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Un parque temático en Gaza

El plan lleva mal amarrada su carga de sarcasmo histórico porque el pueblo que pretende exterminar a ese otro pueblo enemigo es nada más y nada menos que el pueblo de Israel

06 de febrero de 2025 a las 10:22h
Destrozos en Gaza.
Destrozos en Gaza.

Dice Trump, este emperador de Occidente que repite experiencia, que no quiere ser un gracioso ni un listillo, pero que se le ha ocurrido la idea del siglo: convertir la Franja de Gaza en una Riviera. Desde luego, el tipo no tiene gracia, pero sí parece un listillo de lo más insoportable. Pero más aún lo es que solo un 3% de los israelíes, cuyo estado se apropió ilegalmente de los territorios palestinos en 1967, vean en la gracieta algo inmoral. La inmensa mayoría lo aplaude. Porque el plan, el mismo que llevan amasando Israel mucho más de medio siglo, no es exactamente el de convertir esa Franja que queda en un parque temático, sino deshabitarla de palestinos, es decir, hacer que los palestinos que quedan ahí se vayan a cualquier parte. A Egipto, a Jordania, al quinto pino, donde sea menos allí. 

El plan lleva mal amarrada su carga de sarcasmo histórico porque el pueblo que pretende exterminar a ese otro pueblo enemigo es nada más y nada menos que el pueblo de Israel, el mismo de la Biblia, el del éxodo, el que buscó una tierra sin encontrarla, el que creyó con firmeza que Dios tenía una tierra para ellos, porque se la había prometido a uno de sus antepasados, el mismo pueblo que fue esclavo en Egipto, donde ahora quieren mandar a los palestinos, el mismo pueblo que anduvo oprimido durante siglos y siglos, el pueblo que sufrió frente a los filisteos, el que perdió tantas guerras, el que fue expulsado de nuestro país cuando España se recién estrenó creyéndose grande y única y sin saber el estropicio que iba a causar su fiebre antisemita, el que ingresó en el siglo XX en varios campos de concentración porque los judíos fueron considerados en el corazón de Europa, y en el foco de la supuesta máxima civilización, poco menos que una peste que merecía no haber existido nunca, el mismo pueblo que se extendió luego por el mundo con el sambenito de víctima, el que soñó con su sionismo, el que fue amparado en un momento culminante de su propio terror sofocado por los Estados Unidos de América. 

No es que nadie escarmiente en cabeza ajena, que dice el refrán, es que incluso las más feroces víctimas parecen olvidar su negrísimo pasado como tales cuando tienen la oportunidad de convertirse en verdugos capitaneados por un tipo que no quiere ser gracioso y efectivamente no lo es. 

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