La plaza Candelaria de Cádiz alberga una heladería que bien podría ser la ONU. Allí trabajan un americano, una polaca, una brasileña, una rusa, una belga y un gaditano. Se trata de El Limonero, el proyecto de Dennis y María McEvoy, un matrimonio que se enamoró de Cádiz hace siete años y decidió dejar su vida en Cracovia para abrir un negocio en frente de la estatua de Castelar.
El Limonero abrió en marzo de 2018, esta es su quinta temporada. Todo comenzó con una visita de la pareja a un amigo polaco que vivía en Murcia. "Teníamos experiencia en viajes por Italia y en España, por aquello de que fue parte del Imperio Romano, quisimos buscar zonas de la costa parecidas", cuenta Dennis desde el interior de su heladería. Para sorpresa de ambos, se encontraron paisajes de hoteles y apartamentos turísticos, sin embargo, en aquella lista de posibilidades encontraron un lugar que se aproximaba más ‘a su estilo’: ese lugar era Cádiz. "Llegamos por casualidad", comenta.
"Después de 10 minutos andando desde de la estación a la calle Rosario dije: Yo quiero vivir en Cádiz. Volvimos un año después, en septiembre, para ver si esta impresión era verdad o simplemente un espejismo. Y sí, Cádiz nos gustó", recuerda este heladero, quien asegura que "estaba feliz en Cracovia, pero el invierno era muy largo y gris, había mucha contaminación y me faltaba el mar". Cádiz es lo contrario a eso, aunque pronto supo que no había mucho trabajo.
Dennis es de Nueva York, aunque llegó a Cádiz desde Cracovia, donde vivió 14 años. Tiene pasaporte irlandés por sus abuelos y a efectos administrativos lo es, además de por su evidente apellido, pero nunca ha vivido allí. Cuando vivía en América trabajaba en un archivo cinematográfico, en Polonia era traductor y guía turístico, y una vez llegado a España, aprendió el oficio de heladero. "Conocí a Félix Olmo de la heladería Olmo de Sevilla, en Cuesta del Rosario, y él fue mi maestro", explica Dennis, que no se entiende como un hombre de negocios, sino más bien de letras. "El helado es mi comida favorita, a pesar de ser un postre, así que asumí el riesgo y por ahora está funcionando", se congratula el americano.
De wasabi, melocotón con agua de rosas o chocolate con albahaca
Los sabores en El Limonero cada día son diferentes y respetan los productos de temporada. También los hay clásicos, para los paladares menos transgresores. Dennis, que se encarga del aspecto culinario, destaca alguna de sus creaciones: "Tenemos el Blue velvet, que tiene queso andazul (de cabra y queso azul) con nuez pecana, también hago otro de wasabi, de albahaca fresca con chocolate y esta semana hice otro de higo". En verano no tiene sabor a fresa y esto tiene una 'natural' explicación: "Su temporada termina en mayo, así que el último helado que hice fue a finales de mayo, principios de junio", apunta el heladero.
Entre los sabores más solicitados se encuentra el de mousse de chocolate –"un helado diferente que en vez de llevar leche, está hecho de nata y tiene una textura diferente con un sabor muy fuerte"–, el queso cremoso con higos al Pedro Ximénez, el sorbete –"hecho con agua"– de limón con hierbabuena, y para los estómagos nacionales los clásicos de pistacho y turrón. "Para mí este sabor es un poco raro porque nunca había comido turrón y no puedo hacer una comparación con otro sabor, me resulta un helado abstracto", aprecia Dennis con media sonrisa. En la carta también hay disponibles sabores sin lactosa que también son veganos de diferentes frutas y de sorbete de chocolate.
Esta heladería cierra a finales de octubre para resurgir con la llegada del carnaval en febrero. "Solemos abrir una semana antes, ya que la plaza de Candelaria se llena de gente y eventos", aprecia Dennis al que le sorprendió en primera instancia la diferencia del carácter entre polacos y gaditanos. "Por su historia, por las guerras y otros factores allí las cosas se toman en serio, lo que no quiere decir que no tengan sentido del humor, pero aquí en Cádiz nada se toma en serio y la gente tiene mucha paciencia, a pesar de que no hay mucho trabajo", comenta.
Su clientela es muy diversa con predominio español. "Vienen muchos ingleses, alemanes y franceses, lo bueno es que aquí hablamos muchos idiomas, aunque al principio, sin saber mucho español, mi mujer y yo nos pudimos entender con los gaditanos", reconoce. María es diseñadora y la artífice de la decoración del local de paredes repletas de hojas y animales. También de las plantas dispuestas por todo el local que, curiosamente, es la primera vez que tiene utilidad de cara al público hasta donde se conoce: "Tuvimos que esperar un año para la licencia de obras. El local estaba totalmente en ruinas, anteriormente funcionó como un almacén de flores, así que durante la espera tuvimos tiempo para conocer la ciudad", recuerda, Dennis, que reconoce que al principio les costó entender el gaditano, sin embargo hoy, son un gaditano y una gaditana más.