La Iglesia Católica conmemora este domingo 30 de marzo a San Zósimo de Siracusa, un obispo del siglo VII cuya labor fue clave para la Iglesia en Sicilia durante un periodo de gran inestabilidad política y social. Aunque se conocen pocos detalles sobre su vida antes de asumir el cargo episcopal, su fama de santidad y su entrega al servicio marcaron su trayectoria.
Durante su episcopado, Zósimo se volcó en la atención espiritual y material de su comunidad. Se distinguió por su dedicación a la enseñanza de la fe, la administración de los sacramentos y su asistencia constante a los más pobres, mostrando una sensibilidad que le ganó el respeto de sus contemporáneos.
En una época en la que Sicilia sufría constantes amenazas externas e internas, la figura de Zósimo se erigió como un referente de estabilidad y unidad dentro de la Iglesia. Su capacidad para mantener la cohesión en tiempos difíciles fortaleció a la comunidad cristiana en la región.
La humildad, el compromiso con los desfavorecidos y su fidelidad al Evangelio son los valores que definen el legado de San Zósimo, cuya memoria se mantuvo viva en la tradición cristiana tras su fallecimiento. Su festividad se celebra cada 30 de marzo.
El santoral de este domingo incluye también a San Juan Clímaco, abad del Monte Sinaí, conocido por su vida ascética y por su obra doctrinal La Escala del Paraíso, una guía espiritual para la vida monástica. Fue un monje ermitaño que, sin dejar de lado el trato con los demás, lideró su comunidad con sabiduría.
Otros santos conmemorados este día son el beato Amadeo IX de Saboya, gobernante ejemplar que ejerció la caridad junto a su esposa Yolanda de Valois; así como san Osburga, san Mamertino, san Clinio y santa Irene.