La vivienda. Seguimos ocupándonos de la vivienda. Hay obritas de teatro de principios del siglo XX que describen maravillosamente el problema de la vivienda que seguimos padeciendo. Oposiciones al estado y vivienda; salario y alquiler. Deseo de clase media y realidad. Hidalguismo y rentista. España, que recién acaba de volver a sacar los tanques a la calle para celebrar su fiesta nacional, no termina de resolver los problemas de su larguísimo siglo XIX y sigue encastrada en él. Un siglo XIX que terminó en 1975. España es un país raruno y gatopardista. La patria de Rinconete y Cortadillo.
Hace ya unas semanas un diario de la Corte, muy republicano, destapó un grupito de conversación de rentistas, que más parecía el centro de inteligencia del rentismo chungo y despiadado y que demuestra que incluso algunos, ¿cuántos?, funcionaría en régimen de oligopolio como mínimo. Acostumbrados, todos, a que demasiadas cosas decimonónicas nunca tengan consecuencias, le perdí la pista al asunto, pero con la seguridad de que tendría que volver sobre el tema. Hay determinadas estructuras que sostienen determinadas sociedades: el rentismo o el deseo de ser rentista es una constante en la sociedad española y una de sus estructuras más arraigadas. Es el hidalguismo que hace a la sociedad tan clasista y que lo impregna todo. Ir a la universidad para ser algo en la vida, hijo-de-algo, hidalgo. Y cuando se logra el título, no el saber, sino el título, ya se logró una forma de renta y de rentista. Son estructuras de pensamiento. La oposición es otra de esas estructuras de pensamiento, aunque contemos con dignísimas excepciones: jóvenes que con las rentas de sus padres pueden dedicar años a lograr un puesto para toda la vida y perpetuar el hidalguismo del que proceden.
Todo esto, hasta aquí descrito, seguirá lo natural, el mundo en su orden natural, la ley natural que rige la vida: la libertad y la trampa de que esa libertad no está regulada por el mercado sino por la tradición y el orden inapelable ancestral. Un orden que se desbarató un poco cuando lo de los comunistas del telón de acero, que ya cayó, por fin, y ya se pueden volver al buen y viejo orden. Ya sobran las clases medias otra vez y solo se reparten, o se aceptan, algunos titulitos menores de baja nobleza. El resto, donde toda la vida.
Me pregunto si los miles de personas que salieron a manifestarse por el derecho a la vivienda también pensaban en que los pobres que no tienen para pagar ni un céntimo tienen derecho también a la vivienda o ese sería mucho pedir. El urbanismo se vino reactualizando por las formas de vivir que se vinieron desarrollando con la pobreza: eso que se vino en llamar indigencia y que, porque suena muy mal, fue sustituido a veces por “sin techo” y “persona en situación de calle” y que yo llamo simplemente personas que habitan en las calles y que en brasileño es común “moradores de rua”. Me parece interesante seguir por aquí. Paciencia, por favor. El indigente es una palabra cargada, un algo despectivo, aunque curiosamente solo signifique, semánticamente, que la persona no tiene medios para su propia vida. A los “moradores de rua” se les atribuye incluso el no tener familia, ni empleo, y se los distingue de los mendigos, que se consideran a sí mismos, personan que trabajan, en la mendicidad. Los indigentes atenderían una vida social propia de las calles, además. Luego estarían vagabundos y vagantes, sobre lo que escribí esto.
El problema de la vivienda viene de muy lejos. En la Edad Media millones de personas vivían en los caminos porque no tenían empleo ni vivienda, y cuando lograban empleo no lograban una vivienda estable, entre otras cosas porque la vivienda estable les alejaba del empleo estable. Cuando hablamos de medievalización de la sociedad con este capitalismo hablamos también de esto.
En Porto Alegre aprendí a caminar mirando al suelo para no tropezarme con las personas que habitan en las veredas de las calles. Personas sueltas y familias completas; muchedumbres bajo los puentes. En Buenos Aires, con algo más de frío, las personas se construyen tiny-houses para poder vivir en un espacio que las proteja del tiempo y el clima, y porque toda persona necesita un lugar. Las construyen con cartones, con telas. Construyen apartamentitos sueltos e incluyo conventillos de vecinos para vivir en comunidad. El urbanismo de construcción sólida se ha visto superpuesto por un urbanismo de la pobreza, con construcciones de chabolas y barrios en las aceras de no pocas ciudades del mundo. Millones de personas que viven en sus autos, en EE. UU., porque no pueden pagar una habitación donde vivir; personas que se juntan para comprarse un autobús donde vivir en comunidad porque son pobres para pagarse una casa donde vivir. Gente expulsada de las aceras, incluso con amenaza de cárcel, solo por habitar en el único sitio que les queda: la vereda.
Salgan a las calles de toda Europa y el urbanismo superpuesto de la pobreza está a la vista.