La madrugada de los silencios se hace más explícita en la Hermandad de la Buena Muerte. Tiene dos momentos muy diferenciados, la noche y el día; ofrece sensaciones distintas, con una estética que solo es capaz de cambiar cuando el astro rey asoma en el viernes Santo.
Es sigilo, misterio, calma cuando las tinieblas le dan la bienvenida en Santiago, cuando asoma a las calles en un silencio solo roto por saetas ‘hondas’ de un barrio que tiene en este crucificado un signo devocional que se revela bien dispar a lo que dos días antes sucedía en ese mismo entorno con el Señor del Prendimiento.

Ahora todo es austera penitencia sin concesiones en una hermandad que cumple 65 años de existencia. No presenta estrenos y tampoco cambios en horario o recorrido por lo que se podrá disfrutar de La Buena Muerte en su expresión más auténtica, desde la noche y hasta la mañana, cuando al amanecer los primeros rayos de sol iluminarán esos momentos exclusivos de saetas que son verdaderas oraciones sin concesiones a la galería.
