La actual guerra en Ucrania puso de manifiesto lo que nuestros sabios dirigentes parece que ignoran. Que Rusia y Ucrania representan más del 30% de la producción de granos del mundo. Trigo, cebada, maíz, girasol... que Rusia además controla más del 50% de los fertilizantes y que esta guerra afectó no solo al gas y petróleo, sino también al níquel cada vez más demandado en todo lo relacionado con electricidad, incluidos naturalmente los vehículos eléctricos. Además, está el neón, titanio, escandio y paladio metales indispensables en la industria moderna. Hay otras muchas cosas relacionadas con el incremento de las relaciones comerciales entre diversos países y en vez de negociarse una paz, se crean y desarrollan, las condiciones para que estalle una guerra.
Se reacciona con (hasta el momento, pues ya hay propuestas de otros más), con seis bloques de sanciones sucesivas y cada uno más duro que el anterior: se la elimina del sistema SWIFT, bajo control de la banca financiera e indispensable para operar con bancos dentro del capitalismo actual. Rusia rápidamente se integra en el “eco sistema de pagos” en el CIPS chino. Se congelan la totalidad de las reservas de divisas del Banco Central de Rusia, unos 630.000 millones de dólares; Se congelan (por utilizar una expresión suave) 600 millones de dólares propiedad de Rusia depositados en bancos estadounidenses y en un acto más de prepotencia, se niega el aceptar estos fondos como parte de pago de la deuda externa de Rusia; se remata con la exclusión de Rusia de los bancos más importantes de la City de Londres (uno de los tres centros financieros más importante del mundo) y la restricción de depósitos rusos en bancos británicos y de otros países.
Ilógicamente se espera que Rusia permanezca de brazos cruzados sin reacción alguna, sin embargo ha respondido prohibiendo la exportación de más de 200 productos y exigiendo pagos en rublos por las exportaciones de petróleo y gas. No voy a volver a algo ya expuesto someramente y que ha dado unos resultados totalmente opuestos a los buscados añadiendo más inflación a la ya existente y otros problemas que ya están apareciendo, consecuencia de la falta de algunas materias y que naturalmente beneficia a algunas empresas norteamericanas y a potentes grupos financieros internacionales.
Pero entrando en el tema de este capítulo, la guerra en Ucrania está sirviendo a algunos grupos especuladores e inescrupulosos para desviar la atención, y justificar mentirosamente sus actos criminales. Ya dijimos anteriormente que esta guerra, está siendo tapadera y justificación de todos los desmanes, robos, saqueos, asesinatos,... y cuenta por desconocimiento, de alguna aceptación ciudadana después del minucioso y potente lavado cerebral realizado por la media informativa internacional.
A finales de la década de los 80 e inicio de la 90 del siglo pasado, el capital financiero se hace definitivamente con el poder mundial sin necesidad de golpe militar. Es solo ver los cambios mentales y morales, de comportamiento social del ser humano, para comprobar lo que digo, pero este poder ganado no está consolidado, hay grietas y es necesaria una nueva ofensiva psicológica, que quizás evite la intervención militar a escala mundial, que no se dio en aquella época, pero que no se descarta y dudo de si
no se desea, en la actual. La humanidad se encuentra en una encrucijada. El capitalismo necesita crecer para intentar no pelear entre capitalistas, distribuirse los lucros de forma más equitativa o aumentarlos y que no disminuyan más en muchos sectores del capitalismo, como está sucediendo, hay un gran desequilibrio entre sectores y es un
tiempo de ajustes. Hay que dar un paso más y para ello es necesario (según apuntan algunos), que la humanidad decrezca sustancialmente (mediante vacunas u otros medios no especificados), hasta un número razonable, que los más “preparados” cifran
en los mil millones, evitando así ese tremendo despilfarro, que suponen tantos millones de “miserables”. Entretanto, lógicamente nadie lo dice expresamente, pero en la práctica quieren que los pobres y menos pobres o clase media, den un paso atrás, hacia más miseria y depauperación, lo que ya es difícil, pues más atrás solo se encuentra el precipicio. Es la tesis defendida en el Foro de Davos por Al Gore, Bill Gates, Soros, W. Buffett, etc. etc... como medida efectiva para combatir el cambio climático, “entre otros males”.
El miedo existe en todos los seres animales de este planeta. Ignoro en los vegetales y otras especies, pero se trata de implantar con mucha fuerza para que siempre esté presente, y a lo que más miedo tiene el ser humano, en general, es a la muerte. Por eso, que el miedo, encabeza cualquier plan de dominación y hay que creer lo que nos digan
los especialistas, sin indagar a quién sirven, ni quién paga a estos especialistas. Hay que hacer lo que nos digan, sin buscar los orígenes, el por qué, a que intereses sirve. El miedo y la prisa, no permiten conocer esas cuestiones, sin cuyo conocimiento, el mal volverá a repetirse con más virulencia al autocorregirse y superar los errores que anteriormente hubiere cometido. Y así van las cosas. Para una parte del pueblo, para el “vulgo”, la “masa”, siempre habrá un culpable que le será indicado por las mentes “privilegiadas” de los responsables o sus acólitos. Sobre las tácticas empleadas por el gran capital para eliminar a los pequeños competidores y solo quedar el grande, daría otro artículo que escapa a este, más generalista.
Bien adoctrinada la opinión pública occidental y de la mayoría de los países desarrollados sobre la guerra en Ucrania, a la cual se hará el origen de todos los males universales actuales, ya se prepara la continuación con el despiste generalizado en el conflicto China – Taiwán. Fracasado el plan COVID19 - El Gran reinicio- (aunque dejó muy buenas enseñanzas), se agitará el permanente problema de la hambruna (que se silencia o agita según interese al capitalismo), pero lógicamente en esta ocasión culpabilizando a la guerra en Ucrania.
