A bordo de la barcaza de Cristóbal, el sanluqueño que lleva a turistas y presidentes del Gobierno a Doñana

Cristóbal Anillo lleva 44 años cruzando de Bajo de Guía al Parque Nacional, actividad que inició su padre por primera vez en los años 50 cuando se convirtió en barquero oficial de la Guardia Civil

Cristóbal Anillo, sanluqueño que cruza el río Guadalquivir desde Bajo de Guía a Doñana desde hace más de 40 años.
Cristóbal Anillo, sanluqueño que cruza el río Guadalquivir desde Bajo de Guía a Doñana desde hace más de 40 años. MANU GARCÍA

Sol radiante, viento de poniente y un frío propio de enero. A lo lejos, el espacio natural con mayor biodiversidad de Europa. En Bajo de Guía, un hombre observa Doñana con los ojos entornados. Algo que lleva haciendo más de 40 años en Sanlúcar. Desde esta zona costera que rebosa de visitantes en verano, desértica un martes cualquiera de invierno, Cristóbal Anillo Lopez, de 61 años, se monta en una barcaza. Unos 1.200 metros separan a la llamada La Olga del Parque Nacional Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

“Allí nos criamos con mi padre”, comenta el sanluqueño que creció en plena naturaleza. Fue su progenitor Cristóbal Anillo Rodríguez, en los años 50, quien se encargó de la primera línea entre Doñana y Bajo de Guía junto a su tío José Anillo. Dos hermanos pioneros que conectaban la población de Doñana, cuando todavía no tenía protección, con esta localidad.

“Mi padre se dedicaba a sacar horquillas que se usaban para la viña, la chamiza para los hornos de pan o el carbón para calentarse. Pero un día, la Guardia Civil le hizo una propuesta”, cuenta desde la embarcación que continúa haciendo durante todo el año el mismo trayecto, con un máximo de 150 pasajeros a bordo.

El sanluqueño durante la entrevista.
El sanluqueño durante la entrevista. MANU GARCÍA

Los agentes se percataron de la necesidad de cruzar a la otra margen del río Guadalquivir para hacer uso de los servicios básicos con los que no contaban en las antiguas chozas. Así que llamaron a Cristóbal para que fuera el barquero oficial. “En aquellos tiempos no había ninguna persona que se encargara formalmente de hacer ese tipo de trabajo y él aceptó y puso la base allí”, explica su hijo.

Desde ese momento, su padre se dedicó a cruzar el río cada vez que hiciera falta, a remo y a vela, y una sola vez al día, según cuadrara con las mareas. Transportaba víveres y equipamiento, y llevaba a mujeres que se ponían de parto o vecinos que necesitaban atención hospitalaria por enfermedad. “Era como una ambulancia, no tenía hora. Nosotros vivíamos a 400 metros de la Guardia Civil, por si había algún problema”, comenta Cristóbal.

Con el tiempo, el turismo irrumpió y su padre comenzó a cruzar el río no solo para tareas mandadas por la Benemérita sino también para llevar a visitantes que querían disfrutar de la playa virgen de Mandalar, rodeada de dunas. Viajes en canoas y embarcaciones con motor muy diferentes a las de los inicios.

Detalle de la barcaza de Cristóbal en Bajo de Guía.
Detalle de la barcaza de Cristóbal en Bajo de Guía. MANU GARCÍA
El nombre de la embarcación con la que cruza el río a diario.
El nombre de la embarcación con la que cruza el río a diario. MANU GARCÍA

“Hoy podemos cruzar a cualquier hora que lleguen los clientes, no dependemos de mareas ni vientos, pero antes iba con una canoa de madera que, con una vela latina, aprovechaba el viento para llegar a aquella orilla”, explica el sanluqueño que, en 1980, quiso seguir con las travesías y fundó esta empresa familiar.

José López Cáceres, su primo, es el patrón de barcos desde el 85. Mientras revisa la maquinaria antes de zarpar, Eduardo Vigí, al que llaman Lorito, es el marinero de cubierta que recibe a los viajeros desde hace más de una década.

Cristobal echa la vista atrás. “Mis hermanos y yo decidimos empezar a cruzar coches, el banco nos concedió unos créditos y empezaron a levantar esto con el esfuerzo y trabajo diario. Esto es familiar, para que funcione, tiene que haber gente a la que le duela”, sostiene.

Lorito, Cristóbal y José a bordo de La Olga.
Lorito, Cristóbal y José a bordo de La Olga. MANU GARCÍA
La barcaza con Doñana al fondo.
La barcaza con Doñana al fondo. MANU GARCÍA

Tras tomar el relevo de su padre, el negocio fue viento en popa hasta lograr ampliar servicios y hacerse con una concesión administrativa del Parque Nacional de Doñana y del Ayuntamiento de Sanlúcar. Actualmente cuenta con una flota de nueve barcazas y cinco barcos de paseo.

El sanluqueño sube las escaleras de La Olga, dedicada exclusivamente al trasporte de una orilla a otra. Según comparte con lavozdelsur.es, a ella suben los coquineros, las cuadrillas de trabajadores de Doñana, los visitantes que quieren pasar un día de playa y también rostros conocidos. “Somos los barqueros presidenciales, trasladamos a todos los presidentes del gobierno que vienen a disfrutar de sus vacaciones a los palacios. Empezamos con Felipe González y, todos los demás. Lo mismo viene un coquinero que un consejero”, expresa.

 

Además, ofrecen excursiones turísticas, conciertos en directo por el río, catas maridadas y celebran cumpleaños, bodas y bautizos a bordo. Entre otros servicios, se encargan cada año de trasladar en dos barcazas grandes a las hermandades del Rocío que hacen el camino. “Tenemos barcos dedicados al mantenimiento y arreglo de puertos, hemos hecho obras en la base de Rota”, detalla Cristóbal, que destaca que, en temporada alta, puede llegar a tener una plantilla de 60 personas en total.

Cruzar el río es, para él, una forma de vida y una tradición familiar que continúa desde hace más de medio siglo. Arranca motores y rumbo a Doñana.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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