hacía ya casi tres años que se había inaugurado, tendría que ser el propio alcalde de la Herrán el que se encargara personalmente de hacerlo posible, algo que no se consiguió hasta casi finales de 1876, como ya se ha dicho también.
Aquel compromiso que en julio de 1872 había adquirido el Ministerio de Fomento de Echegaray para dotar a esta Biblioteca Pública Municipal de Jerez del personal facultativo necesario, una vez que estuviera en funcionamiento, no se cumplió. La Restauración borbónica en 1874 y el consiguiente desalojo del poder de aquellos hombres que habían venido ocupando responsabilidades relacionadas con la cultura y la educación durante Sexenio Democrático lo trastocó todo.