Hace un par de semanas el senador cordobés Alfonso Muñoz inició una pequeña tormenta en Twitter cuando comparó la acogida que recibió el ministro Escrivá hablando de pensiones con la del Rubius cuando después de un directo dijo que se iba a dormir. El Rubius respondió y empezaron a caer rayos. Más tarde Alfonso Muñoz escribió en su blog que sobre todo quería animar al debate y la reflexión, cosa que consiguió y de sobra. Hasta este miércoles me seguían llegando respuestas a mi pequeña participación en la trifulca. Al respecto de todo, me gustaría realizar unos cuantos apuntes y contar una pequeña historia para entender mejor al público joven.
Acabé en el barro de casualidad. Vi que el Rubius era tendencia y me picó la curiosidad. Cuando vi de que iba la cosa y que el Rubius terminaba su respuesta con un “En tu cara BOOMER” me dio mucho coraje. Por una parte, fomenta una brecha intergeneracional que no es normal ni sana. Por otro lado, creo que a un representante del Pueblo en una de las dos Cámaras constitucionales se le debe tratar de otra forma. Y lo peor es que todos los niños le imitan. Por eso contesté que cuando sea un cuñado cuarentón a ver quién le seguía riendo las gilipolleces que dice. Aquel tuit recibió 11.000 visualizaciones y me contestaron hasta 15 niños, dejándome comentarios como los siguientes.
De los 15 solo uno quiso hablar de pensiones, defendiendo una postura tan neoliberal que parecía el bisnieto de Milton Friedman, diciendo incluso que tributaría en otro país. Otro tiró por la vía de que el Rubius a los 40 podría retirarse tranquilamente entre fajos de billetes. Y la gran mayoría respondía cosas como “A llorar a la llorería” y todas las variantes habidas y por haber de esto último. No había intención de debate ni de nada que fuese mínimamente intelectual, solo buscaban la gracia. Al instante recordé con qué tipo de personas estaba tratando.
En su tiempo yo iba a los salones manga, las comiccons y ese tipo de eventos. Con 19 años fui al último y lo que vi allí no se me va a olvidar nunca. En un determinado momento, un par de niños de 13 años sacaron una piña y la levantaron en brazos como si se tratase de Simba al principio del Rey León. Empezaron a gritar “piña, piña” y a caminar por el recinto. Después de dos vueltas, había un tumulto de más de 100 niños adorando a esa piña, desviviéndose por ella, intentando tocarla, llevándose las manos a la cabeza en pleno éxtasis y gritando a destiempo “piña, piña” desgarrándose la voz en ello. Recuerdo la cara de agobio de los de seguridad del recinto. Este es el público del Rubius. Un poco antes puso un tuit solo con el emoji de un moái. Batió el récord de likes de twitter y todos los niños del país se dedicaron a tuitear moáis durante una semana.
Llegar a este tipo de personas es muy difícil, en la mayoría de los casos todavía no tienen la madurez mental necesaria. En estos momentos y en concreto, los chavales de la piña acabarán de cumplir los 18. La madurez política y el interés por esta última se construye a base de experiencias personales, y las de los niños de clase media son más bien escasas. Pero tiempo al tiempo. Tarde o temprano tendrán que pagar la matrícula de la universidad, joderse con los precios de los alquileres, ser explotados en unas prácticas y rezarle a la piña para encontrar trabajo. Entonces tendrán que acordarse de que a llorar a la llorería.
Comentarios