Desde la Restauración de la democracia en nuestro país, los partidos “auto” llamados de Estado sistemáticamente han hecho un llamamiento al electorado pidiéndole “el voto útil”, con lo que indirectamente han mandado a la ciudadanía un mensaje subliminal de que los otros votos son inútiles. Y quizás ese mecanismo haya ido forjando un desafecto, cada vez mayor, de la ciudadanía hacia la política, porque si la democracia no es capaz de irradiar dignidad para todas y todos, entonces es una democracia fallida.
Desde la caída del régimen fascista del General Franco, blanqueando la expresión fascista por el término franquista que suena menos duro e impreciso; esta medida fue fruto de quienes han venido ostentado el verdadero poder. El establishment instituyó y diseñó a partir del año 1977 un sistema electoral que propiciase el turnismo, que ya se dio en la segunda mitad del siglo XIX, en nuestra época vino a llamarse bipartidismo, que es un sistema de distribución de escaños que favorece a los dos principales partidos de ámbito estatal y que este bipartidismo fuera intocable, pues era el sostén del sistema ¿democrático? Su objetivo era, y aún lo es, conservar el statu quo del aquello “lo dejo todo atado y bien atado”, pues es constatable que tras el hundimiento de UCD en las elecciones generales de 1982, tanto el PSOE como el PP han ocupado alternativamente el Gobierno de España con mayorías absolutas. Pero el acróstico PPSOE ya se hizo insostenible e insoportable y la reacción de una gran parte de la sociedad española se resumió en aquellos cánticos “¡No, no nos representan!”, alzados en todas las plazas de España por los colectivos pertenecientes al 15M. Esto fraguó una nueva forma de representación parlamentaria donde las sumas de votos del PPSOE, por separados, ya no daban para formar mayoría absoluta.
Una vez transgredidas las reglas del llamado Régimen del 78, que durante más de tres décadas habían alimentado al bipartidismo como mecanismo para proteger sus respectivos privilegios con su fabricado mantra: “para qué, si todos son iguales” y su método paradójico: cambiar todo para que todo siga igual, con estos mecanismos lo que se pretendía es provocar escaso entusiasmo en el valor del voto responsable produciendo una abstención cada vez más alta, pero el ímpetu de las nuevas generaciones, el empuje del feminismo como elemento revolucionario de cambio y transformación cristalizado en el 15M, demostró que con movilizaciones pacíficas y ciudadanas sí se pueden conseguir conquistas y eso dio como fruto que el sistema de mayorías absolutas monocolor quedase fracturado tras las segundas elecciones generales celebradas en 2019. Con ello, el bipartidismo tradicional quedó roto y se formó el primer gobierno de coalición, obteniendo buenos frutos legislativos, pero que la parte mayoritaria y la más inmovilista del gobierno pusieron demasiados obstáculos y palos en la rueda para un desarrollo completo de la legislatura.
Sin embargo, el lobby ejercido por los Borbones, los expresidentes Felipe González, Aznar, los nostálgicos del Régimen del 78, la oligarquía establecida durante la dictadura, determinados altos cargos de la judicatura... siguen en su empeño de reconstruir la Gran Coalición a través de ese nuevo mecanismo llamado Lawfare con el objetivo primordial de desprestigiar lo surgido tras el 15M. Ellos siguen con el predicamento del voto útil mientras una gran parte de la sociedad pide adaptar la ley electoral a los tiempos actuales, reformas estructurales que mejoren las relaciones de convivencia y la posibilidad de que se pueda experimentar otros caminos que nos conduzcan a no ser considerados como borregos u ovejas.
Es significativo que actualmente en las tribunas del parlamento se observe una excesiva confrontación de discursos vacíos donde el eje siempre es la corrupción aireada por los medios de comunicación y, sin embargo, escasas iniciativas legislativas que mejoren la vida de las españolas y españoles. Hoy vuelve a florecer una vez más esa insana disputa bipartidista habitual del PPSOE: ¡y tú más! Situando en el foco del debate en a ver quién es más corrupto.
En democracia no deben existir votos inútiles y en la nuestra lo que urge es emprender y acometer reformas para convertir nuestro sistema electoral en un sistema útil para que todos los electores se sientan verdaderamente representados en la conformación de los Parlamentos, porque no es lícito que a determinados grupos políticos les cueste un escaño muchísimos más votos que a otras formaciones. Habrá que buscar fórmulas más equitativas, pues lo que actualmente tenemos rompe el principio básico democrático basado en el axioma: una persona, un voto. Todo voto en democracia es válido.
En una verdadera democracia es complicado comprender y entender expresiones, por cierto muy comunes, como: “he votado al menos malo o al partido que menos me disgusta o al de siempre, al de toda la vida”, como si esta no cambiara y evolucionara; en lugar de subir un escalón más democrático y decir: votaré al partido político que más y mejor me represente, ya que tengo opciones entre elegir. El voto es un asunto muy serio, ya que los temas que se resuelven son capaces de afectar intereses y derechos y la decisión de no votar (abstención) como forma de protesta es respetable, pero suele ser ineficaz, pues en una votación gana la opción que obtenga la mayoría simple de los votos efectivos. La democracia es el gobierno del pueblo, no es la democracia del mercado ni de la publicidad. El verdadero voto útil es el que mejor ha de representar a la ciudadanía en las decisiones políticas traducidas en leyes y sus aplicaciones. Y no solo es necesario establecer reformas en el sistema electoral para hacerlo más equitativo y justo, sino también en el educativo para formar una ciudadanía que deje de ser dócil con el poder y útil para los mercados y pasen a ser ciudadanas y ciudadanos conscientes, informados, solidarios y comprometidos, conocer las fuentes que les permitan entender nuestra historia y hacer de ella una lectura crítica y constructiva, saber discriminar críticamente la información recibida para que puedan formarse su propia opinión y llevar a buen término el principio democrático de defender su posición respetando la de los demás.
Si una parte del electorado está descontento y/o decepcionado con la acción de gobierno de su voto anterior que sepa que tiene la oportunidad de que en una nueva contienda electoral pueda depositar su voto en otra formación que represente su mismo espectro ideológico porque lo que no es ni lógico, ni coherente ni responsable y ni siquiera ético es optar por el menos malo, sino votar por el que mejor te represente. No se es más de izquierda por llevar una O en sus siglas ni más de derechas por lucir la bandera rojigualda en la muñeca. Un verdadero patriota es hacer valer la defensa del derecho político al voto, a ejercerlo libre, consciente y responsable y a participar activamente en la vida pública del país. ¡No, no todos son iguales! Un sistema electoral útil es la mejor herramienta de la vida democrática de un país.