El hambre como drama más allá de lo humano
En 2019 Según la ONU, 135 millones de personas, de una u otra forma sufrieron algo que retóricamente denominaron “inseguridad alimentaria severa” (que bella frase). En inicio de 2022 este número pasó a ser más del doble, 298 millones y los estudios realizados por diversas organizaciones en 82 países se calcula que a finales de 2022 sean ya 345 millones. Sin embargo, está más que demostrado que esta crisis alimentaria mundial no está determinada por la falta de alimentos sino por la especulación y el despilfarro al que esta “obliga”. Aparte de los usos no alimentarios de muchos cereales, en alimentos para ganado, combustibles, gasolinas tipo diésel, etc., están los que directamente se pudren o no se colectan por “falta de mercado” y ya no digamos en los productos generales controlados por las 10 grandes empresas de alimentación (Nestle, PepsiCo, Coca-Cola, Danone,...), y las 4 de los granos (A.D.M,
Bunge, Cargill, L. Dreyfus) , que junto con farmacéuticas y armamentistas aumentaron sus beneficios, algunas mucho más del 100% y como media superior al 45%. Aunque no hay duda de que la pandemia del Covid19, y en menor escala la guerra en Ucrania afectaron a la cuestión alimentaria en el mundo, está más que demostrado por serios y numerosos estudios, que el problema es muy anterior a ambas cuestiones.
“Dejen de difundir noticias falsas. África no necesita el trigo de Ucrania” (Ibrahima Coulibaly- Malí). Lo primero que hay que dejar claro, es que la inflación, o el llamado aumento de precios al consumidor, así como “la crisis de alimentos” (que no hay tal crisis, pero se le da ese nombre a la especulación capitalista), es muy anterior a la actual guerra en Europa, viene arrastrándose desde la crisis económico-financiera global de 2008, tapada con mentiras pero no resuelta. A ello se añade la expansión monetaria, la emisión sin respaldo y a lo loco de moneda por los bancos centrales (Fed, BCE y Banco Central de Japón) ha hecho un daño enorme a muchas economías nacionales, luego está el cambio climático y a todo ello, añadir la especulación en los mercados financieros. Los granos, los cereales, han pasado a ser considerados materias primas y como tal se negocian en el mercado bursátil.
Los grandes inversionistas –sean bancos, fondos de pensiones o simplemente particulares–, están comprando obligaciones y acciones ligados a materias primas o directamente adquiriendo grandes extensiones de tierras cultivables (Ver el caso paradigmático de Bill Gates y otros de su calaña: John Malone, Jeff Bezos, Ted Turner,...) y controlando parcialmente la cadena de distribución de alimentos.
Culpable, la guerra Rusia x Ucrania. ¡Qué fácil resulta todo! Y gran parte de la ciudadanía mundial creyéndoselo. Casi todos (¿o todos?) los productos básicos se negocian internacionalmente, por lo tanto están sujetos a contratos a futuro y pueden comprarse y venderse en el mercado de valores varios cientos de veces al día. Por eso que el precio final dependerá de la especulación, en absoluto de los verdaderos costes de producción, la adquisición queda entonces en la capacidad de compra de los países, ¿y entonces, cómo lo solucionan los pobres, o digamos sibilinamente, los menos favorecidos?
Para ser un comercio justo entre productores y consumidores, el precio de los alimentos comercializados, deben guardar una relación con los costes de producción y prohibirse su negociación en las bolsas de valores, pero las grandes corporaciones de empresas agrícolas y alimentarias, mantienen poderosos grupos de presión que desbaratan cualquier tipo de regulación. No contentas con ello se pasan a la captura corporativa del estado e instituciones, lo que frecuentemente consiguen.
Entre los objetivos se encuentra La desarticulación de la mediana y pequeña propiedad agrícola. Comenzó en USA y continuará en todo el mundo, una guerra contra los campesinos y granjeros. En Europa del sur está en sus inicios. Hay que acabar con todo tipo de oferta agrícola ajena al control de las corporaciones, lo cual, además de generar la escasez y el consecuente aumento de los precios, que se vive día a día, causará una gran inseguridad ciudadana alimentaria, creando una inflación y desviando poco a poco al consumidor hacia las grandes superficies, donde nunca faltan los productos o sus sucedáneos, aunque sean más caros. Esta guerra contra los campesinos, los pequeños y medianos granjeros y comercio la encabezan las principales corporaciones agrícolas y en parte se apoyan falsamente en el cambio climático. No solo el encarecimiento de la energía, sino las medidas para conseguir metas ambientales y sociales, que los gobiernos instaurarán alentados por el plan de Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS- ONU). Por este y otros medios se está presionando a productores independientes para que vendan sus tierras y abandonen los negocios, ya que muchos no podrán cumplir con la nueva regulación medioambiental sin una ayuda estatal, que llegará tarde o no llegará. Despoja a la persona de sus propiedades, y aparece el miedo.
El miedo priva de libertad. Miedo al hambre, a la guerra, a las enfermedades, al futuro, al inmigrante, al extranjero, al diferente. La guerra biológica covid-19 no dio el resultado que se esperaba pero enseñó muchas cosas. La hambruna será otra epidemia, pero ahora utilizarán todo lo aprendido. Se controlará la producción de alimentos y su mercado, los flujos y ciclos del hambre, que es probablemente, de todos los males, el que mayor miedo causa a la humanidad al ser un miedo existencial.
El miedo es el principal elemento para tomar el control de la humanidad, lo saben y lo aplican. Pero una parte de los humanos también lo saben y en inferioridad de condiciones lo combaten. En esa estamos y el mundo gira y gira.
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