Cuando muera, ni se le ocurra ir hacia esa luz al final del túnel. Siga la luz de su propio Ser, encontrará llegar a su destino. Todo lo demás, como la luz del túnel, los familiares que salen a recibirle, los guías espirituales o seres luminosos que se le manifiestan, son una trampa. Un engaño holográfico.
La única luz en la que usted debe estar interesado, es la luz que brilla desde su alma.
Manifieste el “deseo ir a casa, a La Fuente”. Después, pueden pasar tres cosas: La primera es que se rinda y vaya a la luz del túnel y sea reciclado. La otra posibilidad es que se quede perdido en tierra de nadie, en ninguna parte. La tercera posibilidad es que mire repentinamente hacia abajo y vea la Tierra debajo suya, cubierta con una maya fina, como una red de pescador. Enhorabuena, ha pasado a través de la red del planeta prisión y puedes volver a casa ahora.
Casi todo el mundo da por hecho que se supone que deben pasar por el túnel de luz en el momento de la muerte. Todo el mundo asume que los seres queridos y los ángeles que nos reciben son genuinos. Todo el mundo asume eso en el momento de la muerte, que Dios nos reclama a su morada… bueno, él lo hace. Es solo que no es el dios que usted esperaba.
Ellos, los llamados dioses de las religiones, nos consideran su alimento, su manada, al igual que nosotros consideramos a los animales de granja. Como es arriba, es abajo. Se alimentan de nuestras emociones y energías negativas y se alimentan de nuestra adoración a ellos. Les gusta especialmente la sangre y el sufrimiento, por lo que crean conflictos, violencia y guerras entre los hombres. Nos controlan a través de, religiones, ideologías, gobiernos, sociedades, propaganda, medios de comunicación, etc.
Lo que las religiones llaman cielo son todas construcciones de falsa luz, donde a las almas se les da una repetición del dolor y sufrimiento infligido sobre ellos en sus encarnaciones terrenales; dolor causado por el mismo Dios al que rezan.
Los llamados dioses vinieron a esclavizar a la humanidad, a demandar sacrificios de carne y hueso, incluyendo sacrificios humanos.
Exigieron ser adorados. Jehová es uno de ellos, un dios sangriento y guerrero que aniquilará poblaciones o hará que su “pueblo elegido” los destruya para él. Los gnósticos llamaban a estos dioses los Arcontes. Don Juan Matus de Carlos Castañeda, los denominó los “depredadores”.