San Julio I fue el 35º Papa de la Iglesia Católica, gobernando desde el año 337 hasta su muerte en 352. Su pontificado se desarrolló en un período crucial para la Iglesia, marcado por las controversias arrianas, que negaban la divinidad de Cristo. Pertenecía a una familia cristiana en una época donde el cristianismo aún se consolidaba tras las persecuciones. Se sabe poco de su juventud o de su carrera eclesiástica previa, pero al momento de su elección era considerado un hombre piadoso, firme en la doctrina y con buena reputación entre el clero romano
Julio I fue un firme defensor del Concilio de Nicea (325), que proclamó la consustancialidad del Hijo con el Padre (Dios de Dios, Luz de Luz, verdadero Dios de verdadero Dios). Cuando los obispos arrianos depusieron a san Atanasio de Alejandría, Julio I lo acogió en Roma y convocó un sínodo en el 341 que lo rehabilitó, reafirmando la ortodoxia nicena.
Su insistencia en que los casos importantes debían ser juzgados por el obispo de Roma sentó un precedente para el primado papal. Fue un pastor sabio y conciliador, pero firme en la doctrina. Su festividad se celebra en esta fecha, recordando su lucha por la unidad de la Iglesia.
San Julio I murió el 12 de abril del 352 y fue enterrado en las catacumbas de Calepodio. Es venerado como santo en la Iglesia Católica, con festividad el 12 de abril. Su pontificado fortaleció la posición de Roma como árbitro en disputas eclesiásticas y consolidó la ortodoxia cristiana frente al arrianismo.
Otros Santos y Beatos
San David Uribe Velasco, sacerdote mexicano mártir de la Guerra Cristera; san Zeno de Verona, obispo y mártir, conocido por su elocuencia y caridad, patrono de Verona, Italia; San Sabas el Gótico, mártir godo convertido al cristianismo; san Víctor de Braga, mártir portugués durante la persecución de Diocleciano; beato Lorenzo, religioso de la Orden de San Agustín y santa Visia.