Una de cada diez viviendas andaluzas está vacía, como un huevo huero, fantasmal, inerte, tenebroso de silencios a la espera de que la especulación le inyecte invisiblemente inflación por sus muros mustios. Algo más incluso: un 14% de las que existen.
Concretamente, el Departamento de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla cifra en 640.000 las viviendas en que ni siquiera resuena el eco potencial de sus chiquillos imposibles porque siguen presas de esa esperanza usurera de que sus precios sigan escalando puestos en la imaginación de sus propietarios.
Son viviendas indignas del nombre que reciben, viviendas que no derivan de vivir, sino de todo lo contrario, como un oxímoron doliente para ponerles los dientes largos a los sintecho que siguen proliferando por doquier y no solo debajo del puente, sino debajo del techo sin más remedio de sus padres. Así nos luce la mojada Constitución que habla de derechos con esa voz engolada de los reyes cuando leen lo que deben leer en Nochebuena mientras miran al horizonte, es decir, a nadie.
El próximo lunes juzgarán a un peligroso grupo de activistas bautizados con el nombre de Los 18 de la Macarena porque, en 2018, quisieron ocupar una vivienda en este barrio sevillanísimo después de haber protagonizado aquella pequeña revolución de la Corrala Dignidad. Ahora les quieren echar 77 años de cárcel como escarmiento. Seguramente así se solucionará este problema de que, solo en Sevilla, haya 50.000 casas vacías.
Ya sabemos que, por otro lado, la construcción de viviendas de protección oficial en nuestra tierra es imparable y las facilidades para los jóvenes son asombrosas. Supongo que habrá mucha gente aliviada, mirando el dedo que señala a la luna y a la espera de este juicio que vuelva a poner las cosas en su sitio, porque si hace una década el problema de la vivienda ocupaba el lugar número 17, ahora es el problema número uno.
La okupación afecta a un 0,1% de las viviendas vacías en nuestra tierra, según el Consejo General del Poder Judicial, pero ese es el gran problema de la vivienda, aunque no lo queramos ver, y cuando les den su merecido a esos activistas que denuncian que para la juventud no exista ya la posibilidad que parecía tan natural de comprarse una vivienda donde vivir en paz, o siquiera alquilarla a un precio casi razonable, se habrá solucionado todo. Qué ganas.
Ahora piden la absolución para estos peligrosos activistas, y de hecho se esperan manifestaciones en varias ciudades andaluzas el próximo lunes a favor de los 18 de la Macarena, pero sería una gravísima imprudencia que los indultaran porque si en la historia de nuestra Democracia no se ha indultado, sino a unas cuantas decenas de miles de ciudadanos, absolver a esta gente que provoca un problema tan preocupante en un tema tan sensible como el de no tener donde vivir sería retorcerle el cuello al estado de derecho.
Hay que seguir manteniendo el pabellón bien alto y ya sabemos que nuestro país siempre ha sido muy severo con los robagallinas. No hay que levantar el pie.