En otros tiempos, en los puntos de venta de vinos a granel solo había rostros masculinos. Bigotes, humo y el quejío de los cantaores inundaban estos espacios que conforman la idiosincrasia jerezana. Los tabancos evolucionan y, desde hace mucho, ya no niegan la entrada a las mujeres. Ellas, con una copa de vino en la mano, brindan por ello. Pero todavía es poco común encontrar a compañeras al frente de estos lugares.
En la calle Corredera 7, se produce este fenómeno que cada vez es menos extraordinario. La jerezana Blanca Gutiérrez y la sanluqueña Rosario Jiménez están detrás del mostrador con una sonrisa en sus caras. Aunque llueve a cántaros y el frío amenaza, su tabanco, bautizado con el mismo nombre que su localización, está a rebosar.
Unos señores toman un sorbo de palo cortado mientras otros le dan un bocado a los chicharrones en este local considerado de los pioneros en estar liderado por dos hosteleras. Ellas mismas tan solo conocen un caso similar.
Juntas abrieron esta aventura el 28 de marzo de 2018 en una antigua cafetería. “Surgió un día hablando, nos conocimos saliendo, por amigos comunes, y estábamos pensando en montar algo”, comentan en la terraza con el sonido de la lluvia de fondo.
En cuanto vieron el sitio, optaron por darle vida con “lo que se estila ahora en Jerez, los vinitos, el aperitivo y las tertulias con amigos”. El local, pequeño y acogedor, les inspiró para montarlo. Pero estas amigas no eran nuevas en el sector, antes de lanzarse ya habían trabajado en la hostelería.
“Mis padres tenían el bar Los Manueles de la calle Santo Domingo. Luego estuve 21 años como encargada de un restaurante en Ibiza y, después volvía al bar de mi hermana, en la avenida Tío Pepe”, cuenta Blanca a lavozdelsur.es.
Entre saludo y bienvenida a los clientes que se acercan al mediodía, las socias preparan los pedidos. En su carta predominan las tapas y montaditos, las chacinas de la Sierra de Cádiz, los ibéricos y unos chicharrones que ya son estrella de la pizarra.
Desde la barra instalada en un local con las paredes pintadas de color albariza y con detalles de madera, salen ensaladillas de gambas, bacalao y salmorejo, sardinas anchoadas o taquitos de jamón.
“También tenemos guisos de Jerez y de Sanlúcar, coquinas al ajillo, papas con choco, papas con alcauciles, berza, montaditos de pringá que salen mucho”, detallan bajo el toldo.
En ninguna mesa falta el vino, el rey de los tabancos desde que emergieron, traídos de las bodegas Díez Mérito y Cayetano del Pino. Selección que se une a los vinos embotellados más demandados por el público, “un surtidito variado” para todos los gustos.
Al entrar en el interior, las amigas no paran quietas en este tabanco decorado por las dos con motivos que “recuerdan a la feria, a los toros, a las tradiciones, pero con un toque moderno”. Según explican, su intención es mantener la esencia de estas tabernas sin desatender a la actualidad.
Bajo una hilera de farolillos, Blanca sirve una copa mientras Rosario atiende a un cliente que acaba de entrar por la puerta. “Es ambiente aquí es muy agradable, es como una gran familia. Todo el que pasa se queda a tomar más de una copa”, comentan las hosteleras, que tienen público hasta entre semana a la hora de la salida del trabajo.
Desde que comenzaron en pleno casco histórico jerezano, se han ganado el cariño de nuevas caras y otras que siempre se paran. Y tras haber esquivado a los momentos más duros de la pandemia, ahora se enfrentan a la huelga de transportistas, una batalla que, de momento, no les deja fuera de juego.
Con preocupación cuentan que han notado la falta de suministros. Pero, pese a los contratiempos, han hecho filigranas para conseguir los productos. “Hemos estado llamando entre ella y yo. Vamos personalmente a las bodegas y, más o menos podemos solucionarlo, pero no podemos mover barriles solas”, expresan.
A las amigas les inquieta el futuro. “El problema es lo que viene, si esto sigue así, los recursos que tengamos se complicarán. Ha habido gente que ha ido a las fábricas y se ha encontrado con piquetes y han tenido que ir a otras horas”, cuentan.
Con ganas de que se solucione esta situación, al mal tiempo, buena cara y un sorbo de amontillado.