San Pablo de Narbona es una figura histórica reconocida en el santoral católico, pero su veneración no es tan extendida como la de otros santos más conocidos. Sin embargo, su papel como uno de los primeros obispos y evangelizadores en la región de Galia (actual Francia) le otorga un lugar importante en la historia del cristianismo primitivo.
Su festividad se celebra el 22 de marzo, junto con otras figuras religiosas como Santa Lea. La falta de información detallada sobre su vida y la ausencia de relatos como martirios o milagros pueden explicar por qué su devoción no es tan extendida. Además, su nombre a menudo se confunde con el de San Pablo Apóstol, uno de los santos más importantes del cristianismo, lo que puede haber opacado su legado.
San Pablo de Narbona es recordado principalmente por ser uno de los siete obispos enviados desde Roma a Galia para evangelizar en el siglo III. Fundó la Iglesia de Narbona y fue su primer obispo alrededor del año 250. Sobrevivió a las persecuciones del emperador Decio, a diferencia de muchos de sus compañeros, lo que le permitió consolidar una comunidad cristiana en la región.
Santa Lea: Un ejemplo de humildad y renuncia
El santoral de este día también conmemora a Santa Lea, una viuda romana del siglo IV. Según San Jerónimo, quien escribió sobre su vida, Lea era una mujer noble que, tras quedar viuda, decidió renunciar a una vida de lujos y comodidades para unirse a una comunidad cristiana en el monte Aventino, en Roma.
Santa Lea cambió sus "ropas delicadas" por un "sayo rústico" y se dedicó a la oración, la caridad y la formación espiritual de otras mujeres. San Jerónimo la describe como una "maestra de la perfección", destacando su humildad y su capacidad para inspirar a quienes la rodeaban. Murió en el año 384, dejando un legado de devoción y servicio.
El nombre Lea, de origen hebreo y que significa "cansada" o "aquella que trae consuelo”, tiene un cierto arraigo en Andalucía. Según el INE, en la región hay aproximadamente 120 personas que llevan este nombre.